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Cuando Dios toca a la puerta

Cuando era un joven, se escuchaba en mi país una consigna que, entre muchas otras, formaba parte de un eslabón más en la cadena de vítores y exaltaciones personales por las que éramos bien vistos o mal vistos, según los niveles de compromiso. «¡Sólo los cristales se rajan, los hombres mueren de pie!» Lo repetí muchas veces enardecido de un sentimiento peculiar. Los años pasan y con ellos los tiempos de consignas vacías. Hoy, por donde quiero que ando, puedo ver a los Supermen de mi juventud, alucinados, con las capas raídas, desesperados por un trago de jugo de kryptonita haciendo un nuevo intento para alzar el vuelo. Pero ya no pueden volar. Se rajaron en el camino de la vida y cayeron en la trampa de sus propias consignas. Siguen en pie, altivos y empecinados en reverdecer laureles desguazados por la frustración y la amargura, pero vagan sin dirección, muertos en su crónica necedad.

Hace poco tuve un encuentro con uno de estos Supermen. Dios me llevó hasta él de la manera que sólo Dios puede hacer. Después de los saludos de rigor y las preguntas necesarias sobre amigos que ya no están, quise entregarle un ramo de esperanzas y el poema de Cristo sobre la salvación, pero rechazó los dos sin mucha explicación. Extendió su mano para entregarme una tarjeta con sus datos personales, me dio la espalda como se le da al enemigo y le vi partir con su chistera llena de orgullo y su capa de arrogancia. La compasión es el único remedio que te consuela cuando el oído del impío se cierra a la palabra de Dios por la soberbia y el amor propio, gracias a las artimañas que el enemigo logra en el corazón del hombre que se jacta de poder vivir sin su Creador.

Una semana después recibí el siguiente mensaje que más o menos decía así «Faustino: Perdóname por la manera que te traté. En esa semana tres personas me hablaron del mismo tema, es decir, de Cristo y a la verdad, ya estaba cansado de oír la misma “cantaleta” y por eso reaccioné así. Pero he pensado en que no sólo los cristales se rajan, sino también los hombres. ¿Te acuerdas de aquellos tiempos? En fin, estoy desesperado, mi mujer me dejó, pero no tenía ánimo para contártelo, porque me siento vacío, como si la vida no tuviera ahora sentido. Creo que necesito eso que tú tienes, se llame Jesucristo o lo que sea…llámame cuando puedas…por favor. Carlos”.

Busquen al SEÑOR mientras puede ser hallado, Llámenlo en tanto que está cerca.
Isaías 55:6
El final de la historia ya Ud. se la conoce. Si alguien sabe lo que es el dolor, ese es Cristo. Pero “cuando el zapato aprieta” y le damos una oportunidad de entrar al corazón desgarrado, Él restaura. El hombre se raja como el cristal más frágil cuando no pone su pie sobre la Roca. ¿Alguien lo duda? Finalmente mi amigo Superman y Dios se dieron un abrazo y ahora anda por ahí como los niños con juguete nuevo y amor nuevo. Me contó que ya Dios le dio un plan de reconquista de todo lo perdido y me habla de la fe como si él la hubiera descubierto para ofrecerla a la humanidad.
Yo estoy a la puerta y llamo; si alguien oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo. puerta
Apocalipsis 3:20

Todos tenemos algún amigo Superman, orgulloso, exitoso, próspero…pero vacío por dentro. El mundo está llenos de estos seres necesitados de compasión, pero nos enfocamos más en la prosperidad que aparentan, que en las miserias de sus corazones. Si les hablas de Cristo, tal vez te lleves la sorpresa de tu vida. Quizás están esperando por alguien que les ayude a quitar el disfraz de superhéroe para mostrar la verdadera cara desfigurada que sólo puede ser restaurada cuando escucha ¡por fin! la voz de Cristo.

¡Dios te bendiga!

Fuente:
Pastor, Faustino de Jesús Zamora Vargas

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