En algunos círculos cristianos hay una tendencia a enseñar y promover que Dios tiene «líderes favoritos», a modo de élite especial entre el pueblo cristiano. Los promotores de esta idea se basan en ciertos modelos de liderazgo del Antiguo Testamento, como cuando Dios hablaba solo con un líder y no con el pueblo (p. ej., Moisés o el profeta Samuel).
Esta enseñanza contraria al Nuevo Testamento —donde leemos que Dios ha dado Su Espíritu Santo a todo Su pueblo y nos ha hecho a todos Sus hijos (Jn 1:12; cp. 1 P 2:9)— ha llevado a muchos líderes a afirmar que el Señor siempre les responde de manera afirmativa a sus demandas y aprueba sus decisiones.
Sin embargo, las Escrituras testifican que, desde la antigüedad misma, los hijos de Dios no siempre obtenían lo que querían. Incluso Sus siervos más fieles.
El profeta Samuel —cuya historia usaré como ejemplo en este artículo— experimentó la intervención y el respaldo de Dios en su ministerio de maneras muy particulares, mientras lideraba al pueblo de Israel como profeta, sacerdote y juez (1 S 7:5, 6, 9; 3:19-20).
Cuando leemos la historia de Samuel, vemos cómo muchos aspectos de su personalidad emergen y nos permiten identificar que tenía luchas con su propio carácter, sentimientos y prejuicios que hicieron necesaria la intervención de Dios en su vida de una manera directa.
Esta reflexión se enfoca en el papel de Samuel luego de que Dios desechó a Saúl —aunque este seguía en funciones— y ordenó el ungimiento de David. El Señor notificó Su decisión al profeta y le ordenó que fuera a ungir a un hijo de Isaí como nuevo rey de Israel, sin especificar el nombre del elegido. Pero las cosas no se hubieran dado como las conocemos, si Dios no hubiera evitado que Samuel cometiera errores costosos al elegir al hombre equivocado como segundo monarca de Israel.
Aquí hay tres momentos en los que Dios dijo «no» a Samuel antes de que fuera a ungir a David —el rey que sustituyó a Saúl— y tres lecciones que podemos aprender de esta historia.
1) No permitas que tu lamento te desenfoque.
Samuel lloraba porque Dios desechó a Saúl y había caído en un duelo extremo por esta decisión (1 S 15:35). Aunque no quiero ser indiferente ante los sentimientos de Samuel, no puedo ignorar que, al parecer, su actitud lo llevó a descuidar su ministerio. Por eso Dios intervino al decirle: «¿Hasta cuándo te lamentarás por Saúl, después que Yo lo he desechado para que no reine sobre Israel?» (1 S 16:1a). En otras palabras, le dijo: «¡No llores más por Saúl! ¡Ya basta de lamentos! Levántate y cumple tu ministerio».
La confianza que un líder tiene en el Señor pasará por pruebas de fuego en diferentes momentos de su labor y deberá aprender a descansar en el Consolador
La manera en que Samuel se lamentó por la remoción de Saúl es penosa. De su desaliento aprendemos que en nuestras pérdidas o frustraciones ministeriales —y en especial en nuestro lamento— debemos mantener la mirada puesta en Cristo para no perder el enfoque en el ministerio, porque Él tiene cuidado de Sus siervos.
La confianza que un líder tiene en el Señor pasará por pruebas de fuego en diferentes momentos de su labor y deberá aprender a descansar en el Consolador. Habrá momentos en los que, de alguna manera, será necesario reflexionar en las palabras de Elifaz a Job:
Tú has exhortado a muchos, y las manos débiles has fortalecido. Al que tropezaba, tus palabras lo levantaban, y las rodillas débiles fortalecías. Pero ahora que te ha llegado a ti, te impacientas; te toca a ti, y te desalientas. ¿No es tu temor a Dios tu confianza, y la integridad de tus caminos tu esperanza? (Job 4:3-6).
Samuel dejó esta actitud a causa de esta llamada de atención y recibió instrucciones del Señor sobre lo que debía hacer: «Llena tu cuerno de aceite y ve; te enviaré a Isaí, el de Belén, porque de entre sus hijos he escogido un rey para Mí» (1 S 16:1b). No obstante, hubo una nueva reacción inesperada del siervo de Dios.
2) No permitas que el temor te ciegue.
La Escritura relata que Samuel se atrevió a decirle a Dios que Saúl lo mataría si obedecía la orden divina de ir a la casa de Isaí a ungir al nuevo rey de Israel (1 S 16:2). El temor cegó el entendimiento de Samuel a tal punto que temió a un simple hombre y no al Creador del universo. Aunque no busco justificarlo, es de suponer que esta actitud de Samuel se dio porque él conocía el carácter de Saúl.
Recordemos que cuando el pueblo pidió un rey a Samuel, Dios describió el corazón de uno que no llegaría al trono para servir al pueblo, sino para servirse de él (1 S 8:11-17). Posteriormente, la historia de Saúl revela un corazón que estaba acostumbrado a salirse con la suya y vivía dispuesto a pelear por sus intereses egoístas.
Sin embargo, el Señor, siendo comprensivo de nuevo, dio indicaciones a Samuel sobre cómo llegar a Belén sin despertar sospechas en los ancianos y en los informantes de Saúl (1 S 16:2-5). En otras palabras, le dijo que fuera valiente para ir a cumplir con Su plan perfecto de elegir al rey que seguiría con la línea mesiánica.
Esto nos recuerda que es una realidad que los creyentes podemos vernos tentados a evitar hacer lo correcto delante de Dios por temor a otras personas. Sin embargo, la Biblia y la historia de la iglesia registran que muchos creyentes estuvieron dispuestos a dar su vida con tal de hacer la voluntad de Dios. Pidamos discernimiento a nuestro Señor para hacer lo correcto y superar el temor a personas influyentes que hacen lo contrario a la voluntad de Dios (Sal 27:1).
Este no es un llamado subversivo a despreciar a las figuras de autoridad a nuestro alrededor, sino un llamado a la integridad que busca en Dios el valor para hacer lo correcto cuando nuestras decisiones tienen el respaldo de la Biblia, el consejo sabio de otros líderes y vamos viendo el respaldo a nuestras oraciones.
3) No permitas que las apariencias te engañen.
Al estar en la casa de Isaí para ungir a uno de sus hijos, Samuel no sabía cuál de ellos sería el nuevo rey. En ese momento vio entrar a Eliab y afirmó: «Ciertamente el ungido del Señor está delante de Él» (1 S 16:6). Samuel en efecto eligió al segundo rey de Israel con base en las apariencias. El estudioso israelí Shimon Bar-Efrat hace un comentario oportuno de esta escena:
Saúl era un hombre alto (1 S 9:2; 10:23). Podemos encontrar una referencia indirecta a la estatura de Saúl en las palabras de Dios a Samuel. Cuando Samuel ve a Eliab, piensa que es el hombre destinado a ser rey, pero Dios le dice: «No mires a su apariencia, ni a lo alto de su estatura, porque lo he desechado; porque Dios no ve como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón» (1 S 17:6, énfasis añadido). Se establece aquí, de forma más que explícita, que no hay conexión alguna entre el aspecto externo de un personaje y sus cualidades internas.1
El prejuicio guió a Samuel a tomar una mala decisión. Sin embargo, Dios le dijo que «no» para corregir esa mala elección y que Su plan redentor siguiera su curso.
Agradezcamos al Señor cuando responde con un «no» a nuestros planes ministeriales, porque Él hará que Su plan eterno continúe su curso hasta su consumación plena
Personas talentosas y con apariencia atractiva e inspiradora podrían llegar a la iglesia local. Sin embargo, esta historia nos recuerda que necesitamos conocer los corazones y no debemos temer a dedicar el tiempo necesario para buscar la voluntad del Señor y el consejo de líderes sabios antes de asignar un ministerio a alguien.
Este es un recordatorio de que debemos estar alerta frente a nuestro corazón engañoso que podría poner su mirada en las personas que el Señor no ha elegido para un cargo específico.
Los “no” de Dios para Sus siervos son un “sí” para Su gloria
¿Has pensado en las consecuencias en la historia de la redención, si Dios no hubiera intervenido para elegir al segundo rey de Israel? Jesús no sería llamado hijo de David, sino hijo de Eliab. La línea mesiánica hubiese cambiado y otros sucesos se hubieran desfasado por completo junto con las profecías que debían cumplirse. No obstante, Dios estuvo en constante comunicación con Su siervo para que Sus planes soberanos siguieran su curso.
Para los líderes cristianos, esta historia es un ejemplo de cómo los «no» de Dios para Sus siervos son un «sí» para Su gloria. ¡Cuánto necesitamos la guía del Señor por medio del Espíritu, Su Palabra y el consejo sabio de otros creyentes! Agradezcamos al Señor cuando responde con un «no» a nuestros planes ministeriales, porque Él hará que Su plan eterno continúe su curso hasta su consumación plena.
El profeta Samuel obedeció cuando el Señor le reveló sus errores y le manifestó Su voluntad. ¿Qué haremos nosotros?