
Hay momentos en la vida en los que los desafíos parecen insuperables. Situaciones que ningún consejo humano, ningún esfuerzo propio y ninguna estrategia lógica pueden resolver. Así se encontraba el rey Nabucodonosor: inquieto, confundido y exigiendo una respuesta imposible. Ningún sabio, podía descifrar el misterio.
Pero entonces aparece Daniel, un joven fiel, humillado ante Dios pero seguro en su fe. Él sabía algo que todos los expertos habían pasado por alto: lo que es imposible para los hombres es completamente posible para el Dios del cielo.
Daniel no se presentó confiando en su habilidad, sino en el poder de Aquel que conoce los secretos más profundos. Fue con valentía ante Arioc, y luego ante el rey, no porque él tuviera el control, sino porque Dios ya había dado la respuesta en lo secreto.
Así también nosotros enfrentamos situaciones que parecen no tener salida. Pero este pasaje nos recuerda que los misterios más densos se aclaran cuando nos arrodillamos, que las puertas más fuertes se abren cuando somos guiados por el Espíritu, y que ninguna amenaza puede detener lo que Dios ya ha decidido revelar.
Hoy, recuerda esto.
Si caminas con Dios, ningún desafío será imposible. Él sigue siendo el revelador de misterios, el que muestra el camino en la noche y el que da estrategias donde otros solo ven fracaso.
Confía, avanza y declara:
El Dios del cielo me dará entendimiento y abrirá lo que nadie más puede abrir.