Alguien una vez me dijo que las iglesias eran como los helados: Esencialmente estaban compuestas por los mismos ingredientes, tenían sabores diferentes y las personas preferían unos a otros. Durante algunos años y en diferentes ocasiones, he enfrentado o visto situaciones en las que esa comparación ha venido a mi mente.
Imagina por un momento que tienes un helado de chocolate y tratas de convertirlo en un helado de coco. Ignoro si conoces una fórmula para hacer eso, pero a mí me parece una cosa de locos. Aunque es una situación ridícula e imposible, he visto muchas veces a personas, la mayor parte de las veces llenas de buenas intenciones, que desean cambiar el sabor de la iglesia a la que llegan o a la que asisten.
En estos días, es frecuente que algunas veces en nuestras iglesias, tratemos de imitar lo que otros están haciendo para tratar de obtener los mismos resultados que ellos están obteniendo. Sin embargo, en la práctica las cosas no son tan simples. No estoy diciendo que no debamos de observar y a veces probar nuevos métodos y nuevas fórmulas, sobre todo cuando las cosas no andan bien. Pero me estoy refiriendo al hecho de cambiar por cambiar, o para estar de acuerdo con lo que «está de moda».
Es posible que las cosas salgan bien, pero también es probable que no. En mis años de cristiano he tenido el privilegio de formar parte de muchas iglesias hermosas, y lo he hecho desde diferentes posiciones y desempeñando distintos roles. De todas ellas guardo bellos recuerdos. Y de cada una de ellas, recuerdo a lo menos algo en particular. En todas se cantaban alabanzas, se predicaba la Palabra y se realizaban programas y actividades de diferentes tipos. Sin embargo, penetrando en lo profundo había algo distintivo, una especie de ADN que las hacía únicas. En mi caso, no recuerdo dos iglesias que fueran exactamente iguales.
Cada domingo en la noche yo me hago esta pregunta en relación con mi iglesia actual: ¿Cuál fue hoy «nuestro sabor»? No es algo que yo pueda hacer o establecer. Pienso que más bien es la suma de muchas partes, a lo cual yo puedo contribuir o entorpecer. Y trato de ver si esto es lo que motivó a las personas a venir a nuestra congregación o si vinieron por algún otro motivo. Las preguntas específicas que me hago cada semana son: ¿Hubo alguna persona que tuvo un encuentro con Jesús? ¿Mostramos claramente el amor de Dios? ¿Hubo algo que nos apartó de nuestro sagrado deber como iglesia? Y una vez más me repito: Si nuestro «sabor es este», no tenemos que pretender que «sabemos a otra cosa», ni tratar de «cambiar para saber a algo diferente». Me esfuerzo por mantener nuestro «sabor único», pero debemos luchar duro para que podamos ser el mejor «sabor posible». Cristo nos llama a luchar para lograr la excelencia en todo, y cuando copiamos o imitamos, hay veces que los resultados son mediocres y perjudiciales, porque dejamos de ser auténticos.
La pregunta más difícil que tengo que responder, es cuando alguien me pregunta: ¿Y por qué ustedes no hacen esto? Y claro que hay muchas cosas que no hacemos, pero también hay miles de cosas que sí hacemos y otros no hacen. Y no es para enorgullecernos o vanagloriarnos, es simplemente que ese es nuestro ADN como iglesia. Hace muchos años aprendí que en la iglesia no podíamos estancarnos, que teníamos que probar, no dije copiar y lo repito. Si «mi sabor es este», tengo que esforzarme para que ese sabor sea mejor cada día y llegue a ser el mejor «sabor» que una congregación pueda ofrecer.
Piensa un momento y trata de encontrar ¿Cuál es el sabor de tu congregación? Y una vez que des con lo que los hace diferentes a otras congregaciones hermanas o de otras denominaciones, piensa si están haciendo lo mejor que pueden, o si todavía hay lugar para mejorar, y en ese caso fija eso como una meta.
Ten presente que aquí en el sur hay una compañía de helados que fabrica 52 sabores diferentes de helados para tratar de complacer a todos los gustos. Recuerda que todos son lo mismo: leche, azúcar y sabor a fruta o la combinación de sabores, el asunto es que las personas tienen diferentes gustos, y eso está bien. Trata pues de identificar y saber «a qué saben ustedes como congregación» y cómo pudieran ofrecer la mejor variante de ese sabor que fuera posible obtener.