El COVID-19 le recetó al mundo entero una dosis de la más triste y desgarradora realidad: somos vulnerables.
El mundo se detuvo repentinamente. Como si fuéramos los protagonistas de una película de Hollywood. Las escenas de personas vestidas completamente de trajes pseudoespaciales que dejaban ver muy poco, se empezaron a ver en las noticias; con la diferencia de que estaban en nuestra ciudad evocándonos lo cerca que estaba el peligro.
Las pantallas nos conectaron para trabajar, estudiar, celebrar cumpleaños y para hablar con los seres queridos. Sucedió que de la noche a la mañana, una mujer quedó atrapada en su casa con una pareja abusiva a quien podía evadir gracias a su trabajo. El hombre que escapaba de su casa agobiado por las deudas, cansancio y preocupaciones se quedó en la casa con su familia, sus deudas, cansancio y preocupaciones. Y los niños, según la UNICEF; en el último año se ha registrado un aumento de los niños que pasan hambre, están aislados, son víctimas del abuso o sufren ansiedad. La educación de cientos de millones de niños se ha interrumpido. El acceso a los servicios de protección y de salud, incluida la vacunación sistemática, se ha visto gravemente restringido.
Nos hemos ido reconstruyendo, encontrándonos de nuevo con lo que teníamos, quizás reinventándonos mientras elaboramos muchos duelos. Quedamos en un mundo distinto, saboreando nuevos aprendizajes y con la esperanza de que pronto volveremos a abrazarnos sin limitaciones.
Abrimos la puerta al mundo que ahora usa mascarillas, que anda sus manos limpias y que evita abrazar. Mientras, nuestros niños regulan sus emociones para salir a jugar, disfrutar y aprender a vivir con la sensación de riesgo. Pese a esto, han resultado ser los mejores y más agradecidos aprendices.
Para nosotros como padres y madres, devolvérselos al mundo ha sido también un gran desafío. Nos debatimos entre la claridad de que necesitan sociabilizar y el ferviente deseo de protegerles. Podemos sentir que hacemos lo mejor y aun así tener la sensación que están en peligro lejos de nosotros.
Les comparto algunas recomendaciones para acompañar a los más pequeñitos de la casa.
1- Empiece por recordar que al hablar con sus hijos debe tener clara su etapa de desarrollo; de esa manera les damos la información que necesitan con los recursos que les ayuden a comprender: a los más pequeños hábleles usando recursos llamativos, historias con colores y personajes que capten su atención. Planeé el mensaje que quiere darles para evitar caer en discursos largos y desordenados que van a hacer que se aburra y pierda la atención.
2- Use preguntas concretas y simples para contestar específicamente lo que les interesa saber, por ejemplo: ¿qué quieres saber sobre el coronavirus? o ¿hay algo que te preocupe?. Esto le permitirá saber cuanto sabe su hijo y si tiene información que es inadecuada o equivocada. Conteste solo lo que le pregunte su hijo, si le pregunta sobre las restricciones conteste solamente lo que desea saber, no es necesario hablarle sobre nuevas cepas y síntomas; esto solo aumentará su ansiedad. También puede suceder que no tengan preguntas; en tal caso, deje la puerta abierta para que acuda a usted cuando quiera saber algo.
3- Enséñele a su hijo que hay formas de tener el control de la situación al seguir protocolos de seguridad. Explíquele que el distanciamiento social, el lavado de manos y el uso de mascarilla le pueden mantener seguro. Antes de salir de la casa, repase brevemente los protocolos. El autocuidado implica permitir que el niño de una manera responsable y mediante la guía de un adulto altamente significativo incorpore formas concretas de cuidarse así mismo. La sobreprotección tiene un mensaje oculto “no eres capaz de cuidarte tal y como te cuido yo”. Al permitirle a los niños practicar el autocuidado les damos la confianza y la seguridad que necesitan para asumir su corporalidad responsablemente en ausencia nuestra.
4- Actualícele en las noticias. Ellos necesitan saber que avanzamos, que hay esperanza. Cuéntele aspectos referentes a la vacunación o la inmunidad de rebaño de la que tanto se habla .
5- Permita que su hijo sepa que esta bien sentirse a veces estresado o preocupado. Compartan experiencias y dele recomendaciones según sus propias vivencias esto le puede ayudar a saber que las situaciones pasan y que la vida continua; así estará desarrollando resiliencia.
6- Con los preadolescentes y adolescentes de la casa trabaje en establecer un vínculo afectivo basado en la confianza. Ellos pueden manejar sus necesidades, en concordancia con la voz interna de sus padres guiándoles en lo que saben que resulta seguro. Con ellos la confianza es como una cuerda sostenida a ambos lados; en un extremo está el adolescente y en el otro el adulto. Si la cuerda no tiene flexibilidad, el adolescente la soltará o pulsará para que el adulto la deje. La flexibilidad permite que se mueva, pero que también sienta un tirón cuando es necesario y ojo; también sirve para que el adolescente de un jalón pida ayuda y atención.
Recuerde que caminar no se aprende de golpe. Antes hay que gatear, pararse firme y dar pequeños pasos de confianza. Requiere de perseverancia para levantarse cada vez que se esta en el suelo y de atención para coordinar el movimiento de los pies. De la misma manera, no nos podemos recuperar de una pandemia de la noche a la mañana; después de todo es nuestra primer pandemia. Retome su vida poco, para poder cuidar a otros necesita trabajar en cuidarse a usted mismo.
Sabemos que el fin de la pandemia será cuando a nivel mundial se pueda llegar a tener la enfermedad suficientemente bajo control. No sabemos que sucederá en los próximos meses. Aquí y ahora si contamos con lo que hemos aprendido en los últimos 15 meses. Enséñele a mirar al futuro y cuéntele como muchas personas en el mundo están luchando y trabajando unidos. Aunque puede ser que ahora la familia conviva más tiempo en la casa, saque el espacio para conversar y compartir tiempo de calidad con sus hijos. Ellos recordarán en unos años que sobrevivieron a una pandemia y también recordarán lo significativo que pudo ser su rol como madre o padre en ese periodo.