Necesitamos tener bien claro lo que creemos.
Creer y testimoniar es la importancia para determinada concepción. Al aceptar a Dios, creemos profundamente y con debida seriedad, asumimos Su existencia. Reconocer que Dios vive, nos lleva a disfrutar plenamente los deseos anhelados, independientemente de esos elementos perturbadores e incidentes.
Los cuestionamientos de algunos, jamás interfieran en el valor de la promesa dispuesta por Dios con intención de proporcionar, esperanza en la vida. Si dudamos de Dios, entonces, no conoceremos cual es el propósito reservado a cada quien. Afirmar que Dios ejerce influencia de manera personal, formula perfecta convicción de Su presencia en medio de los actos realizados.
Cuando fortalecemos dicha creencia, compartimos en plena claridad, la noticia de las buenas nuevas. Las respuestas que adornarán la vida, impregnarán de muchos valores y fe, justificando razones para ser obedientes.
La mayor recompensa recibida al creer firmemente en Dios, es la salvación.
Creer, proporciona confianza de que la victoria vendrá.
Creer, señala obediencia decidida referente a Dios.
Creer, enfatiza que el plan de acción no tardará.
Creer en Dios, alberga la complacencia de caminar en armonía y envueltos en el manto de la divinidad.
Creer en Dios, deja expresado, somos hijos del Altísimo y como tales, estamos protegidos ante la fuerza maldita del diablo.
Hay razones para aspirar a una mejor vida, por eso, darnos a satisfacer dichas perspectivas, aportará a creer convincentemente en Dios y confirmar el amor en intrínseca conformidad con nuestra seguridad espiritual.