Indudablemente, la influencia social y política de la Iglesia a través de la historia, en la medida en que se ha ceñido a los valores de la palabra de Dios, ha sido benévola y humanizadora. Solo hay que observar la diferencia entre los países que históricamente se han desarrollado bajo la influencia del cristianismo, y aquellos que han evolucionado bajo la tutela de otros sistemas religiosos. Pero en muchas ocasiones, la Iglesia ha manejado muy mal la autoridad. Ha traído vergüenza y escándalo al nombre de Jesucristo cuando ha usado su poder para oprimir a otros y enriquecerse ilegítimamente.
Por todas estas razones, hay que proceder con mucha sobriedad y cautela cuando abogamos a favor de una mayor integración entre Iglesia y gobierno, o cuando nos frustramos ante la resistencia de tantos hacia la idea de un gobierno cristiano en nuestros países. En cierta medida, la culpa de esa actitud sospechosa hacia la Iglesia de parte de tanta gente moderna cae a los pies de la Iglesia misma, por su comportamiento inconsistente y pecaminoso a través de los siglos cuando ha manejado el poder político.
Habiendo dicho esto, sin embargo, tenemos que reconocer que Dios quiere que las naciones y las demás instituciones humanas reflejen los valores de su Reino; que aun antes de que Cristo venga, los cristianos debemos esforzarnos porque nuestras sociedades se sujeten a los valores morales y espirituales del evangelio. No podemos tomar nuestro talento, como el siervo infiel de la parábola, y esconderlo en un pañuelo por temor a no invertirlo correctamente. El temor al fracaso no debe jamás impedirnos obedecer al mandato de Jesús de negociar hasta que él venga (Lc 19:13). Los cristianos tenemos que obedecer al llamado de involucrarnos en la política, en el ámbito social y cultural. Debemos emplear esas posiciones de influencia, cuando las obtengamos, para facilitar el esparcimiento del evangelio y sus valores morales y espirituales.
La Biblia está llena de ejemplos de hombres y mujeres que usaron posiciones de influencia política para avanzar los intereses y los valores del Reino de Dios. Ahí tenemos a José, Daniel, Ester, Nehemías, a quienes Dios usó grandemente para establecer sus propósitos históricos. A través de la historia, cristianos como el padre Las Casas, Abraham Lincoln, William Wilberforce, y Abraham Kuyper obtuvieron fuerzas e iluminación de su fe cristiana para llevar a cabo importantes reformas en el seno de la sociedad. Personajes bíblicos como José, David, Daniel y Josafat usaron el poder político desde una postura centrada en Dios y su Palabra, y se movieron con integridad y competencia en el desempeño de sus responsabilidades públicas.
Cuando desempeñamos un cargo público, debemos amarrarnos ferozmente al mástil de la oración y la palabra de Dios, a fin de obtener la sabiduría necesaria para manejar el poder conforme a los valores del evangelio. Como Salomón, tenemos que pedirle al Señor, “Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo” (I Rey 3:9). Tenemos que proyectar genuinamente al mundo humildad y generosidad. Pero no podemos actuar con titubeos o timidez cuando Dios nos concede la oportunidad de legislar en su nombre.
¡No podemos meternos en un rincón y dejar de contender por nuestra fe sólo porque hayamos cometido errores en el pasado! Lo importante es aprender de esos errores, y movernos con sabiduría y humildad. Debemos esforzarnos como nunca para que nuestra influencia social refleje la bondad, la gracia, la justicia y la verdad de Jesucristo. Tenemos que proceder con honestidad y transparencia cuando entramos en el terreno incierto y traicionero de la política y la transformación cultural. Pero también tenemos que intervenir con seguridad y determinación, sabiendo que nos movemos en el poder y la autoridad de Jesucristo. Manejamos la verdad única y total de Dios, la cual las naciones necesitan como nunca antes.
Da, pues, a Tu siervo un corazón con entendimiento para juzgar a Tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal. Pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo Tuyo tan grande?
1 Reyes 3:9
Llamando a diez de sus siervos, les repartió diez 10 minas (salario de unos mil días) y les dijo: ‘Negocien con esto hasta que yo regrese.’
Lucas 19:13