Desde que el hombre es creado, intentó buscar razones que justificaran su vida en la tierra. Cuando lentamente fueron surgiendo esas creencias animistas, también empiezan a organizarse esas tribus. Esos líderes empiezan a percatarse de la relevancia de la fe, y por ende, empiezan a venderse como hijos de dioses o encarnaciones de éstos.
Esa unificación de lo civil y lo religioso se mantuvo durante mucho tiempo. Los romanos lo aplicaron, teniendo los emperadores, entre otras cosas, el cargo de Pontifex Maximus, o Sumo Sacerdote.
Cuando se da, en el Siglo IV de nuestra era, la guerra civil que concluye entre Constantino y Majencio en la batalla del Puente Milvio, surge la leyenda, que muchos asumen como verdadera, de que una voz le dice, mostrando una cruz, in hocto signus vincit, o bajo este signo vencerás. Lo cierto es que el símbolo que figuró en su lábaro, en lugar de su efigie, era la cruz de Cristo, y triunfó.
No nos detendremos en la larga relación entre la iglesia y el estado desde el Imperio Romano hasta hoy, pero si diremos que hay pocos estados laicos en la realidad, y ateos menos, ya que el ser humano siempre ha tenido sed de creer.
Esa relación es compleja, ya que distintas creencias han sido incentivadas o han sido brutalmente perseguidas por distintos gobiernos, según sus intereses.
En el caso dominicano, en los últimos veinte años, muchos católicos desencantados con la conducta de la jerarquía eclesiástica, decidieron unirse a iglesias evangélicas, ya que sentían que su mensaje les llegaba más.
Hoy día, 1 de cada 3 dominicanos es protestante, lo cual lo hace un grupo muy importante a la hora de decidir sobre temas sociales, políticos y económicos de interés general, y es un grupo que sigue en aumento. Ello ha motivado al Estado Dominicano a crear una oficina que coordine a las distintas denominaciones religiosas, de la misma forma que se hace con el catolicismo.
Para el Estado, la visión de las iglesias es vital, ya que éstas, por su trabajo misionero, conocen las necesidades y carencias de muchos de sus feligreses y pueden ayudar a distribuir los bienes y servicios, o a generar políticas públicas que sean efectivas y realmente lleguen a cumplir los cometidos perseguidos.
Otra ventaja, es que muchas denominaciones religiosas tienen think tanks que ayudan al gobierno con estrategias de gobierno o al sector privado, y también su organización y sus valores morales inspiran confianza a los políticos que confíen en ellos.