Bienvenidos a nuestra meditación con respecto a una Iglesia en un mundo de cambio y cuál debe ser esa postura de esa Iglesia. Y hemos hablado acerca de un llamado de parte de Dios a un balance entre la santidad y la gracia.
En este pasaje que discutimos anteriormente en el capítulo 6 de Gálatas versículo 1 Pablo dice que: «Si alguno fuere sorprendido en alguna falta, nosotros que somos espirituales» dice el apóstol Pablo «restauremos con espíritu de mansedumbre a esa persona considerándonos a nosotros mismos, no sea que nosotros también seamos tentados» en el mismo pecado como en el caso de esa otra persona con la que estamos lidiando. Vemos aquí la sabiduría pastoral el apóstol Pablo inspirado por el Espíritu Santo.
Yo decía que vivimos en este siglo XXI lleno de cambios donde la ciencia ha avanzado muchísimo y la gente cada día explora más y más los misterios del cerebro humano, de la mente, del sistema nervioso, de la genética, de la Antropología, la Lingüística y todas estas disciplinas que le dan al hombre un conocimiento bien amplio de la naturaleza humana y de la condición humana.
Y eso ha provocado de que esta cultura moderna se vaya apartando muchas veces más y más de Dios y de las cosas del Evangelio porque siempre cuando el hombre gana más y más conocimiento surge el orgullo espiritual y el sentido de independencia de parte de Dios. Y ya entonces la gente comienza a ver la Biblia y las cosas del Evangelio en una forma crítica y racional y comienzan a cuestionar las cosas que dice la Escritura y comienzan entonces a permitirse una cantidad de libertades con los mandamientos de Dios y las enseñanzas de la Palabra del Señor.
No estamos en una sociedad cristiana ni cosa que se parezca, todo lo contrario. Mucha gente hoy en día ve la Iglesia con escepticismo y hasta con cinismo, ciertamente con cierta sospecha y desconfianza. Entonces la Iglesia se encuentra en el dilema de que cuando hablamos del llamado a la santidad que nos presenta la Escritura la gente nos ve como farisáicos, como que nos creemos mejores que nadie, gente santurrona, gente que no está al día con las complejidades y los conocimientos de la psicología y de la ciencia y no escuchan lo que decimos.
Y esto es un gran reto para la Iglesia en el siglo XXI donde Dios nos llama a ganarnos este mundo sin comprometer la Palabra del Señor y para mí como Pastor y en mi propia Iglesia y en esta sociedad súper desarrollada aquí en el estado de Massachussets y en Nueva Inglaterra en el noreste de Estados Unidos donde yo ministro, siempre es para mí un reto ¿cómo encontrar el balance entre la gracia de Dios, presentar un Evangelio complejo y sofisticado pero que no comprometa las enseñanzas de la Escritura?
Yo sé que en Latinoamérica y en otras partes del mundo donde ustedes me están viendo y leyendo estos programas es lo mismo y yo creo que se necesita, los Pastores, los líderes necesitamos consejos y la gente en los asientos necesita consejos sobre ¿cómo comportarnos con ese mundo allá afuera?
Y yo creo que Dios cada día me llama más y más a esa postura balanceada donde por una parte presentamos el llamado claro a la santidad y por otra parte también proveemos al mundo una postura gentil, amorosa, paciente, misericordiosa que sabe que la gente cuando entra al Evangelio llega con heridas, adicciones, compulsividades de la mente, pecados sistémicos que se han pegado a ellos en una manera profunda y poderosa y que no es tan fácil deshacerse de ellos simplemente porque uno entró al Evangelio, ya se supone que seamos un dechado de virtudes y que estemos perfectamente santificados uno pensaría viendo la actitud de tantas iglesias y no es así.
Y por eso muchas veces el mundo correctamente nos critica y nos ve como gente farisáica que no entendemos las complejidades de la vida humana y es cierto porque el proceso de transformación personal, la renovación de la mente de la cual habla el apóstol Pablo es algo que se toma mucho tiempo muchas veces. Y no podemos producir santos de la noche a la mañana, es la jornada de toda una vida y se necesita iglesias, Pastores, consejeros, padres y madres espirituales laicos que conozcan la complejidad del proceso de santificación.
Y yo creo que una de las primeras cosas que tenemos que hacer es mirarnos a nosotros mismos, por eso Pablo dice aquí que si vamos a restaurar a alguien que ha fallado nos consideremos a nosotros mismos, dice: «Considérate a ti mismo no sea que tú también seas tentado.»
A mí me ayuda como Pastor en el proceso de la consejería y de la disciplina de la Iglesia recordad que yo soy humano, mirarme a mí mismo primeramente, saber que yo lucho con mis propias tendencias pecaminosas y que yo mismo no he llegado ni cerca al nivel de santidad que Dios espera de mí y que tengo que cada día volver a tomarme una píldora de santidad y pedirle al Señor que tenga misericordia de mí. Muchas veces me siento como el apóstol Pablo: «Miserable de mí ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?» así podemos decir muchos.
Yo creo que ayuda en la vida de la Iglesia a tener gente en autoridad que esté conciente de su propio proceso, lo que hemos vivido nosotros y lo que vivimos cada día. Si somos honestos con nosotros mismos vamos a entender que producir un hombre, una mujer maduro, sabio, santo, en control de sí mismo es una cosa de toda una vida y que por lo tanto nuestras iglesias tienen que ser lugares de restauración, lugares de misericordia, de amor, de paciencia, de bondad hacia el creyente sin tampoco comprometer el llamado a la santidad.
No estoy hablando de libertinaje escúcheme, sino que estoy hablando de un balance entre las dos cosas y va a ser una tensión que vamos a vivir siempre. A veces va a parecer que nos estamos contradiciendo en una dirección u otra y los Pastores vamos a estar bajo mucha presión de parte de muchos laicos que van a querer que siempre estemos cortando cabezas pero tenemos que tener el valor moral para decir: no, queremos expresar el balance de Cristo Jesús en nuestro trato Pastoral en la Iglesia y por eso es que yo creo que son importantes textos como éste del apóstol Pablo.