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Conociendo y Compartiendo su Fe

Todo discípulo de Cristo puede honrar a Dios conociendo y compartiendo su fe. Pero ¿por qué debemos conocer lo que creemos? En primer lugar, deberíamos ser animados por el mandamiento de amar a Dios con toda nuestra mente. En Lucas 10:27 podemos leer «… Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo.»

¿Ha pensado alguna vez en cuál es su dieta intelectual? De la misma manera que lo que comemos impacta nuestra salud física; nuestra dieta intelectual, es decir, aquello que leemos, vemos y oímos, impacta nuestra salud intelectual, emocional y espiritual. Siguiendo con el tema de amar a Dios con toda nuestra mente, Romanos 12:2 también respalda la idea de Lucas 10:27 y dice «Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto.» Solamente a través de la Palara de Dios es que podemos renovar nuestro entendimiento para poder comprobar Su buena, agradable y perfecta voluntad.

En segundo lugar, los cristianos debemos conocer lo que creemos porque, inevitablemente, vamos a experimentar dos tipos de dudas: (1) Las dudas intelectuales que se producirán si no conocemos las evidencias, y (2) Las dudas emocionales al no poder reconciliar las circunstancias con nuestro entendimiento de la Biblia. Si estudiamos de antemano los asuntos teológicos y apologéticos, estos nos ayudarán a minimizar las dudas intelectuales y emocionales.

Finalmente, los creyentes debemos conocer lo que creemos debido a la La Gran Comisión que encontramos en Mateo 28:18-20: «Jesús se acercó y les dijo: ‘Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. 19) Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. 20) Enséñenles a cumplir todas las cosas que les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.»‘ Evidentemente, no podemos enseñarle alguien a guardar algo que nosotros mismos no conocemos. Siguiendo con el tema de la Gran Comisión, en 1 Pedro 3:15 se nos exhorta: «Al contrario, honren en su corazón a Cristo, como Señor, y manténganse siempre listos para defenderse, con mansedumbre y respeto, ante aquellos que les pidan explicarles la esperanza que hay en ustedes …» Según este versículo, debemos de apartarnos para el uso y la gloria de Dios («honren en su corazón») alistándonos para responderle «a aquellos que» nos «pidan explicarles la esperanza que hay en» nosotros. Es nuestro privilegio representar a Cristo el Señor y Salvador como sus embajadores (2 Cor. 5:20), pero tenemos que poder explicar nuestro mensaje divino en términos comprensibles y respetuosos.

Hablando de los requisitos de un anciano, o líder de la iglesia, Tito 1:9 requiere él sea «apegado a la palabra fiel, tal y como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen.» Por supuesto, aunque no seamos ancianos, todos tendremos la oportunidad y la responsabilidad, en amor, para exhortar con sana enseñana y también refutar a los que se oponen. Solo podemos lograr esto en la medida que verdaderamente conozcamos lo que creemos y por qué lo creemos.

Fuente:
Bruno Molina

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