¿Quién es Dios? ¿Quién es ese a quien millones de cristianos adoran? Para la gran mayoría, en el corazón de su respuesta yace el siguiente misterio: el concepto de que Dios es una deidad dividida en distintas personas, y sin embargo, fusionadas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Observe la sincera confesión de uno de los evangelistas más famosos del mundo quien enseña esta doctrina: “Hace años, cuando inicié el estudio de la Biblia, uno de los problemas más complejos que tuve que enfrentar fue la doctrina de la Trinidad. Y nunca lo he resuelto completamente, porque esta doctrina contiene un aspecto de misterio… Explicar e ilustrar la Trinidad es una de las tareas más difíciles…
(Esta es parte del artículo publicado originalmente como un error de uno de nuestros colaboradores. Pero seguiremos el desarrollo del tema basado en sus propias palabras para demostrar la doctrina de la Trinidad y su historia).
Nosotros podemos decir: Este es un tema difícil de explicar; solamente lo podemos afirmar. Esta doctrina tan claramente representada en la Biblia, no cabe dentro de nuestra mente. Para la mente humana comprender este misterio tan grande es realmente muy difícil. Pero la Biblia entera nos habla de Dios, del Hijo eternamente engendrado de Dios, que estaba con Él desde la eternidad. Desde Génesis vemos que dice:
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. (Génesis 1:26)
Incluso cuando los religiosos admiten que no pueden comprender a quien adoran, ¿existe alguna esperanza de que usted pueda entender la identidad de Dios? La respuesta es ¡Sí! Y buscarla principia buscando la ortodoxia trinitaria, buscando los versículos esclarecedores en la Biblia misma.
Después que la iglesia reconoció el canon de las Escrituras y su autoridad, la doctrina de la Trinidad fue una de las primeras que se afanó por definir. Pero con todo y ello tardó, tardó alrededor de cuatro siglos para dar una exposición satisfactoria a esta doctrina. Es el gran teólogo africano Agustín de Hipona quien (hasta la fecha) ha dado el mejor tratado sobre la Trinidad. Lo hizo en los primeros años de los cuatrocientos (siglo quinto). Debido a que los hoy en día se repiten los mismos errores que se propagaban en tiempos de la iglesia primitiva (por ejemplo, los Testigos de Jehová enseñan las mismas doctrinas que enseñó el arrianismo (de Arrio, 256-336), nos conviene saber un poco de la historia de la doctrina de la Trinidad.
Historia de la doctrina:
Son tres las herejías que provocaban las principales controversias en los primeros siglos de la teología cristiana: la monarquiana, la arriana y la macedoniana. La primera controversia trataba de la doctrina general de la Trinidad contra el unitarianismo, el patripasionismo, y el sabelianismo; la segunda contra las negaciones de la divinidad del Hijo, y la tercera contra las perversiones acerca de divinidad y personalidad del Espíritu Santo, y las controversias produjeron expresiones doctrinales que la iglesia cristiana nunca ha abandonado.
Aunque el desarrollo de la doctrina de la Trinidad llegó a su punto más crítico con la controversia con Arrio, sus raíces se hallan en las respuestas con que la iglesia respondió a errores previos. La primera de esas controversias es la monarquiana. (Las controversias, lejos de ser dañinas o estorbos, fueron fuertes motivos para que la iglesia buscara la verdad de las Escrituras: Dios por medio de ellas le enseñó a la iglesia cómo encontrar la verdad). El monarquianismo, como forma de error, data desde la última parte del segundo siglo (entre 170 y 190). Fue Tertuliano quien le dio este nombre a la herejía. El término de mono=uno y arqué=principio) fue un intento de describir la herejía, sin embargo, las intenciones de los manarquianos no eran del todo malas. Querían defender la unidad de Dios contra el politeísmo y esto los llevó a negar una trinidad personal, o sea, un trinidad de personas. La idea fue primeramente promulgada por un tal Teodoro, quien, alrededor del año 195, fue de Grecia a Roma y enseñó que Jesús nació milagrosamente de la viergen María y que fue un hombre recto y justo. Cuando fue bautizado por Juan en el río Jordán, el Espíritu Santo (a quien Teodoro llamó “Cristo”) llegó a él, por lo que vino a ser “Jesucristo”, “Jesús” entonces progresó en bondad, fue crucificado, y resucitó, y puede ser nuestro Salvador por el “Cristo” (el Espíritu Santo que estaba en él y porque su obediencia fue completa. Dios entonces lo adoptó como Hijo. Los seguidores de esta idea se llamaron “adopcionistas”. Tambien son “monarquianos dinámicos”, porque creen que Dios se revela como una energía o poder divino (dynamis) en Jesús. Esta idea presente en distintas formas en las variedades del “modernismo” actual.
Otro tipo de monarquianismo es el modalista, comúnmente llamado modalismo. Tambien se le llama “sabelianismo” por uno de sus principales promotores, Sabelio, quien dio la forma final a esta equivocada perspectiva de la Trinidad. El sabelianismo quería también proteger la unidad y singularidad de Dios, pero de una manera diferente del adopcionismo. Enseñó que Dios ser reveló como Padre, creador de todas las cosas. También es el legislador que dio su ley a Israel. En segundo lugar, cuando Dios quiso efectuar la obra de la salvación, dejó de revelarse como Padre y tomó la forma o modo de Hijo. Luego, cuando la obra del Hijo fue completa, Dios tomó la forma, o modo, del Espíritu Santo. Según esta doctrina, pues, cada persona de la Trinidad es solamente un modo de su revelación.
En la iglesia moderna, el modalismo está relacionado con la manera de experimentar a Dios. A veces, dicen los modalistas modernos, lo experimentamos como Padre, pero en otras ocasiones como el Hijo, y también como el Espíritu Santo. Las personas de la deisdad son, pues, modos de nuestra experiencia en Dios. Hay indicios de modalismo en algunas de las tendencias teológicas actuales, sobre todo en algunas formas d elo que se llama “barthianismo”.
Otro criterio, y de más influencia, fue el del arrianismo (de Arrio, presbítero de la iglesia de Alejandría). Este niega la divinidad del Hijo y del Espíritu Santo. Lo que ellos enseñaban es, más o menos, lo que enseñan hoy día los (llamados) Testigos de Jehová. El Hijo es un ser creado, tiene su principio y por ello no es eterno. Es lo más importante de la creación, pues Dios creó el “logos” para que este pudiera crear el resto de la creación. El “logos” es entonces el primero y el más alto de todos los seres creados, pero no deja ser un ser creado; el “logos” es una criatura.
La doctrian arriana de Cristo es aun muy inferior a la de los monarquianistas. En las doctrinas de estos, Jesús llega a ser “divino” por ser adopatado como Hijo, o porque tiene el valor de Dios, o es un “modo” de Dios. En el arrianismo (como entre los Testigos de Jehová actualmente) Cristo no es, de ninguna manera, Dios. El Espíritu Santo tampoco es Dios. Más bien es una “energía divina”, la “fuerza viva” de Dios, como afirman los Testigos de Jehová, pero no es persona, y menos divina.
Dios, espíritu santo
La primera respuesta, y de mayor influencia, a estas herejías fue la que dio Tertuliano (160-250). Su formulación proveyó el fundamento para la respuesta final que la iglesia, por medio de sus credos, daría al mundo. Tertuliano insistió en que hay solamente una sola naturaleza divina, y que el Padre, el Hijo, y el Espírtu Santo tienen en común esta sola naturaleza divina. Son separados y distintos, sin embargo, en cuanto a su persona. Entonces, hay solamente una naturaleza divina y tres personas divinas. En otros puntos tocantes a la relación entre las personas no fue tan atinado, enseñando una subordinación de la segunda y tercera personas de la Trinidad. No obstante, su contribución hacia la correcta doctrina es importante.
En la historia del desarrollo de la doctrina bíblica de la Trinidad se destaca una de las más grandes figuras en la historia de teología cristiana: Atanasio. Llegó tarde a la controversia, pues nació en Alejandría en al año 300 y murió en la misma ciudad en 373. (Agustín de Hipona, quien hacía el final del controversia dio a la doctrina su más completa expresión, nació en 354 y murió en 430) Atanasio se opuso a las doctrinas de Arrio y sostuvo una larga lucha por el concepto correcto de la Trinidad. Sufrió la cárcel y el destierro por su insistencia en la formulación bíblica.
Aunque era relativamente joven en este tiempo, Atanasio jugó un papel importante en el concilio de Nicea y en la formulación del credo de Nicea. Este concilio fue le que primero formuló oficialmente la doctrina de la Trinidad, y el credo formulado por él (que lleva el nombre del lugar del concilio) sigue siendo la expresión oficial de la iglesia relativa a la doctrina de la Trinidad. El credo de Nicea debió haber sido la solución del problema, pero, lejos de ello, desencadenó una larga lucha, ya que los enemigos de la doctrina bíblica no se rendían fácilmente. De hecho, los sufrimientos de Atanasio, que fueron muchos, le sobrevinieron después del concilio.
La lucha tenía que ver con una sola palabra. La palabra en griego es homoousios (homo=mismo y ousios=sustancia). El credo dice que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son la misma sustancia.
Despues Atanasio, cuyos últimos años pasó en paz y quien no vivió par la victoria de su lucha por la correcta doctrina, tres grandes teólogos tomaron parte en el debate. Han entrado en la historia como “los tres capadocios”, debido a que los tres fueron de Capadocia. Son Cregorio de Nisa, Basilio de Cesarea, y Gregorio de Nizianzo.
El fin del asunto:
Aunque en la iglesia siempre ha habido herejías, y todavía existen, la doctrina de la Trinidad quedó afirmada en una serie de concilios que la definieron cuidadosamente. Los concilios son de Constantinopla en 381, de Éfeso en 431, y de Calcedonia, en 451. Los últimos dos, sin embargo, no se ocuparon tanto de la doctrina de la Trinidad. Fue realmente el concilio de Constantinopla el que dio fin a la formulación de la doctrina. La obra de Agustín de Hipona empezó en estas fechas. Él pudo defender esta doctrina y darle una expresión teológica que es válida hasta el día de hoy.
Nuestro lector, Jonathan, nos comentó acertadamente el error en el artículo original que publicamos. Sentimos mucho tal falla.
Él nos da dos citas bíblicas que nos demuestran la deidad y personalidad del Espíritu Santo:
“Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? (Hechos 5:3)
“Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió. (Hechos 16:6-7)
La verdad que todo el libro de los Hechos de los Apóstoles debería llamarse el libro de los Hechos del Espíritu Santo.