Jesús nace en un pesebre; luego de un tiempo, ya están en una casa, y llegan unos hombres ricos y les dan un montón de dinero a José y a María, porque Dios es un buen Padre; Él se haría cargo. No sabemos más nada hasta los doce años, cuando van al templo y Jesús se pierde. Tres días más tarde, sus papás se dan cuenta que Jesús no estaba.
“46 Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. 47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. 48 Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. 49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” Lucas 2:46-49
El que debía estar molesto era Jesús, que lo dejaron. Él debió decir: Oye, mami, te fuiste, por tres días me dejaste. Pero, ¿quién pelea? El que está mal es el que pelea. ¿Quién es responsable? María y José. Jesús es un niño. Pero, cuando llegan que lo encuentran en el templo, en la mente de María y José, Jesús es culpable, y le preguntan por qué hizo eso. ¿No se parece eso a tus familiares? Por tú estar en el templo, los que se molestan son ellos. Tú estás en los negocios de tu Padre, en lo que te gusta estar, estás donde tienes que estar; tú no te metes cuando ellos están donde les parece, ¿por qué te reclaman a ti? La vida de Jesús causó conflicto en su propia familia. Si tú te quedas en el templo, sirviéndole a Dios, va a haber pelea porque te le pierdes a tu familia. Y la verdad es que te les pierdes porque ya tú no sirves a tu familia, sino a Dios, y para ellos poder tener una relación contigo más íntima que meramente una de sangre, algún día tendrán que perderse contigo en el templo. Por eso, tú debes asistir a la iglesia en familia. Hay quien se pregunta cómo sacar tiempo para sus hijos, y la respuesta es sencilla: Que te vean en el templo. Enséñales a tus hijos a disfrutar donde tú pasas la mayor cantidad de tiempo. Si quieren relación contigo, se ven en el templo. Y eso causa conflicto con tu familia.
El que debía estar molesto era Jesús, pero su familia le acusa. Más adelante, Jesús hace un balance. En Juan 2, vemos la historia en que, en medio de una boda, se acaba el vino.
“3 Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. 4 Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora. 5 Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere.” Juan 2:3-5
Se acaba el vino, y la madre de Jesús le dice: Haz algo. Él le dice: No es tiempo, no tengo que hacerlo. Pero, madre al fin, ella dice: No me importa; si no es el tiempo, haz el tiempo. Y la respuesta de Jesús es que, aunque no era el tiempo, hizo el milagro para complacer a su mamá. En otra ocasión, más adelante, Jesús está predicando, y alguien va y le dice: Allá afuera están tu madre y tus hermanos. Y él dice: Mi madre y mis hermanos son los que hacen la voluntad de mi Padre. En otras palabras: Diles que esperen; si quieren verme, que me vean predicar; después que yo termine aquí, los atiendo. En otra ocasión, alguien dijo: Benditos los pechos que tú mamaste. O sea, estaba adorando los pechos de María. Y Jesús lo paró en seco. Si Jesús llega a haber aceptado aquello, tendríamos hoy la religión de los que adoran los pechos de María. El punto es que Jesús tenía un carácter dócil a la hora de responder; él hacía un balance, cedía en ciertos momentos; le explicó a su mamá: En los negocios de mi Padre me conviene estar. No le echó la culpa ni le cuestionó que le reclamara, sino que le recordó cuáles eran sus prioridades. Y en el momento en que tenía que hacer algo por su familia, Jesús multiplica, cambia el agua en vino, complaciendo a su mamá, aceptando ese momento. Y esa es la diferencia que tú tienes que hacer como creyente, que va a causar que tus familiares experimenten a través de ti el verdadero carácter de Dios, y se cree la atmósfera para que algún día experimenten la salvación.
Para hacer ese balance, hay ciertas cosas que tú debes entender. Siempre tendrás conflicto con tu familia por tu fe. Te van a reclamar por tu tiempo, por tu dinero. Por supuesto, tienes que pasar tiempo con tu familia, pero tienes que saber que tu fe va a traer conflicto. Tienes que aprender a responder con propiedad; no con altanería. Cuando te pidan que hagas algo, aunque no sea el tiempo, de vez en cuando, cambia el agua en vino, haz ese balance. Pídele sabiduría a Dios para saber cómo hacer balance en medio de tus conflictos familiares por causa de tu fe.
Esposos y esposas, aprendan a honrar a su pareja, aunque no sea creyente. La Biblia nos dice en Efesios 5 cómo debemos tratar a nuestros cónyuges. Si algo da testimonio es que, aunque tu pareja no le sirva al Señor, tú le honres. Cumple con tus deberes, como hombre o como mujer, en todo el sentido; hónrale, haz el balance correcto.
Los hijos y los padres deben respetarse mutuamente. Dice Efesios 6 que los hijos respeten a los padres, y los padres no lleven a ira a sus hijos. Si quieres dar testimonio real y crear el ambiente para la salvación de los tuyos, tienes que hacer el balance que hizo Jesús. Eso es lo que la gente no entiende. El respeto no es un valor cristiano, sino un valor de la vida. Y tú tienes que aprender a respetar a tus hijos, a hacer el balance, no sentirte culpable, saber reaccionar, que haya respeto mutuo; todo esto abre la puerta para que, eventualmente haya salvación.
Sobre todo, para influenciar a tu familia, aprende a permitir que el fruto del Espíritu sea tu mayor testimonio.
“22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. 24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. 25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. 26 No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.” Gálatas 5:22-26