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Conclusiones incorrectas

15 Dijo también Dios a Abraham: A Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara[a] será su nombre. 16 Y la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella. 17 Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir? 18 Y dijo Abraham a Dios: Ojalá Ismael viva delante de ti. 19 Respondió Dios: Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac;[b] y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él. 20 Y en cuanto a Ismael, también te he oído; he aquí que le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicar mucho en gran manera; doce príncipes engendrará, y haré de él una gran nación. 21 Mas yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene.”  Génesis 17:15-21

Tanto Abraham como Sara se ríen por la misma premisa: El tiempo que ellos tenían.  Se ríen por ser viejos.  El problema que ellos tenían en su mente era que el tiempo ya había pasado.  En Joel 12, se profetiza que los jóvenes tendrían visiones, y los viejos tendrían sueños.  Uno pensaría que los que pueden soñar son los jóvenes porque tienen más tiempo, pero hay quienes no son ni tan viejos, pero ya no quieren ponerse con mucho invento, para evitarse problemas.  Pero Dios dice que al joven le da visiones, y al viejo le da sueños.  En nuestra mente carnal, humana, pensamos que el viejo ya no tiene tiempo de que el sueño se cumpla; pero no todos los sueños que Dios te da tú los ves manifestados naturalmente, pero no es que Él no te los cumpla.  Nadie puede decir que Martin Luther King no vivió el sueño; hoy hay un montón de derechos porque un hombre soñó, lo vivió desde el principio, y hay otros que deberían estar viviendo el sueño, pero están atados en su mente.  Walt Disney no vivió el sueño en lo natural, pero sí lo vivió; hoy caminamos por parques de un hombre que nunca caminó por ellos como los vemos hoy, pero nadie puede decir que él no vivió el sueño; él soñó con algo que trascendía su vida.

El problema de Abraham y de Sara, realmente, no era el tiempo.  Nuestro problema para los sueños es la acumulación de conclusiones incorrectas.  Tu problema no es tu edad, sino todas las conclusiones incorrectas que has acumulado a lo largo del tiempo, sea corto o largo.  Sara llevaba veinticinco años esperando una promesa; ¿cuántos pensamientos negativos tiene que haber tenido Sara en su mente durante esos veinticinco años?  El problema para Sara no era la edad.  Para Dios ese no era el problema.  El problema era que en veinticinco años habían acumulado demasiadas conclusiones incorrectas.

Hay jóvenes que en poco tiempo acumulan demasiadas conclusiones incorrectas.  Un niñito abusado a los tres años, y luego a los siete es abandonado, a los diez lo ponen en un hogar de crianza; en doce años, esa criatura tiene demasiada información negativa, ha acumulado demasiada información incorrecta que no le permite soñar.  Así que, no podemos trabajar con la gente, en base a la edad; tenemos que aprender que para soñar hay que cambiar todas las conclusiones incorrectas que hemos acumulado en nuestra vida, ya sea en poco o en mucho tiempo.  Después de mucho tiempo, comienzas a limitarte, pero no es por la edad.  La acumulación de información negativa es lo que te lleva a limitarte.

Visitó Jehová a Sara, como había dicho, e hizo Jehová con Sara como había hablado. Y Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho. Y llamó Abraham el nombre de su hijo que le nació, que le dio a luz Sara, Isaac. Y circuncidó Abraham a su hijo Isaac de ocho días, como Dios le había mandado. Y era Abraham de cien años cuando nació Isaac su hijo. Entonces dijo Sara: Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo. Y añadió: ¿Quién dijera a Abraham que Sara habría de dar de mamar a hijos? Pues le he dado un hijo en su vejez.”  Génesis 21:1-37

Dios visita a Sara y a Abraham, y ellos llaman a su hijo Isaac, que significa Dios me ha hecho reír; aquello que parecía un final tenebroso, se convierte en un final de risa.  Tu final nunca tiene que ser uno trágico.  El Dios al que tú le sirves, aunque a través de tu vida, haya una acumulación de problemas y dificultades, el que ríe a lo último, ríe mejor.

Tu final no tan solo va a traerte risa a ti, sino también a todo aquel que lo vea.  Cuando Dios haga lo que te ha prometido, ese día te vas a reír, y hay un montón de gente que se va a reír contigo y va a decir: Comoquiera, con todo lo que pasó, mira donde llegó.

No importa cuántos años tú tengas, cuánto tiempo ha pasado, tu final se tiene que llenar de risa, de alegría, y muchos se van a reír contigo.  Algún día tú podrás contar un testimonio tan grande que haga que la gente se ría.  Que después de tanto tiempo, en lugar de conclusiones incorrectas acumuladas, en lugar de temor, aún en tu vejez, Dios te va a dar ese hijo y te va a hacer reír, y contigo nos vamos a reír muchos.

Fuente:
pastor Otoniel Font | Puerto Rico

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