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Como también nosotros perdonamos a nuestros deudores

Esta es una de las expresiones más sublimes de todo el Padrenuestro. Encierra uno de los principios más profundos y exaltados de todo el evangelio: No solo necesitamos nosotros mismos el perdón continuo de Dios, sino que también tenemos que extenderle ese mismo privilegio del perdón a los demás cuando ellos nos ofenden a nosotros.

Se trata de las dos caras de una misma moneda. Ser perdonados por Dios presupone que estaremos dispuestos a perdonar a nuestros semejantes. Perdonar a otros tiene el mismo efecto liberador y sanador que tiene el ser perdonados por Dios. Si no perdonamos a otros, nosotros tampoco podremos recibir el perdón de nuestro Padre celestial.

Perdonar a los que nos han ofendido es una de las fuentes fundamentales de la salud mental y emocional. Por otra parte, el rencor es un veneno que se posa dentro de nosotros y nos amarga tanto física como espiritualmente. El que perdona se acerca como nadie a la naturaleza divina, pues la esencia misma de Dios es, efectivamente, perdonar. La Biblia declara: “misericordioso y clemente es Jehová; Lento para la ira, y grande en misericordia. No contenderá para siempre, Ni para siempre guardará el enojo” (Salmos 103:8 y 9). Dios es pura gracia, y su misericordia siempre triunfa sobre el juicio.

Si aprendemos a vivir vidas de gracia y misericordia, recibiremos gracia y perdón de Dios y de los demás cuando nosotros también cometamos nuestras propias faltas. Permite que el perdón fluya de ti como de una tubería ancha y limpia. Ese perdón y gracia que tú le transmitas a otros será en ti una fuente de agua refrescante que te permitirá navegar la vida con éxito y liviandad de espíritu.

Fuente:
PREDICAS.ORG

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