Efesios 4-13 nos llama a alcanzar la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, un propósito que implica crecer en madurez espiritual hasta reflejar plenamente a Jesús en nuestras vidas. Para lograrlo, podemos reflexionar sobre el ejemplo de un niño recién nacido que busca con ansias la leche pura, un simbolismo que encontramos en 1 Pedro 2-2: «desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación.
Claves para lograr la plenitud
Un corazón dependiente y hambriento. Así como un recién nacido depende completamente de su madre para alimentarse, debemos depender de Dios, buscando Su Palabra con la misma necesidad y deseo intenso. Este hambre espiritual nos lleva a una relación más profunda con Él. Pureza en lo que buscamos. Los niños buscan la leche pura, sin adulteraciones. De la misma manera, debemos buscar la verdad de Dios en Su Palabra, evitando mezclas que puedan diluir la enseñanza divina o llevarnos a engaños. Crecimiento continuo. La leche es esencial para el desarrollo físico de un bebé. Del mismo modo, la «leche espiritual» —la Palabra de Dios— es indispensable para nuestro crecimiento espiritual. Debemos alimentarnos de ella diariamente para madurar y alcanzar la plenitud en Cristo. Simplicidad y humildad. Jesús dijo: «De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él (Marcos 10:15). La humildad y la disposición de un niño nos permiten recibir con fe y confianza la guía de Dios.
Buscar la plenitud en Cristo no es un evento único, sino un proceso continuo. Como los niños recién nacidos buscan con ansias la leche pura, nosotros también debemos buscar a Dios con un corazón humilde, hambriento de Su Palabra, y dispuesto a crecer en fe y obediencia. De esta manera, avanzamos hacia la unidad en la fe y el conocimiento del Hijo de Dios, alcanzando la plenitud que sólo Él puede dar. ¿Nos gustaría explorar cómo poner esto en práctica en nuestra vida diaria, antes de finalizar el año? Gracia y Paz.