
Nuestra intercesión y oración deben estar cimentadas en la Palabra de Dios y en las promesas eternas que Él ha establecido para Su pueblo. En medio de un mundo lleno de incertidumbre, hoy levantamos un clamor profético y unificado, confiando en que nuestras oraciones tienen poder para mover montañas, porque así lo dijo nuestro Señor Jesucristo: “Si tuvierais fe como un grano de mostaza… nada os será imposible” (Mateo 17:20).
Este es el tiempo de la unidad, el tiempo en que el Cuerpo de Cristo debe levantarse como un ejército espiritual, no con armas humanas, sino con las armas poderosas de Dios, que derribar fortalezas (2 Corintios 10:4). Nos unimos, no para dividir, sino para edificar; no para contender, sino para proclamar que Cristo es nuestra paz (Efesios 2:14).
Pedimos y proclamamos la paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7), esa paz que no depende de las circunstancias, sino que fluye del trono de Dios y que solo puede ser hallada en Jesucristo, el Príncipe de Paz (Isaías 9:6). Esta paz no es solo ausencia de guerra, sino presencia de restauración, esperanza y victoria sobre cada área de nuestras vidas: en los hogares, en la iglesia, en las comunidades y en las naciones.
Hoy intercedemos por Israel, por las naciones y por la Iglesia de Cristo en todo el mundo. En medio de tensiones, guerras y rumores de guerras, recordamos que somos llamados a ser “luz en medio de las tinieblas” (Mateo 5:14-16). Creemos que la unidad en la oración abre los cielos, rompe cadenas de opresión y abre puertas para que el evangelio siga siendo proclamado con poder y autoridad en cada rincón de la tierra.
Profetizamos que este fin de año será un tiempo de victoria espiritual. Declaramos que el enemigo no tendrá la última palabra, porque “mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4). Declaramos cielos abiertos, familias restauradas, ministerios renovados, iglesias fortalecidas y corazones encendidos con un fuego nuevo del Espíritu Santo.
Este clamor no es solo una súplica, es una proclamación de fe: el Señor está con nosotros como poderoso gigante (Jeremías 20:11). Por eso nos atrevemos a declarar que terminaremos este año en victoria y comenzaremos el nuevo bajo el favor y la gracia del Altísimo.
Unidos en el Espíritu, levantamos nuestra voz y decimos: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres (Lucas 2:14). Que Su paz reine, que Su amor cubra, y que Su victoria sea manifiesta en todo lo que somos y en todo lo que hacemos.
Gloria a Dios. Paz, restauración y victoria para todos.
Unidos en oración, en el nombre poderoso de Jesús, lo veremos cumplido.