No deseches, pues, tu confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
Hebreos 10:35-36-Hebreos 12:2
Hay batallas que no se pelean con palabras, sino con convicción. Hay guerras que no se libran fuera de nosotros, sino en el silencio del corazón, donde el enemigo intenta sembrar la duda y apagar el fuego de la fe.
El Espíritu Santo me mostró claramente. Hay un espíritu falso de inseguridad que quiere hacerme enviudar del don de fe que Dios me dió.
Eso me estremeció… enviudar, como si quisiera romper el pacto que me une a la fe viva que Cristo puso en mí. Como si buscara que mi alma quedara sola, sin la cobertura del Esposo fiel que es Jesús, el autor y consumador de nuestra fe (Hebreos 12-2).
Pero no lo permitiré.
No voy a cederle territorio a la duda, ni a las voces del temor disfrazadas de prudencia o lógica humana. La inseguridad no es mi compañera. La fe es mi alianza, mi vínculo eterno con el Dios que nunca falla.
Estoy casada con la fe que viene del cielo, esa que sostiene cuando las fuerzas se agotan, esa que ve más allá del caos, esa que me hace avanzar aunque el camino se oscurezca. La fe que me impulsa a caminar sobre las aguas cuando Jesús me llama, aunque el viento sea contrario.
Sí, el enemigo quiere apagar la llama. Quiere que retroceda. Quiere que me sienta pequeña, inadecuada, incapaz. Pero mi fe no depende de mis emociones, sino de la verdad eterna de Dios.
Y hoy, con autoridad en Cristo Jesús, dijo “Espíritu de inseguridad, no tienes parte conmigo,No pagarás mi fe. No me separarás del Dios que me llamó.Rechazó toda mentira y abrazó con fuerza la verdad que me sostiene.Estoy unida a la fe que no se quiebra, porque proviene del Dios que nunca falla.
Aunque tiemble la tierra, mi fe no tiembla.
Aunque todo cambie, mi confianza permanece.
Porque el amor eterno que me escogió no me dejará sola.
No estoy en duelo. Estoy en pacto.
No camino sola. Camino tomada de la mano del Dios que cumple promesas. ALELUYA.