La autoinmolación. Muchos abusadores obligan a sus víctimas a entregarse ‘voluntariamente’ al abuso amenazándolas con hacerle lo mismo a sus hermanos/as menores o responsabilizándolas por las consecuencias que ocurrirían si ella no se prestara al abuso, por ejemplo: «si tu madre se entera se va a suicidar», «los voy a echar a todos a la calle», «regalaré a tus hermanos a gente que los abuse»…, etc. Es así que la víctima termina sacrificándose por el bienestar del resto de la familia. Esto también explica por qué suele ser la hermana mayor la que denuncia un abuso y no la madre. Ella ha sido la víctima inicial, ha quedado presa de las mentiras del abusador, pero al transcurrir el tiempo se percata que el abusador ha mentido y que cuando no la tenga disponible a ella, entonces buscará a la siguiente víctima dentro de la familia, entre sus propios hermanos o hermanas.
El miedo terrorífico. Algunas víctimas sentirán tal grado de pánico que quedarán inmovilizadas por el abuso. Tienen temor a lo que pueda hacerles el abusador si se niegan o hablan. Ese miedo persiste mucho más allá de la duración del abuso. Si intentan defenderse el abusador las acusa de ‘traidoras’ y les hace recordar el ‘grave peligro que corren’, les exige que pidan perdón y juren lealtad. Si existe más de un abusador la fuerza destructiva de ellos multiplica los sentimientos de indefensión que sienten las víctimas.
La culpa y la vergüenza. El abusador se encarga de hacerle creer a la víctima que el abuso ocurrió por culpa suya, ella ‘lo provocó’. Expresiones típicas del abusador: «con esos ojitos me lo pedías», «yo sé que querías que te lo hiciera», etc. De ese modo el menor se siente culpable. Debido a la manipulación, la víctima no se anima a pensar de manera diferente al abusador y queda entrampada de modo sostenido en el tiempo, lo cual contribuirá a generar fobias, trastornos de ansiedad, estados de pánico e incluso depresión en la vida adulta.
Muchos abusadores ‘entrenan’ a sus víctimas para que aprendan a reaccionar frente a una señal o estímulo, trayendo a la memoria todo lo que han vivido y sufrido. De ese modo quedan aterrorizadas, paralizadas y a disposición del abusador.