Al cerrar este día, nos postramos con reverencia en una quietud espiritual profunda, buscando refugio debajo del altar del Dios vivo. Ese altar celestial no es solo un símbolo de sacrificio, sino un lugar sagrado donde el alma encuentra reposo. Allí no hay temor, ni ruido, ni condenación. Solo hay reposo santo, paz verdadera y la dulce presencia del Cordero que fue inmolado por amor.Y cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Apocalipsis 6-9
Como aquellas almas fieles que descansan en ese altar eterno, nosotros hoy rendimos nuestras cargas, confesamos nuestras luchas y elevamos nuestras oraciones con confianza. Porque bajo Su altar, el alma herida se sana, el corazón abatido se fortalece, y la fe fatigada se enciende de nuevo para enfrentar el amanecer con esperanza.
Allí, bajo el altar, todo cobra sentido. No hay lágrima que no sea vista, ni clamor que no sea oído. En ese lugar escondido, el silencio mismo habla. habla de amor eterno, de justicia en proceso, y de gloria venidera.
Que esta noche descansemos sabiendo que estamos guardados por el Dios que no duerme, y que en Su altar invisible pero real somos abrazados por la eternidad.
En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado. Salmo 4-8