Muchos nos orgullecemos al decir que somos Cristianos, que somos hijos de Dios nacidos de nuevo, que creemos en Dios y que Él es nuestro Rey y Señor.
Pero la fe siempre tiene que ir acompañada de buenas obras, es decir que si yo grito a los cuatro vientos que soy hijo de Dios, antes de gritarlo tengo que mostrarlo, ¿Cómo?, a través de nuestras acciones.
Santiago en su carta nos da una lección de lo que realmente significa ser cristiano y ser fieles a Dios. Quiero que leamos literalmente el mensaje que él nos da:
“Si algún hermano o hermana de la iglesia no tiene ropa ni comida, y tú no le das lo que necesita para abrigarse y comer bien, de nada le sirve que tú le digas «Que te vaya bien, abrígate y come hasta que te llenes». Lo mismo pasa con la fidelidad a Dios: de nada nos sirve decir que le somos fieles, si no hacemos nada que lo demuestre. Esa clase de fidelidad está muerta.
A los que dicen que son fieles a Dios, pero no hacen lo bueno, yo les podría decir: «Tú dices que eres fiel a Dios, y yo hago lo que es bueno. Demuéstrame que es posible ser fiel a Dios sin tener que hacer lo bueno, y yo te demostraré que soy fiel a Dios por medio del bien que hago. Tú crees que existe un solo Dios. ¡Muy bien! Pero hasta los demonios creen en él y tiemblan de miedo. No seas tonto. Debes aceptar que de nada te sirve decir que eres fiel a Dios y confiar en él, si no haces lo bueno. Nuestro antepasado Abraham agradó a Dios cuando puso a su hijo Isaac sobre el altar, para sacrificarlo. Y Dios lo aceptó por eso. La confianza que Abraham tuvo en Dios se demostró con todo lo que hizo, y por medio de todo lo que hizo su confianza llegó a ser perfecta.»