En este mundo caído y gobernado por el mal, la voluntad de Dios se cumple a regañadientes, a pesar de gran oposición. Hay un espíritu de pecado en el mundo, ‘el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto’ (2 Tesalonicenses 2:4). Los poderes de las tinieblas existen para oponerse a la voluntad de Dios, y para contradecir todo principio noble o santo que exista sobre la tierra. El deseo de Satanás es subvertir la voluntad divina, y llenar el corazón del hombre con el mismo espíritu de rebeldía y soberbia que embarga su propio corazón. Esta es su razón de ser, su único propósito en la creación. Satanás es el Adversario, el opositor por excelencia, el origen de toda resistencia a la voluntad de Dios en la creación.
La creación gime por el día en que la voluntad de Dios se cumpla en el mundo sin resistencia ninguna. Jesucristo nos enseña a orar que la voluntad de Dios se cumpla “como en el cielo, así también en la tierra”. Nuestro anhelo ardiente debe ser que llegue el día en que la voluntad de Dios—sus santos propósitos, sus iniciativas para promover el amor, la vida y la justicia—se cumplan con tanta espontaneidad y fluidez en el mundo como se cumplen en el cielo. En el cielo no hay ninguna oposición a la voluntad de Dios. Allí, el deleite de todos sus habitantes es que el Padre manifieste su Persona y sus santos propósitos.
En Apocalipsis 4:10 el apóstol Juan nos presenta la maravillosa escena de veinticuatro ancianos, seres maravillosos y llenos de misterio, que se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos. Estos ancianos toman sus coronas, símbolo de su autoridad y realeza, y las echan delante del trono en señal de total sujeción a la voluntad del Rey de reyes y Señor de señores. Esa es la actitud que rige al cielo—total entrega a la voluntad de Dios, deleite en sujetarse a Él, deseo absoluto de que se cumpla su voluntad.
Anhelemos el día de que se dé una escena similar universalmente en el mundo. Que toda la creación abrace los propósitos sublimes del Creador, y que el mundo sea un reflejo perfecto de su santa voluntad. Mientras tanto, hagamos todo lo posible para ser nosotros mismos una expresión de ese cumplimiento sin resistencia de la voluntad de Dios sobre la tierra.