
Vivimos en un mundo que constantemente nos empuja a desear más, más y más éxito, más reconocimiento, más bienes. Sin embargo, muchas veces lo que queremos está lejos de lo que realmente necesitamos. Nuestros deseos pueden estar enfocados en metas que no están dentro del plan de Dios, y aunque podrían darnos una satisfacción momentánea, al final dejan vacío, tristeza o frustración. Como dice Proverbios 14-13:
Aun en la risa tendrá dolor el corazón; y el término de la alegría es congoja.
Por otro lado, lo que Dios sabe que necesitamos va más allá de lo superficial. Él quiere darnos gozo y paz duraderos, no emociones pasajeras. La verdadera bendición, la que viene del cielo, no añade tristeza, ni ansiedad, ni confusión. “La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella.” (Proverbios 10-22)
Cuando aprendemos a confiar en Dios, cuando le encomendamos nuestras obras, Él alinea nuestros pensamientos con Su voluntad. En lugar de perseguir lo que creemos que nos hará felices, comenzamos a recibir lo que realmente nutre nuestro espíritu y nos da plenitud.
¿Estoy buscando lo que quiero o esperando con fe lo que Dios sabe que necesito?
¿He aprendido a confiar en Su provisión, incluso cuando no se parece a mis planes?
Señor, enséñame a rendir mis deseos ante Ti. A veces no sé lo que realmente necesito, pero Tú sí. Ayúdame a confiar en tu voluntad, y a recibir con gratitud lo que tú sabes que es lo mejor para mi vida. Que no busque lo que solo da placer momentáneo, sino lo que trae gozo y paz que permanecen para siempre.