El alma humana es como un náufrago en alta mar, quién fue dejado allí a su suerte desprovista de cualquier elemento para salvarse (si un chaleco salvavidas, sin ninguna madera a la cual aferrarse, o cualquier objeto que flote). Este náufrago que ya dijimos es el alma humana, flota a la deriva sin esperanza alguna de sobrevivir (en sus pies tiene atado lastre que la jalan hacia el fondo: Orgullo, malos pensamientos, miedo, vicios, complejos de inferioridad, pecados ocultos, etc.). Pero entonces, a lo lejos, divisa una forma, una figura borrosa que se acerca lentamente; y en la medida que avanza se va convirtiendo en una embarcación. El alma sonríe y cobra fuerzas porque ve allí esperanza de vida.
El barco avanza lentamente, pero sin intención de detenerse; el alma se da cuenta de ello. Entonces se entristece, se deprime y se da por muerta; mas desde la cubierta del barco asoma un hombre que mira al alma y se apiada de ella. Le pregunta: ¿Qué puedo hacer por ti? ¡Por favor sálvame! – dice el alma angustiada. El hombre entonces va rápidamente a la bodega del barco y trae una soga la cual lanza con todas sus fuerzas hacia el alma que está a punto de ahogarse, ésta la toma aferrándose a ella con ‘desespero existencial’. El hombre comienza a jalar logrando por fin subirla a bordo, sin que el barco se haya detenido.
Una vez arriba el alma agradece a su salvador y éste la abraza diciéndole que mañana hará nuevamente lo mismo, o sea, se apiadará de ella lanzándole la cuerda para rescatarla.
APLICACIÓN
Todos los días nuestra alma se enfrenta a corrupciones, pecados, vicios, imágenes, maldades y toda suerte de peligros qué la corrompen dejándola débil y a veces moribunda en un mar de aflicción. Nuestra alma grita con desespero pidiendo ayuda (suele hacer esto en las madrugadas cuando todo está quieto, pues tiene la esperanza de que alguien la escuche). Pero solo quiénes han desarrollado su vida espiritual serán capaces de oír los gemidos de su propia alma, y más aún, solo quiénes sean obedientes a la voz de Dios correrán presurosos a ayudarla. ¿Cómo? Lanzándole una cuerda para rescatarla del estado en que se encuentra. Está cuerda es la oración, la lectura bíblica diaria, cántico de alabanzas, el escuchar prédicas, la meditación, el agradecimiento, congregarse regularmente y rezar plegarias de petición.
Cuándo nos despertamos de madrugada y hacemos todo esto (entre las 3 y 4 am), estamos lanzándole una cuerda a nuestra alma para rescatarla del daño qué el mundo le ha causado; sin embargo, la mayoría de los mortales ignoran los gritos de su alma y siguen durmiendo mientras en su interior el alma se ahoga en un océano de depresión, ansiedad, tristeza, enojo y perdición. Solo los más espirituales serán lo suficientemente sensibles para despertarse en la madrugada y acudir en ayuda de su alma angustiada, pero hacer esto requiere disciplina y la firme disposición de estar en comunión con Dios para así lanzar la cuerda todos los días, porque todos los días el alma pedirá ayuda.
FINALMENTE…
La embarcación de nuestra historia es Dios. Arriba del barco los pasajeros están a salvo, puesto que Él es la Roca inconmovible y las aflicciones del mundo no tienen poder sobre Él. Aquellos que estén en el barco navegarán seguros porque la comunión con el Señor los protege de todo mal, pero para subir hay que trabajar la vida espiritual de cada uno, aquella que se consigue en las disciplinas espirituales que para el hombre carnal resultan absurdas, pero para los espirituales son esenciales.
¿Y tú, lanzarás la cuerda mañana cuando tu alma pida ayuda?