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Anclados en la Fe

Sal 1:1-3 ¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores, sino que en la ley del SEÑOR está su deleite, y en su ley medita de día y de noche! Será como árbol firmemente plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita; en todo lo que hace, prospera.

La palabra bienaventurado, quiere decir: “doblemente bendecido; habla de una persona muy dichosa y también indica uno que es muy feliz”. El contexto de nuestra lectura hace referencia del futuro que le depara al hombre que se aparta del mal, llamado “justo” delante del Señor. El justo es el que se deleita en la palabra de Dios y que medita en ella de día y de noche; cuando esto acontece entonces Dios nos hace ser doblemente bendecidos y muy dichosos.

Meditar, en el hebreo, no indica un ejercicio mental; meditar en la Palabra de Dios implica reflexionar, hablarla, contemplarla y pensar en ella. La Palabra de Dios endereza nuestros pasos, nos guarda del camino torcido, nos dirige en rectitud, nos hace sabios y produce fe en nosotros: “…porque la fe es por el oír y el oír de la palabra de Dios”.

Cuando nuestra fe crece, esta nos hace personas persistentes y firmes. La fe es la herramienta que nos lleva a activar y ver cumplir en nosotros las promesas de Dios. Las promesas de Dios son reales y son fieles; “…porque Dios no solo prometió, sino que también hizo juramento, dos cosas en las cuales es imposible que Dios mienta”. Sin embargo las promesas de Dios no vienen cuando nosotros queremos, o cuando sentimos que más las necesitamos, sino que la fe nos hace ser persistentes hasta que vemos su cumplimiento. Heb. 6:12 “…seamos imitadores de los que por la fe y la paciencia heredan las promesas”.

Entonces, necesito tener fe para ver la mano de Dios obrando sobre mi vida; y esta fe se activa en mí cuando me deleito en la Palabra de Dios, cuando medito en ella y a la vez produce firmeza. “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae”.

Cuando el árbol está cerca de las corrientes de aguas suceden dos cosas:

No. 1.- El árbol echa raíces profundas, se mantiene siempre verde y da su fruto en su tiempo; porque las corrientes de aguas es tipo de la presencia de Dios que calma nuestra sed, que nos refresca y nos hace ser fructíferos en todo tiempo. Juan 15:5 “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.

No. 2.- Cuando el árbol está junto a las corrientes de los ríos, en el tiempo de la crecida es el más duramente golpeado, pero sin embargo, no es el que más daño sufre. Y es que las aflicciones son necesarias, Jesús dijo: “Es imposible que no vengan tropiezos”. Los tropiezos son tipos de aflicciones que no vemos venir.

¿Qué sucede en medio de la aflicción? Dos cosas: Primero, la carne se levanta influenciada por Satanás. ¿Cuál es la estrategia?

Golpea nuestra alma, alborotando y corrompiendo nuestras emociones, nos hace sentir débiles, tristes, inseguros, desamparados. Sentimos que todos están bien, menos nosotros y que no somos importantes para nadie.

Nos hace presos del presente, impidiendo que veamos hacia delante, hacia el amanecer que viene después de toda oscuridad; hacia la calma que se produce después de la tormenta; pero tampoco nos permite ver hacia atrás, las tantas veces que Dios te ha librado de situaciones similares.

Busca arruinar el futuro. Te hace sentir que vas a perecer y quiere destruir tus esperanzas para que tomes decisiones apresuradas y fatales.

Busca hacernos retroceder. Que neguemos nuestra fe, que nos apartemos de Dios, que descuidemos su presencia, que nos alejemos mediante excusas aparentemente justificadas.

Segundo, la aflicción también tiene un propósito en Dios y es desarrollar el hombre espiritual. El apóstol Pablo era un hombre de un físico débil, pero dentro de ese cuerpo esquelético había un hombre espiritual robusto, un gigante de la fe, un violento espiritual. Y es que hay promesas que para ser alcanzadas Dios tiene que fortalecer tu hombre interior y llevarte a otro nivel de fe; es decir, que cuando la aflicción se presenta esta viene a anunciar que hay algo grande que Dios tiene preparado para tu vida.

¿Cómo hacer frente al tiempo de aflicción?

Meditar en la Palabra: (pensar en ella, reflexionar, hablarla); hacer de ella nuestro deleite. La palabra es el soplo de Dios, que fortalece nuestro hombre espiritual y produce fe para hacernos estar firme. “Será como árbol plantado junto a corrientes de las aguas….”

Hablar a nuestra alma: el alma recibe influencia de las voces que escucha. (el mundo, Satanás, Dios). Tenemos que afectar positivamente nuestras emociones, para que estén bajo la paz de Dios. Sal 42:5 “Por qué te abates oh alma mía y te turbas dentro de mí, espera en Dios, porque aun eh de alabarle salvación mía y Dios mío”.

La oración: orar cierra los ojos naturales y te abre los ojos espirituales. Nuestros ojos espirituales estarán siempre puesto en Jesús, autor y consumador de nuestra fe. Ver la grandeza del Dios en quien confiamos, que controla los vientos y los mares y que es poderoso para sostenernos cuando pensamos desmayar.

…. Y todo lo que haga prosperará; la firmeza en nuestro Señor, nos hace ser fructíferos y activa el favor y la bendición de Dios sobre nosotros. Medita siempre en la poderosa Palabra de Dios, haz de ella tu pan de cada día y verás que los más fuertes vientos no podrán moverte, porque ella te sustentará y serás como casa edificada en la roca que es Cristo.

Pastor Emmanuel Montero Javier

 

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