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Amor eterno

El amor es el sentimiento más sublime del ser humano. Nada es comparable con el amor. Pero amor no es solo un sentimiento, es mucho más que eso. Amor es lo que da sentido y significado a la vida del hombre. Solo el amor es capaz de satisfacer las necesidades más profundas del hombre; pero el amor perfecto, el amor verdadero, procede de Dios.

Prueba de amor (I)
Jesucristo es la imagen de Dios invisible, la manifestación gloriosa de Dios a los hombres. En Jn. 17:20-25 Jesús dijo:”Mas no ruego solamente por estos, sino por los que han de creer en mí por medio de la palabra de ellos…Yo en ellos y tú en mi, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mi me has amado,…para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”.

El amor entre el Padre y el Hijo existía desde antes de la fundación del mundo. Dios le dio la gloria a Jesús para que su amor se manifestara al enviar a su Hijo unigénito al mundo, para que el mundo no perezca sino que pueda salvarse. La perfección del amor se da en la unidad. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo existen en la unidad perfecta, y su amor es de tal manera que son un mismo y único ser.

El mundo conocerá quien es Dios cuando reconozca a su enviado, Jesucristo, y el amor que existía en Dios es derramado sobre los que creen en Jesús, a través de su Espíritu Santo. La prueba de amor suprema de Dios fue la entrega de su Hijo en la cruz por el derramamiento de su sangre. El se entrego por completo en la cruz, para darnos completa salvación. Y no solo se entregó en la cruz, sino que resucitó, para que la vida que hay en él, pueda ser manifiesta en nosotros al morir. Y al ascender a los cielos, no nos dejó solos, nos envió su Espíritu, el Espíritu Santo, para estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.

La sangre derramada, la resurrección y la presencia del Espíritu Santo son la prueba de amor de Dios para con el hombre, garantías de vida abundante en la tierra y vida eterna en los cielos.

Amor inigualable (II)
En I Jn. 4:9 leemos:”En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por medio de él”. Ahí está el secreto del amor verdadero; el amor que me conduce a la vida. Un camino que conduzca a la muerte no es verdadero. La verdad está en el amor de Dios, que da vida. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios sino que él nos amo a nosotros primero, y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.” (10) El gran misterio del amor de Dios es que, siendo nosotros pecadores, el inocente, que nunca cometió pecado, tomó nuestro lugar, y se entregó a sí mismo en la cruz, con la peor de todas las muertes, para que pudiéramos vivir amándole en el amor eterno, en la vida eterna que es él.

El hombre no tiene que hacer nada para salvarse, solo creer en Jesucristo. No somos justificados porque hagamos obras, sino por la gracia de Dios dispensada en Jesucristo. Si creemos en Jesús, tenemos vida eterna. “Ninguno vio jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor es completado en nosotros; en esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto, y testificamos que el Padre ha enviado a su Hijo para ser Salvador del mundo. Cualquiera que confesare que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene en nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”. (12-16) Nosotros amamos a Dios, porque él nos amo primero. Cualquiera que confesare que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Al recibir a Jesucristo como Dios, su amor nos alcanza. Tenemos esperanza de vida, certeza de que le veremos y viviremos juntamente con él a perpetua eternidad.

El apóstol Pablo da testimonio del amor de Dios que alcanzó su vida al decir, en Fil. 3:12-14:”No que ya lo haya alcanzado, ni que ya sea perfecto; mas sigo para asir de aquello como también soy asido del Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no hago cuenta de haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del soberano llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

El llamado de Dios es a vida, no a muerte. Es un llamamiento santo. El llamado es a adorarle por siempre, a amarle por la eternidad. Su amor nos alcanzó. El nos separó, por su amor, del dominio de las tinieblas, y nos trasladó a su luz admirable. El cambió la dirección de nuestra vida, y transforma la vida del hombre para bien.

Las cualidades de su amor son inigualables: es amor sacrificial, completo, abierto, total. En griego hay varias palabras para significar amor. El amor filial es amor que nos vincula con familiares, hermanos y con la descendencia. Por el amor storge nos relacionamos con los demás. El amor eros es un amor pasional, sexual, de lo cual deriva el término erótico. Pero el amor de Dios es diferente, es incomparable. Su amor es ágape: incondicional, lo entrega todo, lo da todo. Es paciente con nosotros, es servicial. Lo puso todo a nuestro servicio de tal manera que hasta su propia vida entregó.

El amor de Dios no hace acepción de personas; no tiene envidia, porque es quien da y porque no necesita nada. No se jacta ni se engríe de sí mismo. Se humilló hasta el extremo, despojándose de su condición divina, hasta entregar su vida en la cruz. El gran sacrificio de Dios fue realizado cuando dejó de ser Dios para venir a ser hombre. Ese sacrificio es EL NIVEL MAS ALTO DE EXPRESION DEL AMOR DE DIOS.

El Dios verdadero es el que bendice, que no busca su propio interés, ni cómo cobrar lo que da. Los demonios no dan nada gratis. Jesús lo da todo por nosotros, por su gran amor; y lo da gratis, por gracia. No se irrita por nuestros pecados y esta siempre presto a perdonarnos.

No toma en cuenta nuestros delitos y transgresiones. El no hace nada indecoroso, porque es bondad sin límites. No se goza de la injusticia, sino que se goza con la verdad. Espera siempre, soporta todo, tal como soportó el sacrificio de la cruz, a pesar de ser inocente. El amor de Dios no tiene límites. Inigualable es el amor de Dios.

Amor eterno (III)
El amor perfecto de Dios se mostró en que Jesucristo nos probó, nos enseñó, nos reveló cual es el camino a la vida. “En esto hemos conocido el amor de Dios, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos”. (I Jn. 3:16) Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida si amamos a nuestros hermanos. El que no ama no es de Dios ni conoce a Dios, porque Dios es amor.

Si entendemos que el hombre fue creado a imagen de Dios, es más fácil amar de verdad, porque amamos la imagen de Dios que hay en cada ser humano. Llenos del amor de Dios, su presencia en nuestros corazones nos habilita para amar conformes al amor con que somos amados por él. Amar por filantropía, por humanismo, por altruismo, es obra muerta; amar de corazón, porque amamos a Dios, es amor eterno, nunca pasará, pues “ni las muchas aguas podrán apagar el amor” (Cnt. 8:7)

En el amor no hay temor. El amor perfecto echa fuera todo temor. El temor tiene castigo, y el que teme no ha sido perfeccionado en el amor. Es tiempo de avanzar en el camino del amor perfecto, tiempo de conquistar el corazón de Dios, de venir delante de su presencia con corazón humillado, arrepentido, reconociendo la prueba de amor perfecto que nos dio, al hacerse hombre por amor, y entregarse a sí mismo en la cruz, como ofrenda de salvación por los perdidos.

Dios está llamando a la puerta de tu corazón, para entrar a cenar contigo y darte alimento de vida, amor eterno. I Cor. 13:8-10 dice:” El amor nunca deja de ser; mas las profecías se han de acabar, y cesarán las lenguas, y la ciencia ha de acabar; porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte quedara fuera de uso.” Lo perfecto no puede ser pasajero. Si es pasajero, no es perfecto. Lo perfecto permanece. El amor perfecto de Dios nunca pasará, es eterno. Con amor eterno nos amo Dios, para que con eterno amor lo recibamos nosotros, y así podamos experimentar su amor perfecto.

1 Co:13:12 “Ahora vemos como por espejo, en obscuridad; mas entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte; mas entonces conoceré como soy conocido”. Inmenso amor el de Jesús, al dar su vida por nosotros, en la cruz. Su amor es inagotable. Incomparable es el amor de Dios.

Fuente:
Pastor Juan Betances

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