“18 Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene. 19 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos.” Mateo 11:18-19
No se puede complacer a la gente. No hay manera. Esto era lo que Jesús estaba diciendo. Aquellos que le creemos a Dios, siempre vamos a estar en controversia con el mundo. Pero a Jesús no le importaba lo que dijeran de él. Él dijo que sus resultados hablaban por él.
Pero, ¿por qué decían que era comilón y bebedor? Cuando vemos el ministerio de Cristo, él pasó mucho tiempo en fiestas, en banquetes, comiendo en casa de la gente; lo pasó compartiendo con gente que la gente pensaba que no eran dignas de él. El primer milagro registrado de Jesús no ocurre en un hospital, sino en una fiesta donde él cambia el agua en vino. Ese milagro no salvó a nadie, no sanó a nadie; lo que salvó fue una fiesta. Y podemos pensar que aquel era un vino sin alcohol, pero el maestresala dice que todo el mundo sirve el mejor vino al principio, para que cuando la gente esté borracha ya no noten la calidad del malo, y Jesús no refutó aquello. La Biblia podemos verla como queremos o como es. La verdad es que, lo que la Biblia dice es que tú no debes embriagarte. Con esto, no es que te vayas a beber, pero la verdad es la verdad.
Como creyentes, tenemos que aprender a vivir como Jesús, vivir de manera tal que podamos hacer la diferencia en el mundo en que vivimos. Si andamos con una mentalidad religiosa, de condenación y culpabilidad por todo lo que hacemos y cómo vivimos, lamentablemente, nos vamos a encerrar. Lo interesante es que, cuando Jesús hace las expresiones en el verso que estamos viendo, él no se defiende de ser comilón o bebedor, porque la verdad es que él pasó mucho tiempo comiendo y bebiendo con gente que otros no respetaban. Fue a casa de Zaqueo; se encontró con la mujer samaritana; dice la Biblia, que Jesús dijo que le era necesario pasar por allí, pero aquel lugar no le quedaba de camino a donde él iba, sino que era el camino más largo; él cogió aquella ruta para encontrarse con ella. Aquella mujer había tenido cinco maridos, y el que ahora tenía no era suyo. Y Jesús se encuentra a solas con ella. Los discípulos lo ven, y dicen: Ah, ahora sabemos por qué tenía que venir. Era un riesgo estar allí con aquella mujer; pero Jesús dijo: Yo tengo que ir allí. Y aquel encuentro cambió la vida de aquella mujer. Y por causa de que la vida de esa mujer cambió, toda una ciudad cambió; ella trajo después a toda esa ciudad, y la puso a los pies de Cristo. Aquella mujer hizo algo que un discípulo nunca hizo por él. Los discípulos se peleaban por quién se tomaba la foto a la derecha o la izquierda. Esta mujer hizo lo que nadie hizo por Jesús: Le trajo una ciudad y se la puso a los pies, simplemente, porque él no tuvo problemas en que le llamaran amigo de pecadores.
Y esa debe ser nuestra actitud aquí en la tierra. Vivir como Jesús vivió, es vivir de manera tal que a ti también te llamen amigo de pecadores.
Si fuéramos hoy a pintar el cuadro de la última cena, o si fuésemos invitados a una cena con Jesús, ¿quiénes serían los que deberían estar cerca? ¿Qué pensarías de Jesús, si caminara cerca de Fidel Castro, por ejemplo? Hay quienes, antes de asistir a nuestra iglesia, pensaban de nosotros de una manera, pero ahora su manera de pensar acerca de nosotros ha cambiado, por la experiencia que han tenido con nosotros. Pero eso no quita que, en un momento dado, nos juzgaron. La pregunta para ti hoy es si realmente tú sabes al lado de quién tú estás sentado. Tú no sabes realmente qué hay dentro de cada quien.
Pasamos la vida de esta manera; desconectándonos del mundo, señalando a la gente. Vivimos con el dicho: Dime con quién andas, y te diré quién eres. Y aunque hay cierta verdad en esa frase, hay una verdad más grande, y es que tú tienes que perderle el miedo a ser culpado por asociación. El ser miembro de nuestra iglesia, por ejemplo, tiene sus beneficios y desventajas. Hay quien está a favor de nuestra iglesia, igual que hay quien está en contra, como también hay a quienes les da igual. Esa es la culpa por asociación. Los cristianos somos la clase más marginada en este tiempo. Respetan más a quien cree en los extraterrestres, o en la religión de los espaguetis –y sí hay una religión así registrada en Puerto Rico, porque lo hicieron para mofarse de los cristianos. Pero tú puedes pararte y decir que eres cristiano, y te van a decir que eres homofóbico, retrógrada, que lo que crees en antiguo. Toleran al que dice que cree en los marcianos, pero dices que eres creyente, y el mundo te pone unas etiquetas en tu vida; y esto es complicado porque cómo vives en este mundo y cómo piensas que tienes derecho a sentarte a la mesa con el Señor, sabiendo que este mundo se opone a lo que son nuestros valores y nuestra fe.
Todos los días tienes que decidir cómo vivir en esta sociedad, siendo parte de ella, influenciándola, aceptando el reto de vivir como cristiano, en medio de pecadores, y no separarte de este mundo, sabiendo que Dios te envió para ser de influencia y para llevarlos a salvación; tenemos que aprender a vivir una vida donde muchas veces seremos culpables por asociación.
En la Biblia, hay ciento cincuenta títulos de Jesús. La Roca Eterna, el Salvador, el último Adán. Ciento cincuenta títulos; entre ellos, amigo de pecadores. Lo interesante es que estos títulos no afectan a Jesús, sino a aquel que lo mire y lo marque de esa manera. Le llamaron hijo de José y María, por ejemplo; y todo el que le llamó así, no pudo recibir milagros de parte de él. Al llamarle así, estaban diciendo: Lo conozco desde niño, conozco su historia, conozco quién es; es un carpintero, no puede hacer un milagro. El título que le pusieron les afectó a ellos, no a él. Él seguía haciendo milagros, seguía siendo quien era, seguía siendo el Rey, el Todopoderoso, el sanador. De la misma manera, no importa lo que digan de ti porque eso a ti no te afecta, sino a ellos; el mundo se pierde todo lo que Dios tiene dentro de ti para ellos el día que te ponen una marca, así que aprende a vivir por encima de lo que la gente te dice.
Entiende que no hay forma de agradar ni al mundo ni a los religiosos. Jesús estaba diciendo que no le importaba lo que pensaran, sino los resultados que estaba teniendo.
Aún el mismo Juan el Bautista, en un momento dado, cuestionó si Cristo era Cristo. Aquel que lo bautiza, que ve la paloma, que oye al Espíritu Santo; aquel que, cuando ve a Jesús, dice: Este es el Cordero, el Hijo de Dios; ese que le abre el camino, el que decía: Yo tengo que menguar para que él crezca; ese, un día cae en la cárcel, y manda a preguntar: Jesús, ¿eres tú, o no? Aquel que lo conocía, un día cambia de opinión porque sus resultados no son los que él quería. Jesús les dijo: Díganle a Juan que los ciegos ven, los sordos oyen, los pecadores se convierten, la gente se salva, y el reino de los cielos es anunciado. Si tú ves los resultados, no tienes por qué cuestionar ni tienes por qué pelear por qué te llaman como te llaman porque la gente sabia, lo que mira es los resultados. Vive por encima de los que otros piensan de ti.