Jentzen Franklin, en su libro Love Like You’ve Never Been Hurt, cuenta que muchos años atrás, durante una ceremonia en la que se encontraba, le llegó esa frase: ama como si nunca hubieses sido herido. Comenzó a escribir algunas ideas, pero no tenía un mensaje como tal que predicar. Años después, entendió el motivo de aquella inspiración divina. Su familia, siendo ellos una familia prominente en el mundo evangélico, sumamente conocidos en todos los Estados Unidos, pastor de una de las iglesias más grandes de Atlanta, con proyección nacional e internacional, su familia comenzó a pasar por un sinnúmero de problemas y dificultades. Todo comenzó cuando su hija mayor se unió con ciertas amistades, y comenzó a tomar el camino incorrecto, al punto de irse de su casa. No sabían dónde se encontraba. Todo esto creó una distorsión total, no tan solo en su hija mayor, sino también en sus otros hijos. Él cuenta cómo, por mucho tiempo, tuvo que luchar; tenía que pararse en el altar y predicarle al mundo que todo iba a estar bien, predicar que Dios ayuda a tu familia; tratar de ser un ejemplo a los demás, sabiendo la destrucción y los problemas que estaban viviendo en su hogar. En medio de esos momentos difíciles, recordó aquella frase y entendió que no había sido una frase para predicarla, sino para vivirla. Y él explica cómo el amor de un padre tiene que ir por encima de las heridas que sus hijos le provocan en un momento dado.
Dentro de su libro, cuenta también acerca de la historia del famoso evangelista Billy Graham. Este gran evangelista, conocido por las naciones enteras, se conoce como el evangelista de los Estados Unidos; fue un gran consejero de muchos líderes políticos. Cuenta la historia que, cuando su hija se fue a casar, le dijeron: por favor, no te cases con ese hombre, no te conviene, no es el correcto para ti. Lamentablemente, la joven estaba tan enamorada, que se fue por encima del consejo de sus padres, y ella cuenta la historia que el día que se casó, luego de la luna de miel, al otro día, sabía que había cometido el peor error de su vida. Pasó un momento trágico con su esposo y, eventualmente, todo terminó en destrucción. Se divorciaron y, cuando estaba sola en un momento dado en su habitación, no sabía a quién llamar. Tenía demasiada vergüenza como para llamar a su padre, el gran evangelista de todos los Estados Unidos. Llamó a su papá, y le dijo: quiero volver a casa. Y él le respondió: aquí te espero. Mientras ella iba de regreso a su casa, lo único que hacía era llorar y llorar. Al llegar a la entrada de su casa, lo que recuerda haber visto es a su padre con sus brazos abiertos, decirle: bienvenida de regreso a tu casa. Esa expresión de amor de ese hombre hacia su hija cambió su vida para siempre.
A veces, los pastores tenemos que vivir momentos como estos; momentos que desafían nuestra fe y la imagen que algunos quieren proyectar, una de perfección en el hogar. Pero la realidad es que no hay tal cosa como, simplemente, decir “te amo”; esto es algo que tenemos que vivirlo, aún en los peores momentos. Por eso, hoy te hablo acerca de que fe es amar, sabiendo que te van a herir.
Varias cosas definen la fe en tu vida. Fe es caminar sin ver, es obedecer sin entender, es persistir sin sentirlo, es dar más allá de tus fuerzas, es confiar cuando no hace sentido, es dar gracias antes de recibir el milagro, y es amar sabiendo que te van a herir.
“Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen! 2 Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos. 3 Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. 4 Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.” Lucas 17:1-4
Esa palabra tropiezos, según el texto original, es la palabra ofensas. Es bien interesante escuchar la palabra imposible en los labios de Jesús. Él dijo: es imposible que algún día no te ofendan. En todas las relaciones, habrá momentos de tensión, de dolor, momentos difíciles; y es imposible que algún día no te ofendan. Lo importante es que no seas tú el que sea de tropiezo para otra persona. Lo importante es que tú te cuides de no ofender a los demás.
Por supuesto, esa palabra ofensa, es importante que entendamos a lo que se refiere porque hoy día hay una generación de cristal que, con cualquier cosa, se ofende; y tú no puedes pensar que tu vida no va a provocar algún disgusto en la vida de alguna persona. Aquí no está hablando de una ofensa mínima simplemente porque discrepemos en cualquier pensamiento, sino del tropiezo que se provoca en el corazón de una persona por causa de una acción premeditada que alguien toma en contra de ella.
El enemigo siempre quiere destruirte de afuera hacia adentro, versus Dios, que quiere construirte de adentro hacia afuera. Es una dicotomía bien interesante de entender porque el ataque siempre viene de afuera hacia adentro, mientras que la construcción de Dios viene de adentro hacia afuera, pero lo que Dios está construyendo en ti, no evita el ataque de afuera hacia adentro. El enemigo siempre va a usar a la gente para ofenderte y causar tropiezo en tu vida. La idea por la cual llegan traiciones, dolores, críticas, gente que llega a tu vida que parecieran haber sido asignadas para fastidiarte la vida; es lo que decía Pablo, que hay gente que pareciera que esa es su capacidad espiritual y el don más grande que tienen, fastidiar; y por alguna razón, cuando la cogen contigo, es una persecución constante. Todo lo que esa gente quiere es llegar a tu corazón porque el enemigo sabe que todo lo que te hacen afuera, mientras permanezca afuera, está todo bien, pero el día que te lo llevas al corazón, será tropiezo para lo que Dios quiere hacer en tu vida. Y es imposible que algún día alguien no te haga tropezar, que nadie llegue nunca a tu corazón con las malas decisiones y acciones que toman, provocando en ti alguna decisión donde tú externalices la frustración que sientes en tu interior.
Lo que tú tienes que procurar es lo que Cristo dice: que no seas tú quien cause tropiezo en la vida de otra persona. No seas premeditado en causar la herida en el corazón que detenga el desarrollo y el crecimiento de los demás. Es más, si algún día te ves tentado a que alguien vaya a tropezar por causa tuya, el Señor dice que es mejor que te pongas una piedra en el cuello y te tires al mar y quedes escondido, antes de que tú seas una piedra de tropiezo para que alguien conozca al Señor. Pero tú tienes que entender que siempre alguien te va a ofender, y tú tienes que ser libre de todo eso.
Una de las cosas más poderosas que tú puedes experimentar en tu vida es entonces el perdonar cuando ya alguien te ha herido. Causa una gran libertad en el corazón cuando eres capaz de mirar a aquellos que te han ofendido, que te han traicionado, que te han dejado, que se han olvidado de ti, y tú poder mirarles a los ojos y decirles: te perdono, me olvido de lo que me hiciste. El hecho de que perdones no quiere decir que vayas a vivir bajo el mismo techo con esa persona, pero en tu corazón no debe hacer resentimiento.
Todos tenemos que experimentar el poder liberador de perdonar a alguien, a pesar de todas aquellas cosas que nos han hecho.
En la historia de José, se nos narra un momento en que vemos cómo él amó a su padre cuando lo vio después de trece años. A José lo venden; sus hermanos y su padre lo dan por muerto. Nunca vemos a Jacob buscar a su hijo, José, ni hacer un intento. José tenía esto en su corazón guardado por trece años, pero cuando estaba en un lugar de autoridad, de poder, el único deseo que tenía era encontrarse con su padre y abrazarlo.
“29 Y José unció su carro y vino a recibir a Israel su padre en Gosén; y se manifestó a él, y se echó sobre su cuello, y lloró sobre su cuello largamente.” Génesis 46:29
Aquí vemos tres cosas que hace José.
- Se manifestó a él. José era irreconocible; vestía como los egipcios, caminaba como los egipcios, se maquillaba como los egipcios. José se baja y le dice: papá, soy yo; salí de mi escondite, del lugar donde Dios me protegió; me escondí por tanto tiempo; aquí estoy delante de ti.
- Se echó sobre su cuello. El verdadero abrazo no se da en los hombros, sino en el cuello. Así se abraza más fuerte.
- Lloró sobre su cuello largamente. Hay quien necesita un abrazo largo para perdonar.
Quizás tú hoy necesitas perdonar a alguien de esa manera. Necesitas ese espacio, ese lugar, esa persona sobre la cual un día tú puedas presentarte ante ella y decirle: aquí estoy, no te guardo rencor, soy libre; te libero. Hay gente que necesita decir como dijo José: ustedes conspiraron mal contra mí, pero Dios lo tornó para bendición.
¿De qué te sirve prosperar y tener tantas cosas, y vivir con un corazón atado y paralizado por aquello que otros te han hecho? Por eso es que es importante perdonar, liberar a los demás.
Esta expresión nos recuerda Lucas 15, cuando el padre se tira en el cuello del hijo pródigo. Dice la Palabra que aquel muchacho lo botó todo, lo desperdició todo, lo perdió todo en la calle; toda la herencia, todo lo que su padre había trabajado tanto tiempo, lo desperdició en mujeres. Un día, se dio cuenta de todo lo que había perdido, y volviendo en sí, dijo: me levantaré e iré a mi padre, y le diré “padre, he pecado contra el cielo y contra ti, no soy digno de ser llamado tu hijo, hazme como uno de tus jornaleros”. La Biblia no se escribió a lo loco, todo tiene un porqué. Eso es lo que él dice que le va a decir a su padre, pero no es lo que le dice porque, cuando llega a casa de su padre, le dice: padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Y el padre lo abrazó tan fuerte en el cuello, que no lo dejó hablar más. Y nunca el joven pudo decir: hazme como uno de tus jornaleros. Porque el amor del padre interrumpió aquella expresión que lo ponía por debajo de lo que él ya era en el corazón del padre, aunque naturalmente, lo había perdido todo.
Qué maravilloso cuando tú puedes volver delante de tu Padre celestial y saber que aunque no te mereces nada, Él interrumpe tus palabras, tu baja autoestima, y te dice: te he amado tanto; aquí te estoy esperando y te voy a restaurar todo lo que habías perdido, todo lo que habías botado, porque mi amor es más grande que cualquier error.