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Alinéate al propósito divino

En Mateo 25, vemos la parábola de los talentos. En la misma, un hombre sale de su ciudad y les entrega talentos a unos administradores, para que ellos puedan negociar. El señor esperaba que hubiera multiplicación. Y vemos cómo, los que ganan más reciben más, y el que fracasa al no intentarlo, aun lo que no tiene le es quitado.

En el Nuevo Testamento, hay una transición de pensamiento que, como creyentes, debemos tener, para entender el Antiguo a la luz del Nuevo, en relación a las finanzas y a la economía.

En el Antiguo Testamento, como el hombre no tenía una relación con Dios como la tenemos nosotros a través de Cristo, el énfasis económico era de mucha importancia. En otras palabras, si tú eras rico, próspero, tenías dinero, era señal de que Dios estaba contigo. Si no tenías dinero, era señal de que había maldición en tu vida y de que no estabas en una buena relación con Dios. Culturalmente, esa era la perspectiva en aquel tiempo; no es que fuera la perspectiva de Dios o que aquello fuera lo correcto, pero aquella era la perspectiva cultural de aquel tiempo; y Dios se probaba al hombre a través de sus recursos. En el libro de Job, Dios nos deja saber que una persona puede tener una buena relación con Dios y, en algún momento dado, sufrir un percance económico. En el Nuevo Testamento, se nos lleva a otra dimensión de relación. Todavía las finanzas son un punto importante, pero no son el único valor para decir que tenemos una buena relación con Dios. En tu vida, como creyente, va a haber momentos de dificultad económica, momentos de procesos de espera. Pablo entendió esto, y decía: He aprendido a estar contento en todo; en abundancia, y en escasez, porque todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Tu fortaleza no depende de tus finanzas; tienes que saber tener mucho, tener poco, porque lo más importante es que tengas a Cristo. Tu nivel económico no es un reflejo de tu nivel de relación con Dios, ni de tu salvación.

Tu recompensa va a estar relacionada a que tus acciones se alineen a los propósitos divinos.

Hay conceptos de esta parábola que es importante que tú tengas claros:

Propósito y responsabilidad – Cuando Dios pone algo en tus manos, lo hace con un propósito en particular, y tú tienes que ser responsable con el propósito que Él asignó a lo que Él te dio. Dios establece el propósito, y tú eres responsable de que ese propósito se cumpla. Lo que trae satisfacción a Dios es que tú cumplas el propósito con lo entregado. Cuando no entiendes el propósito por el cual Dios te da los recursos, no eres responsable en cuidar del propósito por el cual Dios te prospera, te bendice. Y, eventualmente, en vez de tener recompensa, tienes pérdida. Entonces, señalas a Dios por las pérdidas, no le reconoces por las bendiciones, y no aceptas la responsabilidad de que se te dio algo para que hicieras algo, y no lo hiciste; pensaste que podías hacer otra cosa.

Basado en que se cumpla el propósito por cual Dios te da los recursos, basado en tu responsabilidad de hacer que ese propósito se cumpla, es que vas a tener recompensa o penalidad. Por lo tanto, la recompensa no necesariamente quiere decir que tengas una buena relación con Dios, así como tener falta de algo en un momento dado tampoco quiere decir que no la tengas. Puede que tengas una buena relación con Dios, pero no hayas cumplido en unos principios en particular. Cuando tú eres responsable de cumplir el propósito por el cual Dios te da los bienes que te da, tú tienes entonces una grande recompensa; viene provisión, resultados maravillosos a tu vida por ser responsable. ¿O acaso la Biblia no dice que al que más se le da, más se le demanda? Pero, si Dios te ha dado más es porque te ha encontrado más responsable que otros; y eso tiene recompensa en tu vida. De la misma manera, hay penalidades cuando no haces lo que Dios dice que tienes que hacer, cuando no pones las prioridades en el lugar correcto. La Biblia te dice que no salgas por fiador de nadie, que tienes que trabajar, que tienes que diezmar y ofrendar. Muchos ponen excusas para no hacer lo que Dios quiere que hagan con los recursos que Él les da, y por esa razón Dios no puede traer mayor recompensa a sus vidas. Dios te ama de cualquier manera, pero sería injusto darte la misma recompensa que a aquellos que sí cumplen el propósito de Dios. Y una de las razones por las que Dios te prospera es para que el evangelio crezca.

Hay quien alega que el Nuevo Testamento no nos habla del diezmo, pero sí nos habla de la generosidad, de la dádiva. Los creyentes no buscamos hacer menos por Dios, sino cada vez hacer más, queremos contribuir más, que Dios nos prospere más para ser parte del reino de Dios. Así que, cuando Dios te da algo, no es tan solo para que tú te lo comas; hay que dar hacia delante. Si eres responsable en cumplir con el propósito, entonces tienes recompensa; de lo contrario, sufres pérdida. Analiza si estás haciendo correctamente lo que Dios quiere que tú hagas con tus finanzas.

Fuente:
pastor Otoniel Font | Puerto Rico

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