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Alimentemos Nuestro Espíritu con la Presencia de Dios

Hemos estado viendo diferentes encuentros de Dios con el hombre, comenzando con la historia de Abraham, y cómo aquella visita en realidad fue para Sara; ella tenía que escuchar lo que Abraham había escuchado de Dios, para ella poder creer.  Así que Dios se apareció en aquella tienda, y Abraham fue sabio en recibir a aquellos hombres, siendo hospitalario, al punto de que permanecieran allí.  Sara reaccionó riendo de duda, a lo que Dios dijo: ¿habrá algo difícil para mí?  Y lo que estamos creyendo es que Dios se va a encontrar con los tuyos, para darles el mismo mensaje que tú has recibido porque la promesa de Dios para tu vida se tiene que cumplir a través de tu familia.  Dios le prometió un hijo a Abraham, así que Sara tenía que creer; pero ella llegó a un punto donde creía que no podría ni dar a luz ni tener deleite y disfrute.  Pero tú tienes que entender que Dios quiere darte deleite.

La presencia de Dios llega a tu vida para darte deleite y disfrute; tú puedes gozar en el Señor.  Tú puedes aspirar a tener lo que Dios te ha prometido, y disfrutarlo, tener deleite.  Cuando Sara dio a luz, llamó a su hijo Isaac, que significa Dios me hizo reír.  Dios cambió la risa de incredulidad, por una de verdadera alegría y satisfacción.  Sara dijo que todos los que lo oyeran, también reirían con ella.  Ríete por lo que Dios va a hacer en tu vida.

En Génesis 26, vemos parte de lo poco que se nos presenta acerca de la vida de Isaac.  Isaac fue guardado por Dios; no sabemos mucho de él, pero vemos en su vida cómo aprendió de sus padres, tanto de los errores, como de aquellas cosas que habían hecho de forma correcta.

Dios se le aparece a Isaac para decirle que no descienda a Egipto.  Era un tiempo de hambre, y Abraham, su padre, en otro tiempo de hambre, había cometido el error de descender a Egipto, y allí cometió otro error al entregar a su esposa, diciendo que era su hermana, y Dios tuvo que intervenir para que el rey Aminadab no se acostara con ella.  De allí, Abraham sale aparentemente ileso; es más, el rey le da riquezas.  ¿Qué puede pasar por la mente de un hombre que hace algo mal y aparentemente le va bien?  ¿Qué lección es esa?  Pareciera que salió bien, pero de allí salió con Agar, que fue la sirvienta con la que luego se acuesta y tiene a Ismael.  Nunca pienses que vas a ir a Egipto y salir ileso.  La respuesta nunca es ir al mundo, depender de los hombres.  

Cuando Isaac va a cometer el mismo error, Dios se le aparece y le muestra que no podía hacer lo mismo que su padre.  Isaac comoquiera cometió el mismo error de decir que su esposa era su hermana, pero obedeció y se quedó en el lugar que Dios le indicó, y allí Dios lo prosperó.

Tanto Abraham como Jacob tuvieron dos mujeres.  Isaac solo tuvo una porque si no bajas a Egipto, no tienes que cargar con nada que sea una distracción en tu vida.  Dios se le aparece para darle la instrucción de que hiciera diferente a lo que hizo su padre, e Isaac obedece, haciendo lo contrario a lo que había vivido con su padre; no descendió a Egipto, sino que permaneció donde Dios le indicó.  Pero al quedarse, comienza a hacer algo que su padre le había enseñado: comienza a abrir los pozos que su padre había hecho y que los filisteos habían cegado.  Y ese es el contraste importante que tiene que haber en las nuevas generaciones: Tenemos que hacer aquellas cosas correctas que hicieron nuestros antepasados y que dieron resultado, y tenemos que detenernos y no repetir los errores del ayer.

Hay imperfecciones en la vida.  Se pueden cometer errores, pero de ellos podemos aprender qué es lo que tiene que hacerse y lo que no.  Tiene que levantarse una generación que entienda ambas cosas: Dios se te va a aparecer para ayudarte a corregir los errores del pasado, pero hay unos pozos que te corresponde a ti abrir.

Abraham aprendió a abrir pozos, y fue próspero porque el hombre que pudiera encontrar agua en el desierto, era un hombre rico, próspero.  En su caminar, dondequiera que Abraham iba con la bendición de Dios, él sabía dónde había agua subterránea, que representa el agua del Espíritu.  Abraham aprendió a abrir pozos para conectarse con el agua que nadie veía.  Mientras todo el mundo veía un lugar seco y árido donde no había posibilidades, Dios le decía a Abraham: párate aquí.  Y Abraham hacía dos cosas cada vez que se detenía: un altar, y un pozo.  Y dondequiera que él ponía la pala, allí había agua; Dios lo prosperó.

Mientras tú vas caminando en la vida, si eres capaz de encontrarte con la fuente subterránea del Espíritu Santo, dondequiera que estés, donde otros no ven prosperidad, sino desierto, si tú puedes encontrar esa agua que fluye, tú vas a prosperar en todo lo que hagas.  Ese es el pozo de nuestros antepasados, las cosas que ellos hicieron; el pozo del ayuno, el de la oración; aquello que, cuando no había más nada, era a lo que había que recurrir: a creerle a Dios.

Hay cosas del pasado que no debemos repetir.  Abraham no fue perfecto; nunca debió ir a Egipto; lo hizo, y pagó las consecuencias.  Pues perfecto; ahora, Isaac: no vayas a Egipto.  Pero no todo lo que hizo Abraham fue malo.  Abraham caminó en el desierto y fue haciendo pozos; y hay un momento en tu vida que tú tienes que volver a abrir pozos.  Dios te va a decir lo que no se puede volver a repetir, pero que te muestre y te dé la sabiduría para encontrar los pozos que los filisteos han cegado, para tú cavar y volver a sacar agua.

Isaac comenzó a abrir pozos, y dondequiera que abría uno, peleaban con él, y él dejaba el pozo, e iba y abría otro.  Los bendecidos no peleamos por cosas.  Dios te va a dar otro pozo.  La gente siempre tiene envidia y persigue a un bendecido; y van a querer a lo fácil, aquello que Dios te da porque tú has creído en Él y has aprendido a abrir los pozos del pasado.

21 Y abrieron otro pozo, y también riñeron sobre él; y llamó su nombre Sitna. 22 Y se apartó de allí, y abrió otro pozo, y no riñeron sobre él; y llamó su nombre Rehobot, y dijo: Porque ahora Jehová nos ha prosperado, y fructificaremos en la tierra.  23 Y de allí subió a Beerseba. 24 Y se le apareció Jehová aquella noche, y le dijo: Yo soy el Dios de Abraham tu padre; no temas, porque yo estoy contigo, y te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham mi siervo.”  Génesis 26:21-24

En la secuencia de aparición de Dios en la vida de la gente, todas, en un momento dado, comenzaban con: no temas; no temas, yo estoy contigo; no temas, yo te bendigo; no temas, yo soy tu escudo.  A Abraham, a Isaac, a Jacob, a Moisés, a Josué; a todos les dijo: no temas.

Si hay algo que debe traer la presencia de Dios a tu vida es seguridad y libertad del temor.  Un encuentro con Dios te debe librar del temor.

En el caso de Isaac, hablamos de una persona que dondequiera que iba, Dios le prosperaba, pero aquello levantaba la envidia de los demás; y ¿de qué te sirve prosperar, avanzar en la vida, y tener miedo, tener temor?  La seguridad se encuentra en la presencia de Dios.

Dios le recuerda a Isaac que le iba a bendecir y multiplicaría su descendencia porque se lo había prometido a Abraham; en otras palabras, le dice: no es por ti, es por tu papá.  Isaac prosperó porque estaba consciente que era por el pacto de Dios con su padre, que él podía llegar a donde había llegado.  Isaac no necesitaba tener un padre perfecto; él lo que necesitaba era conocer al hombre a quien Dios le había dado una promesa.

25 Y edificó allí un altar, e invocó el nombre de Jehová, y plantó allí su tienda; y abrieron allí los siervos de Isaac un pozo. 26 Y Abimelec vino a él desde Gerar, y Ahuzat, amigo suyo, y Ficol, capitán de su ejército. 27 Y les dijo Isaac: ¿Por qué venís a mí, pues que me habéis aborrecido, y me echasteis de entre vosotros? 28 Y ellos respondieron: Hemos visto que Jehová está contigo; y dijimos: Haya ahora juramento entre nosotros, entre tú y nosotros, y haremos pacto contigo, 29 que no nos hagas mal, como nosotros no te hemos tocado, y como solamente te hemos hecho bien, y te enviamos en paz; tú eres ahora bendito de Jehová.”  Génesis 26:25-29

Primero le tenían envidia, celo; ahora le tienen miedo.  Las cosas cambian cuando Dios está contigo.  Hay gente que te tiene envidia y riñen contigo; pero cuando se te aparece Dios, y tú comienzas a caminar seguro, te empiezan a temer, a respetar.

Cuando Dios camina contigo, tú comienzas a caminar con seguridad en tu interior, con la consciencia de que no tienes que temerle a nada ni nadie.  Dios te va a prosperar en este camino, en esta temporada; dondequiera que vayas, vas a ver la mano de Dios a tu favor.  La envidia y el celo de tus enemigos se convertirán en temor, en respeto; harán trato de paz contigo por miedo a lo que tú puedas hacer.  Dios va a hacer algo tan grande contigo, que el espanto de Jehová caerá sobre sus vidas.

La pregunta es qué fue lo que hizo Isaac.  Cuando fue a Beerseba y se le apareció Dios, lo primero que hizo fue un altar.  Mira el orden: puso un altar, puso su tienda, y luego abrió un pozo.  Ese es el orden correcto.  Dios le había prosperado abriendo pozos, pero había envidia, y ¿de qué te sirve que Dios te prospere y la gente te haga la vida imposible y no tengas paz en tu casa?  Pero un día Isaac entendió lo que su papá hacía y lo que no, y arregló el asunto: puso un altar, y alrededor del altar, puso su casa; y alrededor del altar y de su casa, puso el negocio.  Eso es sabiduría.

Cuando tú pones a Dios primero y tu casa gira alrededor de Dios, cuando tu vida gira alrededor de buscar la presencia de Dios, tienes nuevas fuerzas, todo fluye.

Que en tu vida el altar sea primero, que gravite alrededor de Dios.  Ya tú sabes abrir pozos, pero ahora, arregla tu altar, conságrate a Dios.  Que tu vida gire alrededor de tu altar, de tu tiempo de oración, de ayuno, de tus ofrendas, alrededor de lo que Dios dice.  Que una buena palabra y un buen lugar donde recibir la Palabra valgan para ti el esfuerzo de llegar hasta allí.  Verás que vas a prosperar y tendrás paz, y los que han querido dañarte, te tendrán respeto.

Dios se te va a aparecer.  Créele a Dios que tendrás un encuentro con Él, y ponlo como prioridad sobre todas las cosas.  Haz las cosas correctas: Dios primero, luego tu familia, y luego el resto de todas las cosas.  Él te va a dar la victoria que tú estás esperando.

Que tu prioridad sea servir y agradar a Dios en todo lo que tú hagas.  Pon tus prioridades en orden; y creemos a Dios contigo que vas a tener paz.  Todos estamos ajetreados, el mundo pone presión sobre nosotros; también nuestros hijos al ver lo que otros padres hacen.  Queremos darles grandes memorias, llevarlos aquí y allá; y lo que puedas hacer es maravilloso, pero lo mejor que puedes darles de recuerdo a tus hijos es una casa que ore y celebre a Dios.

Fuente:
Pastor Otoniel Font | PR

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