Alguna vez se han notado cuantas veces clamamos a Dios por ayuda ante alguna situación difícil o insoluble y después que nos rendimos a sus pies, nos levantamos y comenzamos a planificar que vamos a hacer para darle solución. ¿Te ha pasado? A mí me ha pasado y me sorprendo haciéndolo, me avergüenzo de mi actitud, pero los errores continuarán, multiformemente.
Una de las técnicas que usamos es la de pactos o alianzas, muchas veces con las personas y en la dirección equivocada. Y en nuestra incursión nos encontramos muchas personas que desean “ayudarnos” y caemos.
Cuidado con los que quieren hacer alianza con nosotros, consultemos la palabra de Dios y a Dios mismo en oración. Debemos dejar claro bajo que leyes será la alianza, pues esto puede desencadenar una acción progresiva que afecte nuestros principios y doctrina los cuales no son negociables.
Pero es tentador el camino ancho, ¿Para qué tomar la senda estrecha y el camino angosto? (Mateo 7.14), porque es agradable caminar sobre césped, aunque en ese camino son tantos los que transitan que es difícil encontrar un tesoro, es por eso que la Salvación pocos son los que la hallan.
Busquemos la voluntad de Dios que es buena, agradable y perfecta.
El plan de Dios trasciende a nuestras vidas y otros repetirán nuestros errores, no dejemos un legado de alianzas erráticas. Mostremos a los que nos suceden fidelidad inmanente. Dios es inmutable, por eso no somos consumidos (Hebreos 13.8)
Que nuestra alianza con Él sea inconmovible, porque Él nos anhela celosamente (Santiago 4.5)
Tu pacto con Dios tiene perspectiva de eternidad.