En 2 Reyes 20, se nos narra el momento en que Ezequías enfermó de muerte, y recibió palabra de Jehová: Que pusiera en orden su casa porque moriría. PeroEzequías se tornó a la pared, oró y lloró. Entonces, Dios hizo que el profeta Isaías regresara y le dijera: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová.6 Y añadiré a tus días quince años, y te libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria; y ampararé esta ciudad por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo.
Al igual que Ezequías, todos nosotros, en algún momento dado, hemos recibido una mala noticia que nos ha puesto contra la espada y la pared. Pero Ezequías tomó la importante decisión de, en vez de lamentarse, orar. Es vital que tú tomes la decisión de dejar de lamentarte, y aprendas a tornarte a la pared y orar, declarar la palabra del Señor, y pedirle a Dios que te dé otra oportunidad. El problema es que muchos, en vez de orar, lo que hacen es lamentarse, y no es lo mismo. No hay nada malo con llorar, siempre que, mientras llores, estés orando. Dios tiene que oír tu oración, y ver tus lágrimas.
Deja de lamentarte. Dios no va a oír tu lamento; él oye tu oración, y extiende tu tiempo para darte una nueva oportunidad para completar lo que él dijo que haría en tu vida.
Ezequías se negó a aceptar que aquel fuera su final. Él decidió creer que su condición presente no sería su condición final. Cuando vemos la oración de Ezequías, podemos concluir que las oportunidades no se le dan a todo el que la pida, sino a aquellos que están convencidos que se la merecen, y no porque el mundo les deba algo. El problema de algunos es que están convencidos de que el mundo les debe algo, que la gente les debe algo, exigen cosas que no tienen por qué exigir. Nadie te tiene que ayudar, nadie te debe nada, nadie tiene que hacer nada por ti. El que vive así, vive mendigando, haciendo a la gente a su alrededor responsable de su fracaso, vive poniendo presión en las relaciones que tiene. Pero hay otros que entienden que no tan solo tienen que pedir, sino que la oportunidad que están pidiendo, se la merecen.
A través del tiempo, por causa de la religiosidad, por causa de nuestro pasado, nos hemos conformado a la condición que tenemos, porque no nos creemos merecedores de recibir la oportunidad que Dios pone delante de nosotros. Tienes que entender el valor de tu identidad, para tú saber que te mereces esa oportunidad, para entender que, dentro de ti, está todo lo necesario para poder alcanzarlo.
Ezequías oró, diciendo: 3 Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. En otras palabras: Si alguien se merece otra oportunidad, es este servidor. Ezequías hizo muchas cosas por Dios; entre ellas, derribó altares de piedra y todas las estatuas de Asera, destruyó la serpiente de bronce que Moisés había hecho en el desierto, comenzó a restaurar el altar a Dios, llevó al pueblo a un tiempo de relación con Dios. Y, cuando Ezequías se encontró en esta situación, le dice a Dios: Haz memoria de todo lo que yo he hecho. En otras palabras: Yo soy digno de esta oportunidad.
Cuando caemos en momentos difíciles, ideas negativas llegan a nuestra mente. Pensamos que Dios se ha olvidado de nosotros. Pensamos que Dios no ha visto todo lo que hemos hecho. Y, muchas veces, en momentos difíciles, usamos todo el bien que hemos hecho, simplemente, para calmar nuestra conciencia, pensando que hemos sido buenos e iremos al cielo felices, que no haremos mucho más, pero nos vamos tranquilos. La oración de muchos sería: Señor, sabes todo lo que he hecho por ti; ya cumplí; me voy en paz. En momentos cruciales, como este que atravesaba Ezequías, muchos usan todo el bien que han hecho para calmar su mente y morir en paz, pero ¿cómo puedes morir en paz, sabiendo que te queda más por hacer?
Aquella persona que sabe que le queda mucho por hacer, cuando se halla entre la espada y la pared, no está pensando en sus buenas obras para calmar su conciencia, sino para decirle a Dios: No te olvides de mí; no te olvides que me queda algo por hacer.
Entiende que, aunque está bien todo lo bueno que has hecho por Dios, por tus hijos, por tu cónyuge, tú no has hecho todo lo que has hecho, para no tener que hacer más nada. Todavía queda algo más grande por hacer.
Acepta las oportunidades. No tomes tu vida para satisfacer tu conciencia y estar en tranquilidad ante las circunstancias. Has logrado mucho, pero todavía te queda algo más por hacer. Tú, al igual que Ezequías, necesitas más tiempo.