Cada uno de nosotros, como creyentes, como individuos y como seres humanos, debemos entender que hay unas responsabilidades que tenemos dentro de nuestra sociedad, dentro de nuestra comunidad; una responsabilidad que tenemos en este planeta. Nuestra mera existencia nos debe decir que tenemos que hacernos cargo de ciertas cosas y tenemos que dar cuentas, rendir cuentas de todas nuestras decisiones. Para el creyente, todavía es un poco más importante, porque no tan solo rendimos cuentas en el mundo natural, a nuestros líderes, a nuestros padres, al gobierno, sino que, sobre todas las cosas, nos debemos a Dios. Siempre tenemos ese compás en nuestros corazones, en nuestras mentes, en nuestro interior, donde sabemos que no podemos estar haciendo las cosas a lo loco, sino que tenemos que ser responsables delante de aquel a quien nosotros le servimos.
Como creyentes y como cristianos, tenemos que saber que una parte integral de nuestra vida es el área financiera, y que al igual que con el cuerpo, con la mente, con el espíritu, con la familia, tenemos que rendirle cuentas a Dios con todo lo que hacemos con nuestras finanzas. Tu cuerpo es templo del Espíritu Santo; por lo tanto, todo lo que tú haces con tu cuerpo, lo que comes, lo que te pones, lo que vistes, de alguna manera u otra tienes que estar claro en tu corazón, consciente de que debe agradarle a Dios. Debes tener esto claro para que, lo que hagas, sea con la consciencia de que aun tu cuerpo no es tuyo, sino que debe agradar a Dios.
“Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. 2 Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.” 1 Corintios 4:1-2
Se requiere de nosotros que seamos hallados fieles. Hay un concepto en la palabra de Dios en el aspecto económico, que es bien importante entenderlo, y es el concepto del administrador. En inglés, la palabra es stewardship, que se traduce como mayordomía. La palabra moderna sería administrador. Somos administradores de las cosas de Dios.
El concepto de mayordomía, cuando comienza a utilizarse en el Nuevo Testamento particularmente, fue en una época donde ser mayordomo de alguien era un contexto diferente al que quizás pensamos hoy de un mayordomo. Hoy, un mayordomo es un servidor, pero esa no es la manera en que debe verse. El mayordomo tiene una posición especial dentro de una casa, de un hogar, de un grupo de personas.
En la Biblia, hay dos mayordomos bien importantes: Eliezer y José. Eliezer era el mayordomo, el administrador de Abraham. Cuando Abraham no tenía hijo, pensaba que cuando muriera, la herencia sería de Eliezer, que a él le entregaría todo. Este hombre fue tan importante para Abraham que, cuando necesitó buscar esposa para Isaac, fue a Eliezer a quien mandó a hacer el trabajo. ¿Por qué? Por la confianza que le tenía. La Biblia nos muestra claramente que este hombre fue próspero, bendecido; servirle a Abraham le hizo bien. Y este hombre tenía a su responsabilidad todas las cosas de la casa de Abraham, y por hacerlo correctamente, era el que iba a heredar, y no solo eso, sino que Dios lo prospera en el camino en todo lo que hizo.
José, este joven que fue vendido por sus hermanos, que llegó a ser esclavo, dice la Biblia que Potifar lo puso sobre todas las cosas, lo puso como mayordomo, y todo lo que ponían en mano de José, Dios lo hacía prosperar. Aunque estaba en condición de esclavo, José logró tener un lugar de prominencia en ese lugar en que se encontraba, simplemente por los resultados que él tuvo al hacerse responsable conscientemente de lo que habían depositado en su mano. Por eso, cuando tiene aquella tentación con la esposa de Potifar, José dice: yo no puedo fallarle a Dios ni a mi jefe. En otras palabras: han depositado una confianza en mí, que yo no puedo fallar, no puedo cometer un error tan craso como este.
Así que, un mayordomo no es un esclavo, sino un administrador. Tú eres administrador de las cosas de Dios, de las cosas que Él ha puesto en tus manos para que tú le traigas gloria y honra, multiplicando todo lo que Él ha puesto en ti. Tienes que tener esto claro porque, si no, no tomarás las decisiones correctas. Nunca avanzarás, si no te pones en el contexto espiritual, emocional, mental necesario y correcto para que puedas realmente actuar como tienes que actuar delante de Dios, y tener por consecuencia los resultados necesarios.
Hay varios principios que debemos tener claros en nuestra mente como administradores de los recursos divinos, de las cosas que Dios nos da, sabiendo que estas cosas lo que van a hacer es demostrar nuestra fidelidad a Dios. Como administrador, primero, tienes que saber que eres un administrador, y tienes que saber que lo que Dios va a mirar en tu vida es la fidelidad. Va a mirar primero la fidelidad, no los resultados. Los resultados de un administrador son vitales y necesarios porque, para poder confiar más en un administrador, tiene que poderlo multiplicar y poder demostrar que lo hizo; pero tienes que entender que lo primordial es la fidelidad, y dentro de la fidelidad, buscamos la multiplicación. Es mejor alguien honesto y fiel, aunque no sea la persona que más fácilmente multiplique los recursos. Es mejor alguien en quien tú puedas confiar, que sea fiel. Por supuesto, luego de que veas fidelidad, lo impulsas a que multiplique los recursos que has puesto en su mano porque tú quieres avance.
Cuatro cosas que todos los administradores delante de Dios deben tener claras:
- No somos dueños. La realidad es que no somos dueños de nada. La persona que se hace dueña de algo, que posee algo, piensa que puede tomar todas las decisiones sin consultar al dueño o sin saber buscar en sus decisiones agradar al dueño. Nunca te creas dueño de nada. Dios es el dueño de todos nuestros recursos, de todas las cosas, de todo lo que se ha puesto en nuestras manos, y a Él nos debemos. Así que quita de tu mente el concepto de ser dueño.
- La responsabilidad. No eres dueño, pero sí eres responsable. Esta es una de las palabras que menos a la gente le gusta escuchar. Hay quienes quieren ser responsables cuando son dueños, sin darse cuenta que la responsabilidad es un principio más allá de ser dueño de algo. Si estás en un apartamento alquilado, por ejemplo, tú no debes ser irresponsable con el apartamento simplemente porque no es tuyo. El que tiene apartamentos para alquiler, ya se predispone a que cada cierto tiempo se va a tener que cambiar la alfombra, se va a tener que remodelar, y que dentro de la renta que se cobra hay que considerar que el que está ahí no es dueño y, en ocasiones, porque sabe que no es dueño, destruye la propiedad. Así que, como dueño, tienes que cobrarle más al que está rentando porque, como no es dueño, no puedes pensar que va a ser responsable, cuando la responsabilidad debería ser parte de tu vida, seas tú dueño o no de algo. Eso es vital. La responsabilidad es algo del corazón. Si tú estás en un lugar alquilado, cuando salgas de allí, ese lugar debe estar mejor que cuando tú entraste, debe estar en óptimas condiciones, impecable; que cuando te vayas, la persona diga: este fue un gran inquilino. Pero eso es un grado de responsabilidad que no tiene que ver con ser dueño o no, sino con tu actitud ante todas las cosas. La responsabilidad es vital ante todo, y tú eres responsable delante de Dios, de las decisiones y de las consecuencias de tus acciones, y no puedes echarle culpa a nadie. Él va a pedirte cuentas a ti.
- Los administradores rendimos cuentas. Rendimos cuentas a Dios, al gobierno, a nuestro grupo, a nuestra familia. No hay tal cosa como que es tuyo, haces lo que te da la gana, y a nadie le tiene que importar. No funciona de esa manera. A Dios, tienes que rendirle cuentas. Tú le rindes cuentas a Dios en tus oraciones, en tus acciones. Tú tienes que saber que un día Dios va a pasar juicio sobre ti, que la vida va a pasar juicio sobre ti, que el mundo va a pasar juicio sobre ti; y tú tienes que ser responsable, tener tus cosas en orden y de forma correcta. Si no, no serás un buen administrador para Dios, y no serás hallado fiel.
- La recompensa. Todo aquel que es un buen administrador, siempre tendrá recompensa de parte de Dios. En la parábola de los talentos, la Biblia dice que a uno se le dio cinco, a otro dos, y a otro uno. El que tenía cinco talentos lo multiplicó en diez, el que tenía dos lo multiplicó en cuatro, y el que tenía uno lo enterró y eventualmente se le quitó. Lo interesante es que el que tenía cinco y lo multiplicó a diez, tuvo una recompensa extra que aquel que tenía dos y lo multiplicó a cuatro. Al que tenía uno, se lo quitaron y se lo dieron al que tenía diez. Así que tuvo recompensa de que aumentó lo que Dios confiaba en él. Y el señor le dijo: bien, buen siervo y fiel; en lo poco fuiste fiel, en lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. De las cosas más grandes y maravillosas que podemos tener todos los que somos administradores para Dios, es recompensa de aumento e incremento en nuestras vidas, y la satisfacción espiritual y emocional de haber cumplido delante de Dios.
Es maravilloso cuando Dios, desde los cielos, te aplaude y te dice: bien, buen siervo y fiel; en lo poco fuiste fiel, en lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor. No tan solo tendrás recompensas naturales, sino emocionales y espirituales, por cumplirle a Dios de manera correcta.