Entonces, hermanos, puesto que tenemos confianza para entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, por un camino nuevo y vivo que El inauguró para nosotros por medio del velo, es decir, su carne, y puesto que tenemos un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo nuestro corazón purificado de mala conciencia y nuestro cuerpo lavado con agua pura.
Uno de los mensajes de las Escrituras que ha tenido el mayor impacto en mí, en mis propias meditaciones personales, es Romanos 10:1-2, donde Pablo dice acerca de sus parientes, el pueblo judío: «El deseo de mi corazón y mi oración a Dios por ellos es para su salvación. Porque yo testifico a su favor de que tienen celo de Dios, pero no conforme a un pleno conocimiento».
Lo que me impacta aquí es que es posible tener celo por Dios y estar perdidos. Un celo por Dios, y sin embargo, perdidos, ¡pereciendo! «El deseo de mi corazón […] es para su salvación», dice. De modo que no son salvos.
¿Por qué? Tienen celo por Dios. De hecho, son parte del pueblo judío escogido. Pero él ora para que sean salvos. Algo no encaja. ¿Qué hay de malo en el celo que tienen? Y Pablo responde: No es conforme al pleno conocimiento. El verdadero conocimiento es necesario para la salvación. Tienen celo. Pero no está enraizado en el conocimiento.
Ahora, el celo – la pasión del corazón por Dios – es importante Jesús dijo que debemos amar a Dios con todo nuestro corazón, y toda nuestra alma, y toda nuestra mente (Mateo 22:37). Dijo que los tibios serían vomitados de su boca (Apocalipsis 3:16). Y solo dos capítulos después, en Romanos 12:11, Pablo dijo: «no seáis perezosos en lo que requiere diligencia [celo]; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor». Literalmente: «Hiervan en el Espíritu» El celo es importante.
Pero sin conocimiento, no nos llevará hacia la salvación. Ahora, esta es la importancia de este pensamiento cuando llegamos a este pasaje en Hebreos 10:19-22. En estos versículos hay un mandamiento fundamental, directo: «¡Acerquémonos! Esto es lo que este escritor quiere que ustedes hagan. Mire estos versículos, una vez que usted quita todas las frases que definen y clasifican y todas las cláusulas, encuentra que solo hay una exhortación.
Entonces, hermanos, puesto que tenemos confianza para entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, por un camino nuevo y vivo que Él inauguró para nosotros por medio del velo, es decir, su carne, y puesto que tenemos un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo nuestro corazón purificado de mala conciencia y nuestro cuerpo lavado con agua pura.
El autor tiene una meta simple, profunda, elevada, santa, feliz, aparentemente imposible para nosotros sus lectores. Acérquense. ¿A qué? Bien, esto no es difícil de descubrir, porque esta es una palabra favorita para este escritor. Tome solo tres de sus siete menciones.
Hebreos 4:16: «Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna.
Hebreos 7:25: Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos.
Hebreos 11:6: Y sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que El existe, y que es remunerador de los que le buscan.
La gran pasión de este escritor es que nos acerquemos a Dios. Que lleguemos a su trono y encontremos toda la ayuda que necesitemos. Que lleguemos a él confiando que nos recompensará con todo lo que él es para nosotros en Jesús. Y esto es lo que, claramente, quiso expresar aquí, en Hebreos 10:22, porque el versículo 19 dice que tenemos confianza para «entrar Lugar Santísimo», es decir, al nuevo «Lugar Santísimo» celestial, semejante a la habitación del tabernáculo en el Antiguo Testamento donde el sumo sacerdote se reunía con Dios una vez al año, y donde Su gloria descendía sobre el arca del pacto.
Así que el único mandamiento, la única exhortación que recibimos en Hebreos 10:19-22 es acercarnos a Dios. El gran propósito de este escritor es que nos acerquemos a Dios, que tengamos comunión con él, que no demos por sentada una vida cristiana lejos de Dios, que Dios no sea un pensamiento distante, sino una realidad cercana y presente, que experimentemos lo que los viejos puritanos llamaron «comunión con Dios».
Este acercamiento no es una acción física. No es edificar una Torre de Babel para llegar al cielo con nuestros logros. No es, necesariamente, ir a un templo o caminar hacia un altar en el frente. Es un acto invisible del corazón.
Usted puede hacerlo mientras está de pié absolutamente quieto, o mientras yace en la cama de un hospital, o mientras está sentado en un banco escuchando un sermón.
Acercarse no es ir de un lugar a otro. Es dirigir el corazón hacia la presencia de Dios quien está tan distante como el Lugar Santísimo en los cielos, y sin embargo, tan cercano como la puerta de la fe. Él nos ordena venir, acercarnos a él.
De hecho, esta es la esencia misma de todo el evangelio del Nuevo Testamento, ¿no es cierto? Que Cristo vino al mundo para hacer camino a fin de que llegáramos ante Dios sin ser consumidos en nuestros pecados por su santidad.
1ra de Pedro 3:18: Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios.
Efesios 2:18: [Mediante Cristo]… tenemos nuestra entrada al Padre en un mismo Espíritu.
Romanos 5:11: Nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliación.
Esta es la esencia del evangelio, de esto tratan el Jardín del Getsemaní y el Viernes Santo: que Dios ha expiado y ha pagado un precio muy alto para acercarnos a Él. Él ha enviado a su Hijo a sufrir y a morir, para que, mediante Él, podamos acercarnos. Todo fue para que pudiéramos acercarnos. Y todo esto es para nuestro gozo y para su gloria. Él no nos necesita. Si nos quedamos lejos, él no será menos. Él no nos necesita para ser feliz en la comunión de la Trinidad. Pero él magnifica su misericordia al darnos libre acceso mediante su Hijo, a pesar de nuestro pecado, a la única Realidad que nos puede satisfacer plena y eternamente, es decir, Él mismo. «En tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre» (Salmo 16:11).
Esa es la voluntad de Dios para usted, que usted se acerque a Él. Que hable igual que el salmista en el Salmo 42:2: «Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente; ¿cuándo vendré y me presentaré delante de Dios?» Responda de esta manera esa pregunta: «Ahora. Yo vendré ahora, mientras John predica. Estoy orando. Padre, me acerco, me acerco. Me acerco a ti».
Pero debemos regresar y retomar el hilo de pensamiento. Yo estaba tratando de mostrarles la importancia de Romanos 10: 2 para este pasaje: hay un celo que no es conforme al pleno conocimiento y un celo que es conforme al pleno conocimiento. Este celo es importante. Lo más fundamental, este es un celo para acercarnos a Dios, un celo por estar bien con Dios, por disfrutar una relación con Dios. En otras palabras, la idea central de este texto es que tenemos celo por estar cerca de Dios; que tenemos un celo por acercarnos a Dios. No debiéramos acercarnos tibios o indiferentes. Incluso cuando nos sentimos apagados y sin vida, debiéramos decir: «Oh Dios, estoy apagado y sin vida, y solo hay una esperanza para mí: estar cerca de ti. Vengo a ti. Ten misericordia de mí y tócame con tu llama, y enciéndeme nuevamente. Dame vida en tu presencia. Abre mis ojos a tu gloria y hazme vivir de nuevo». Este texto nos exhorta a tener celo, celo por estar cerca de Dios.
Ahora, si eso es cierto, mire cómo es que el texto ilustra a Romanos 10:2, ese celo sin conocimiento es indigno y lleva hacia la destrucción. Todo en estos versículos (Hebreos 10:19-22) tiene el propósito de ayudarnos a acercarnos a Dios mediante un conocimiento que nos imparte el texto. Usted pudiera decir que todo eso está escrito para que nuestro acercamiento a Dios sea «conforme al pleno conocimiento». Para que no se diga: «Esta gente trata, celosamente, de acercarse a Dios, pero no se acercan conforme al pleno conocimiento». Estos versículos están llenos de conocimiento sobre acercarnos a Dios. Son como muchos carbones ardientes alrededor de la exhortación: «Acerquémonos» a Dios, a fin de mantenerla cálida y ferviente. Son también como carbones de piedra, con una forma que sostiene la exhortación en su lugar y la mantiene correcta.
Para eso es el conocimiento, para vitalizar y dar calor al celo, y para la firmeza de convicción. Es para mantener el corazón ardiendo con un celo verdadero. ¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras? (Lucas 24:32).
¡Mientras llenaba nuestros corazones con los carbones de conocimiento!
No tenemos tiempo para mirar cada uno de estos carbones, pero permítanme mostrarles, al menos, cómo están colocados. Y mi esperanza es que usted vea la importancia de tomar los carbones de la verdad, en la Palabra de Dios, y los ponga junto a las oraciones y propósitos de su vida para acercarse a Dios. Y que ellos hagan que su búsqueda de Dios arda con un celo verdadero.
Primero note la palabra «Entonces», al comienzo del versículo 19. «Entonces. . . acerquémonos». Esto lleva nuestra mente de vuelta a la verdad que se había dicho anteriormente. El versículo 14 había dicho: «[Dios] ha hecho perfectos para siempre a los que son santificados”. Entonces, acérquense. En Cristo, ustedes los que están siendo santificados por el Espíritu, día a día, ya son perfectos delante de Dios. Entonces, por esta verdad, ¡acérquense a Dios! Permitan que su celo por acercarse a Dios sea conforme a esta verdad.
Entonces el autor cita la promesa del nuevo pacto en Jeremías 31:33-34 Versículo 17: «Y nunca mas me acordaré de sus pecados e iniquidades».
Entonces, acerquémonos a Dios. ¿Está usted manteniéndose lejos debido a los pecados de su pasado? Él dice: «Nunca los recordaré en contra de ustedes. Yo, virtualmente los olvidé, en lo que concierne a efectos de castigo.
Desaparecieron. Entonces, por esta verdad, acérquense». Así que el «entonces» en el versículo 19 señala hacia los carbones de conocimiento y verdad amontonados alrededor de este celo por acercarnos a Dios.
Entonces, en el versículo 19, la principal exhortación «Acerquémonos», está precedida por otras dos cláusulas que comienzan con «puesto que». Puesto que esto es cierto. . . entonces, acerquémonos a Dios. Así que el mandamiento a acercarnos está tan densamente afirmado como es posible, al parecer, con carbones de verdad. La primera cláusula «puesto que» (versículos 19-20), dice: «puesto que tenemos confianza para entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, por un camino nuevo y vivo que Él inauguró para nosotros por medio del velo, es decir, su carne». . . como estas cosas son ciertas (y ustedes tiene este conocimiento), entonces: ¡acérquense! Cuando se acercan a Dios entran a un lugar santo. Eso es verdad. Por tanto, no vengan con descuido, o impertinencia.
Pero hay otra verdad: la sangre de Jesús, el Hijo de Dios, ha sido derramada por usted, de modo que sus pecados están perdonados, y la santidad de Dios no le consumirá, sino que le emocionará. Y hay otra verdad: el camino de Dios es nuevo: no es el camino del viejo pacto con animales muertos y sacerdotes que tenían que ser reemplazados. Es un camino vivo, con un sacrificio y un sacerdote: Jesús. Y Él está vivo e intercede por usted. Como esto es cierto, acérquese a Dios. De hecho, en el versículo 21 dice (esta es la segunda cláusula «puesto que»), que Él es un gran sumo sacerdote sobre la casa de Dios. Él hizo un camino para usted mediante el derramamiento de Su sangre y el desgarramiento de Su carne, como la cortina en el templo, y vive como sacerdote hoy para cubrirle siempre y abogar por usted y ser su mediador en la presencia de Dios. Como esto es cierto, acérquese. Acérquese conforme a este conocimiento.
Entonces vemos el mandamiento en el versículo 22: «Acerquémonos» Pero él no ha terminado de amontonar carbones de verdad alrededor de esta exhortación. Dice que debemos hacerlo «con corazón sincero, en plena certidumbre de fe». Este es el celo que quiere que tengamos: al venir a Dios, debemos venir con plena certidumbre de fe, o, como dice el versículo 19, con «confianza» o «seguridad». Pero el corazón titubea. Comienza a enfriarse. Tiembla con incertidumbre y una sensación de ser inadecuado. Y por eso es que el autor añade esta última verdad al final del versículo 22: nuestros corazones son purificados de una mala consciencia, y nuestro bautismo es la marca de ello. «Teniendo nuestro corazón purificado de mala conciencia y nuestro cuerpo lavado con agua pura. . .» La sangre de Cristo cubre tan completamente nuestro pecado, y quita de tal forma nuestra culpa, que la consciencia puede descansar en paz, no porque no tengamos pecado, ni porque la consciencia no nos acuse a veces, sino porque cuando lo hace, le hablamos en fe y decimos: «Sé que he pecado. Me duele, odio mi pecado. Pero tengo un Salvador, Jesucristo, quien derramó su sangre preciosa por mí, para llevar mis pecados y cubrir mis transgresiones. Por tanto, calla consciencia. Ten paz en Jesús». Y como esto es cierto, acerquémonos. Este es un celo por estar cerca de Dios, un celo que es conforme a la plena verdad.