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Aceptando todo lo que la Biblia enseña

En cierta ocasión, mientras participaba de una reunión de líderes que incluía a algunos pastores hispanos de nuestro estado, conversé con uno de ellos acerca de la importancia de la autoridad de las Escrituras. Una conferencia se iba a celebrar en días cercanos, donde el tema central a discutirse, sería la inerrancia de las Escrituras.

Para mi sorpresa, este líder me dijo que la inerrancia de la Biblia no era un tema importante, relevante, ni actual para nuestras iglesias. No obstante, desde mi perspectiva su visión era corta, inapropiada y poco realista.

Escribo esto, debido a que la autoridad de la Biblia siempre es el objetivo principal de Cristianos liberales que tratan de rechazarla, modificarla o segmentarla selectivamente. Justamente, en el día de hoy, cierto columnista por el nombre de Oliver Thomas escribió para «USA Today,» la siguiente declaración: «Las iglesias continuarán con la hemorragia de los miembros hasta que enfrentemos la verdad: ser un Cristiano fiel, no significa aceptar todo lo que la Biblia enseña.»

Según su punto de vista, las iglesias deberían entender que todo lo que la Biblia establece, no necesariamente debe ser aceptado, si es que queremos evitar una gran deserción de miembros de nuestras iglesias. Dicho columnista, sugiere que debemos desechar la Biblia como la revelación autoritativa de Dios, y más bien aceptar las premisas de conducta que la sociedad posmodernista, dicta a su predilección. Su premisa, indica que ciertos profesantes, pretenden elegir que es lo que van a aceptar de la Biblia, y que es lo que van a desechar de la verdad proposicional que afecte su estilo de vida.

Para dicho columnista, la iglesia se ha acorralado en lo que la Biblia dice. No obstante, como ha respondido Albert Mohler, esto se debe a que la iglesia conservadora, ha hecho una «declaración de Sola Scriptura. El hecho de que la Escritura y la Escritura sola, es la autoridad final de la iglesia.»

Esto es correcto, puesto que la iglesia verdaderamente Cristiana, entiende que Dios el Espíritu Santo inspiró de manera, verbal y plenaria cada una de las palabras de las Sagradas Escrituras — particularmente en sus escritos originales (2 Timoteo 3:16-17). De manera, que siendo que la Escritura procede de Dios, entonces sus instrucciones deben ser consideradas, respetadas y acatadas en su totalidad. Son autoritativas y debemos aceptar todo lo que esta enseña como la verdad (Juan 17:17).

Consecuentemente, no podemos anular, desautorizar, ni invalidar, ninguna parte de las Escrituras, puesto que desobedecer la Palabra de Dios equivale a desobedecer a Dios. Esa fue la enseñanza directa del Señor Jesús (Mateo 5:19-20). Y también la del apóstol Pablo (Romanos 2:8; 2 Tesalonicenses 3:14) — y la del apóstol Pedro (1 Pedro 4:17). De manera, que entendemos que la Palabra de Dios tiene autoridad, jurisdicción y soberanía porque procede de Dios mismo — y por ende debe ser acatada y de ninguna manera segmentada selectivamente (Salmos 119:120; Isaías 66:2, 5).

Por su parte nuestra declaración de fe Bautista del Sur, «La Fe y el Mensaje Bautista,» en su capítulo primero llega a una conclusión adecuada, cuando dice que la Biblia:

«Revela los principios por los cuales Dios nos juzga, y por tanto es y permanecerá siendo hasta el fin del mundo, el centro verdadero de la unión Cristiana, y la norma suprema por la cual toda conducta, credos, y opiniones religiosas humanas deben ser juzgadas.»

De manera, que la Biblia es la regla suprema de autoridad de la iglesia, sobre todo dictamen religioso y sobre toda conducta humana. Y es la fuente de las normas de Dios. Ella tiene la potestad de juzgar al hombre y no viceversa (Juan 12:48).

Fuente:
Peter Citelli

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