Les confieso mi gran lucha de esta semana en buscar un texto apropiado para el tema de esta predicación. “El don inefable” del cual Pablo nos habla acá (vers. 15) es una de sus grandes doxologías. Y si bien es cierto que en la mayoría de ellas no parece haber relación entre el tema tratado, y ella misma, esa ideología es la manera cómo alguien prorrumpe en una alabanza, y como si se le acabaran las palabras, termina con esa aclamación jubilosa.
Otra ideología de Pablo aparece al final del capítulo 11 del libro a los Romanos. Pablo había abordado muchos temas de una gran profundidad teológica, y ahora como si estuviera en un anchuroso océano, tratando de sostenerse y agarrarse para no hundirse, termina diciendo:
“!Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él será la gloria por los siglos. Amén” (Romanos 11:33-36).
El contexto de la presente ideología de nuestro tema se refiere a los generosos dones de los hermanos macedonios, para ser imitados por los hermanos de corintios. Pablo se sintió abrumado por el pensamiento de la maravillosa gracia de Dios, y ahora encuentra en estas palabras un gran alivio, estallando en una adoración reverente.
Nosotros también tenemos poderosas razones para celebrar este día de Acción de Gracias, incluyendo el don de nuestra salvación y los dones con los cuales hemos sido rodeados por Dios, y junto con Pablo exclamamos maravillados: “¡Gracias a Dios por su don inefable!”. ¿De qué se trata el don inefable?
EL DON INEFABLE ES EL MAYOR REGALO DEL CIELO
A. “Porque Ya Conocéis La Gracia Del Señor Jesucristo…” (2 Corintios 8:9)
¿De qué regalo está hablando Pablo? En el contexto de toda esta exposición aparece un versículo que es único en la Biblia. Es realmente el corazón mismo del evangelio. Su más cercano parecido debiera ser Juan 3:16. Así se expresó Pablo de ese don inefable: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9).
La palabra “inefable” en sus variados sinónimos, también significa: indecible, inenarrable, inexpresable, indescriptible, inconfesable, incontable y maravilloso. Todo esto sugiere algo sin poder explicar de una manera fácil, o que no se puede poner en palabras humanas debido a la grandeza misma de su significado.
Pablo después de haber dedicado dos capítulos para hacerle ver a los corintios el significado de la gracia de dar, utilizando a los macedonios como un vivo ejemplo para esto, y haciendo ver las distintas maneras sobre cómo ellos habían sido enriquecidos, no puede contenerse y expresa este sentimiento profundo, presentándonos a Cristo como la esencia misma de ese don inefable.
“Siendo Rico Se Hizo Pobre” (Hebreos 1:2)
¿Cómo explicar semejante gracia? ¿Cómo asimilar tan desprendida entrega por nosotros? Hacerse pobre siendo rico, y todo por amor a nosotros, es un asunto completamente inexplicable y sólo la divinidad puede entenderlo. Ningún rico quiere ser pobre, sin embargo, muchos pobres si desean ser ricos.
Pablo destaca la “gracia de nuestro Señor Jesucristo” para hacernos ver que esa es una encarnación de la gracia de Dios. Todo esto nos muestra un acto deliberado de la divinidad para alcanzarnos con la salvación. Si bien Dios había determinado el camino de la salvación por medio de la muerte de Jesús, él pudo rechazar ese plan.
De hecho, estando en la agonía del Getsemaní le preguntó a su Padre tres veces si había alguna otra manera para salvar la humanidad, y no la hubo. Jesucristo, es pues, el don mismo de Dios; su más grande riqueza. Y aun cuando él era rico, por ser dueño de todo el universo (1 Corintios 8:6), Dios lo hizo pobre al enviarlo por amor a nosotros. Irónicamente, Jesús fue el Rey más pobre de todos.
“Para Que Nosotros En Su Pobreza Fuéramos Ricos”
Este es uno de los textos más mal interpretados de las Escrituras, especialmente por los llamados “mercaderes del evangelio”. Una falsa doctrina dice que es una maldición ser pobre, que por esa razón Jesucristo se hizo maldición por nosotros, para ser enriquecidos.
Entonces ¿será que son los hijos de Dios los que tienen las mayores riquezas? ¿Fue el propósito de Jesús morir en la cruz, para que tengamos una vida placentera y sin problemas económicos? Vamos a verlo de esta manera. Si Pablo quiso decirnos que la intención de Cristo al hacerse pobre fue la de enriquecernos, eso al parecer no se cumplió en él, porque él mismo habla en esta carta de su propia condición de pobreza (2 Corintios 11:27).
La idea del texto no es mostrarnos a un Cristo materialmente pobre para que nosotros seamos materialmente ricos. No, no es una riqueza material, sino una riqueza espiritual. Cristo se hizo pobre para darnos la riqueza del perdón de nuestros pecados. Cristo se hizo pobre para darnos una familia a la que ahora pertenecemos. Pero, sobre todo, Cristo se hizo pobre para darnos toda la riqueza del cielo.
PROVEER AL CREYENTE PARA COMPARTIR
Al Darnos De Su Abundancia Para Compartir Con Otros (Vers. 8)
El poder de Dios no solo es visto en toda su creación, “porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas” (Romanos 11:36), sino cuando vemos a ese poder operando en todos nosotros. De esta manera, la abundancia de su gracia no consiste solo en tener todas las cosas que necesitamos desde el punto de vista material, sino en la abundancia en tener todos los bienes espirituales.
A veces pensamos que las cosas materiales son las más necesarias en la vida, y las que Dios más debe suplirse. Sin embargo, la abundancia de la gracia de Dios no describe a un hombre poseyendo toda clase de cosas. Más bien describe a un hombre aprendiendo a estar contento con lo poco que posee. Y en el caso de los corintios Pablo les dice a ellos que están equipados con todo para ser generosos.
Pablo usa en este solo texto cuatro veces la palabra “toda” y “todas” para que los corintios no vacilaran en llegar a ser dadores alegres. ¿Cómo se ve esto? El Dios de toda gracia asegura que, en todas las cosas y en todos los tiempos, los corintios tengan todo lo necesario para que abunden para toda buena obra.
Cuando Dios Nos Da La Tierra Y También Su Semilla (Vers. 10)
El “Día de Acción de Gracias” tiene origen en el reconocimiento a Dios por los frutos de la tierra. Está enmarcado en el concepto de él como proveedor de la vida misma, viniendo como resultado de la semilla sembrada. Note la frase de Pablo, “semilla al que siembra y pan al que come”. He aquí toda la provisión completa de parte de Dios.
Él creó la tierra para vivir en ella y crecer en ella. Observe esto. Dios ha puesto el sol y la lluvia para preparar la tierra, pero también le da la semilla para ser sembrada. ¿Qué más hace? Él hace germinar esa semilla, la hace crecer y posterior a eso la hace tener abundantes frutos.
¿Cuál es la única función del hombre? Sembrar la semilla. Por cierto, hay ocasiones cuando la tierra parece recordarles a los hombres ser agradecidos, cuando ella misma deja de producir, o se pierden las cosechas. Qué poseemos que no provenga del Señor según el Salmo 24:1-2. Fue el profeta Hageo quien dijo “mía es plata, y mío es oro, dice Jehová de los ejércitos” (Hageo. 2:10). No hay nada que podamos decir “esto es nuestro”. ¿No es esto una razón para ser agradecidos?
EL DON INEFABLE PRODUCE AGRADECIMIENTO
A Través De Siembras Generosas (Vers. 6)
La gracia de Dios no nos pone límites para hacer nuestra siembra. De acuerdo con este texto, nuestras cosechas son proporcionales a nuestras siembras. No podemos esperar muchas bendiciones si nuestra siembra ha sido escasa (Proverbios 11:24). Dios es nuestro mejor ejemplo en este asunto (Santiago 1:17).
Al final, obtienes de tu vida cristiana la inversión hecha en ella. Esto nos plantea la necesidad de escudriñar dentro de nosotros mismos el tipo de siembra que estamos haciendo. Si le dedico poco tiempo para estar con mi Señor, y lo comparo con su provisión, mi cosecha será muy poca. Pero si siembro tiempo para estar con mi Señor y también con su Palabra, los resultados serán de proporciones impensables.
Cada siembra que hagamos sea material, emocional o espiritual los resultados serán si fue generosa o escasa. Es cierto que no siempre en las siembras materiales se cosecha en la misma proporción de la siembra. Muchos agricultores pierden sus siembras por distintas circunstancias. Pero la siembra hecha para Dios, y su obra, jamás se pierde, porque estamos haciendo tesoros en el cielo.
A Través De La Liberalidad Al Momento De Dar (Vers. 11)
La última parte de este dice: produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios. ¿Qué quiso decir Pablo con eso? Que cuando los hermanos de Jerusalén fueron bendecidos con la ofrenda recibida, estarían profundamente agradecidos a quienes participaron en esto, pero, sobre todo, al misericordioso Dios quien había puesto en otros el deseo de ayudar al necesitado.
Por lo tanto, el enriquecimiento de este versículo es una referencia al hecho de llegar a ser inmensamente generosos. El sentido del texto es que ya estamos enriquecidos en el presente con todo, como los hermanos de Corintios. Entonces, ¿puede un creyente llegar a ser generoso?
Sí, porque la acción de gracias no es por lo que recibimos, sino cuando abrimos nuestro corazón para ayudar y bendecir a otros. Bendito sea nuestro Dios por el don inefable de su gracia, con el cual dota a sus hijos con sus riquezas, lo cual nos hace ser agradecidos por ello. Cuando somos “enriquecidos por toda liberalidad”, a través de un corazón generoso, el resultado será visto en los demás cuando ellos den las gracias a Dios.
A Través De Un Compromiso Gozoso (Vers. 7)
El principio de la acción de gracias no es tanto por lo recibido, sino por lo que damos. La gratitud es uno de los frutos del Espíritu. Brota de un corazón justo y noble que ha entendido el don inefable de parte de nuestro Dios. De acuerdo con la Palabra, le pertenecemos a Dios por un triple derecho: creación, sustentación y redención.
Todo esto involucra los grandes dones de Dios quien nos hizo, nos sustenta y nos salva. Somos el sello de la creación. Somos objeto del más caro y grande amor reflejado en la cruz del calvario, y somos parte del más exquisito cuidado de parte del Dios de los cielos.
Lo interesante del texto “cada uno dé como propuso en su corazón”, es nuestro compromiso con aquel de quien proviene el don inefable. “Cada uno” involucra al padre, la madre y los hijos. Involucra a todos los que hemos conocido la “gracia de nuestro Señor Jesucristo”. Mi promesa debe ser de corazón.
El texto no dice: “Cada uno dé como propuso en su mente”; si así lo hago, escuché una voz interna que me dirá: “tú no puedes, porque tienes demasiados compromisos”. Pero cuando decido no comprometerme, porque” no puedo”, entonces me pierdo de la otra parte: “Dios ama al dador alegre”.
La acción de gracias es la reacción del alma redimida quien, al verse rodeado de todos los dones divinos, prorrumpe en alabanza y reconocimiento al gran Dador, como lo hizo Pablo, destacando que todo lo que tiene proviene de Dios. Es una parada obligada para admitir que hemos sido “enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios” (vers. 11)
Es la ocasión para acercarnos al Señor y alabarlo por el don eterno de la salvación en su Hijo Cristo, y el regalo de su Espíritu Santo. Es la puerta que se abre como dijo el salmista, para entrar por ella con acción de gracias y alabarle (Salmos 100).
No hay en el Nuevo Testamento un porcentaje para dar, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. Pero si hay dos principios para dar en el Nuevo Testamento: “Cada uno dé como propuso en su corazón” (2 Corintios 9:7), y el otro principio es “según haya prosperado” (1 Corintios 16:2). Y mi más grande inspiración para este compromiso es (2 Corintios 8:9).