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Ábrele el camino a Dios

Las batallas más grandes son las internas, y con esas, lo que Dios quiere demostrarnos es que a pesar de las circunstancias, Él nos va a dar la victoria.  Por eso siempre es bien curioso que cuando Dios te da una promesa, una palabra, nunca se compara con la situación que estás viviendo, o el contraste de lo que Él te dice que va a hacer.  Es bien raro porque parece como que Dios no sabe quien tú eres.  ¿Cómo Dios va a llamar a Moisés para que dirija al pueblo de Israel y lo saque, si el hombre es tartamudo?  ¿Cómo pretendía que les hablara?  ¿Tú crees que Dios no sabía que Moisés era tartamudo?  Lo que Dios estaba diciendo era que Él podía usar a un tartamudo.  Le dijo: vete y habla.

Dios va donde Jeremías y le dice: levántate y ve.  A lo que Jeremías responde: no puedo porque soy niño.  Y Dios le dice: ¿acaso no lo sé yo?  En la versión en inglés, Dios le dice: no mires a sus rostros.  Porque cuando tú estás hablando, lo peor que hay es ver los rostros de la gente haciendo muecas de desacuerdo, por ejemplo.  Cuando Dios llama a Gedeón, le dice: varón esforzado y valiente.  Y Gedeón dice: no sabes tú que soy el más pequeño de la tribu, el más débil.  Y Dios le está diciendo: ¿tú te crees que yo no sé quién tú eres?  Dios no necesitaba hacer de Gedeón el más grande; Dios necesita que el más pequeño tenga una grande victoria.

Dios no mandó a calmar la tormenta para que Pedro caminara sobre las aguas.  Jesús invitó a Pedro a caminar sobre las aguas cuando estaba la tormenta.  Difícil hubiera sido caminar en las aguas sin la tormenta; más difícil con la tormenta.  Y Jesús no calmó la tormenta para hacerle el camino más fácil a Pedro para que caminara sobre las aguas.

Quítate de la cabeza que el mundo es perfecto.  La fe no te provee un mundo perfecto.  La fe te provee un mundo de posibilidades, en un mundo imperfecto.  Y solo así es que puedes alcanzar nuevas fronteras en tu vida.

Ahí es que muchos se desilusionan porque no entienden esto.  Muchos oran para que Dios cambie sus circunstancias externas, sin darse cuenta que en medio de esas circunstancias, es que sería el testimonio más grande, si tú eres capaz de mirar en tu interior, y ver lo que Dios quiere hacer contigo.

Este espíritu de conquista, de avance, Dios comienza a provocarlo en el interior de cada uno de nosotros, y cada vez que Dios te da una palabra, te la da en momentos donde simplemente tus circunstancias no concuerdan con lo que Dios te está diciendo.  Cómo decirle a Abraham ya viejo, que va a tener un hijo.  Cómo decirle a Sara, que es estéril, que va a ser madre de mucha gente.  Cómo le habla Dios a la gente cuando las circunstancias son totalmente contrarias a las que ellos esperan tener para declarar que tienen una vida ideal con Dios.

Hay gente desilusionada con Dios porque sus circunstancias siguen siendo las mismas, sin darse cuenta que el que está desilusionado es Dios contigo porque no has creído que, a pesar de las circunstancias, Él te puede prosperar y bendecir.

Dios pone en ti una inspiración divina para hacerte creer por encima de tus circunstancias.  Hay un momento en que vas a encontrarte con Dios de forma sobrenatural, y vendrá una  palabra a tu vida que despierta tu interior, tu ser.  Estás en pobreza, y de repente oyes una palabra donde Dios te dice que te va a prosperar; y algo se despierta dentro de ti.  Dios puede inspirar tu corazón, pero no puede convencerte de que lo vas a alcanzar.  Pero Él no es el responsable de convencerte de que tú lo vas a lograr, de que lo vas a alcanzar.

Hay gente que sale de la iglesia inspirada porque Dios les da una palabra, pero no se dan cuenta que hasta ahí llegó la parte divina.  Dios te inspiró.  Ahora te toca a ti convencerte de que Dios lo puede hacer, de que Él va a obrar.  Te toca a ti estar convencido.  Y eso es lo grande; Dios nunca te va a convencer a ti de lo que Él puso en tu corazón.  Él lo pone en tu corazón, y te corresponde a ti tener la persuasión interna de que lo vas a lograr.  De lo único que Dios te convence es de pecado, de justicia y de juicio para que te arrepientas; pero de las cosas grandes, eres tú quien tiene que convencerse a sí mismo de que Dios lo quiere hacer, y si tú estás esperando convencerte basado en las circunstancias que estás viviendo, solo vivirás inspirado, pero nunca convencido por fe.  Y solo el que está convencido por fe es el que vence las circunstancias.  Ese es el que logra ir más allá.  Por eso, cuando Dios te inspira, la próxima etapa es tú convencerte.

Tienes que involucrar tu voluntad.  De nada sirve que tengas un gran sueño si tu voluntad no está involucrada.  Tu voluntad tiene que estar involucrada.  Tiene que haber ese deseo de levantarte, de lograrlo, de alcanzarlo, de impulsarte, de moverte hacia el futuro.  Tiene que haber esa fuerza de voluntad en el interior.  Por eso no basta con inspirar a alguien; hay que enseñarle que la fuerza de voluntad tiene que estar envuelta.

El mundo en que vivimos quiere quitar del camino la necesidad de la fuerza de voluntad.  Por eso te venden una máquina que con siete minutos a la semana tú puedes tener los abdominales más grandes del mundo.  Pero eso no funciona así.  Es la fuerza de voluntad en tu interior, de alcanzar algo, de lograr algo, que tiene que estar involucrado; y hasta que no se involucre esa parte de tu vida, nunca conquistarás cosas grandes.  Por eso, cuando Dios te inspira, no tan solo te va a inspirar para que tu fuerza de voluntad se conecte, sino que Dios siempre te va a inspirar con el porqué.

Lo grande no es tener una casa, sino por qué tener una casa.  Lo grande no es tener una casa, sino que la gente vaya a tu casa y le entregue su vida al Señor; deberías querer una marquesina más grande para poder tener un grupo de amistad en tu casa donde puedas suministrarles a tus vecinos.  Más grande que la casa es el porqué de la casa.  El carro no es lo más importante, sino para qué y por qué se va a usar.  Estudiar no es lo más importante, el título no es lo más importante, sino el porqué de que lo alcances.  Y cuando una persona conecta su fuerza de voluntad y conecta el porqué, entonces, comienza a activar todas sus habilidades y capacidades; sacas fuerzas de donde antes no había, y comienzas a darte cuenta de la grandeza que había en ti y que siempre hubo en ti.  Pero esa parte te corresponde a ti; no a Dios.

Dios te da una palabra y te dice: vas a hablarles a las naciones.  Y tú eres tartamudo.  Dios te dice: esto es lo que yo creo de ti.  Y ahora te falta a ti creértelo.  Te falta inspirar tu voluntad y atreverte a hablar.  Pero ¿qué harían muchos?  Comenzar a orar y a pedirle al Señor que los sane para entonces cumplir.  Pero Dios dice: no, tartamudo y todo, te voy a dar la victoria.

Dios no te tiene que sanar para Él hacer lo que Él ha dicho que va a hacer contigo.

Hay quien quiere una casa, pero está esperando que el crédito mejore.  Has pagado montones de cosas para mejorar tu crédito.  Y no hay nada malo con eso, pero nada tan bueno como un crédito en la cuenta del cielo por fe.  Nada mejor que eso.  Si Dios te dijo que te iba a dar la casa, Él no tiene que esperar siete años para que tu crédito mejore.  Lo que pasa es que no estás convencido tú de eso porque el mundo te ha dicho que, sin crédito, no se puede hacer nada.  Entonces, no te atreves pedir, preguntar, no te atreves a hacer; no estás ahorrando, no estás haciendo nada.  Te inspiras y después te desmotivas, y culpas a Dios o a la iglesia por la falsa motivación; pero eres tú.

10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”  Juan 10:10

Hay quienes han escuchado este verso, y comienzan a demandar las cosas grandes, las nuevas fronteras, las victorias, sin darse cuenta que el éxito en la vida se encuentra en entender que la vida nunca te va a dar lo que mereces, sino lo que tú demandes de ella.

Hay gente que nunca demanda nada.  Lo que pase, va a pasar.  No aspiran a nada, y nada van a tener.  Simplemente, van a existir.  Hay gente que comienza a despertar y comienzan a pedir, pero piden de manera incorrecta, como el joven rico, quien fue donde Jesús y le dijo: quiero la vida que tú tienes.  Y Jesús le dijo: no hay problema, dalo todo.  Porque cuando tú demandas afuera, la demanda siempre vuelve a ti.  Nunca puedes tener una vida por la que tú no estés dispuesto a darlo todo.  Por eso es que la demanda no se pone afuera, sino adentro.

Nunca se demanda al cielo, se demanda a dentro.  Le pides al Señor una vida abundante, y Él te dice: dámelo todo.

Cada vez que tú piensas que la vida te va a dar lo que tú quieres, lo que deseas, ahí es donde te desilusionas.  Tendrás de la vida lo que estés dispuesto a demandar de ella, no del mundo ni de afuera.

Al joven rico, el Señor le dijo: dalo todo, y sígueme.  Y dice la Biblia que el joven se fue amargado y triste.  Como salimos todos cada vez que queremos algo y la vida nos dice lo que nos va a costar poder alcanzarlo.  Pero entonces, algunos te dirían: ora para que llegue.  Pero no; porque Dios lo que te dice es: ora para que sepas lo que quiero y lo que demando de ti para que lo alcances.  Y lo que Dios te dice y quiere que tú entiendas es que Él no tiene que cambiar las circunstancias para darte lo que Él te prometió.  La pregunta es si tú estás convencido de que Él lo puede hacer.

Si tú estás esperando que la vida te dé algo que tú supuestamente te mereces, nunca alcanzarás nada.  Nunca alcanzarás nuevas fronteras hasta que tú entiendas que es la demanda que tú pongas en la vida lo que tú vas a alcanzar.  Hay quien nunca demanda nada, hay quien pone su demanda en el lugar incorrecto.  Hay quien es como Erik, el escalador ciego; él no llegó a la cima del monte Everest por casualidad; eso no pasa así.  Pero por alguna razón u otra, los cristianos como que quieren que eso pase así.  Por eso se desilusionan.  Porque en la iglesia se te inspira, y tú sales creyendo que Dios tiene que cambiar el mundo completo para darte la victoria.  Pero es todo lo contrario.  La pregunta es cuánto tú estás dispuesto a creer, a hacer.  Erik demandó de sí mismo, de su cuerpo, entrenó, planificó, se rodeó de la gente correcta, lo intentó una y otra vez, y no acababa de llegar, y ya tenía un amigo diciéndole: que esto no sea lo más grande que vas a tener en tu vida.

¿Qué tú te estás demandando a ti mismo?  ¿Qué estás demandando de ti?  ¿Simplemente estás pidiendo que la vida te dé lo que tú piensas que te mereces?  No funciona de esa manera.  Ahora bien, los creyentes no demandamos aún de nosotros mismos como demandamos del Espíritu de Dios.

20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros,”  Efesios 3:20

La gente cita: Dios va a hacer más de lo que tú piensas, más de lo que imaginas.  Pero termina siempre los versos, no los dejes a mitad.  Dios va a hacer más de lo que tú piensas y de lo que imaginas, según el poder que actúa en ti.  En otras palabras, según como tú permitas que el poder actúe en ti, así Dios va a hacer.  Y lo grande es que cuando tú pones una demanda en el poder que está en el interior, Dios va a hacer más de lo que tú pensabas que podías hacer porque eso es Dios; Él da más abundantemente; pero es según el poder que actúa dentro de ti.

Siempre que tú miras a Jesús, ese fue el ejemplo que él nos dio; y eso es lo que nos está diciendo aquí.  Dios te está diciendo: tórnate al poder que está en ti.

Dentro de ti, está el poder del Espíritu Santo; el mismo poder que levantó a Cristo de los muertos habita dentro de ti; y todo aquel que tiene una experiencia y mira hacia adentro, nada lo va a limitar, nada lo va a detener.  No hay escasez, no hay problema que pueda paralizar la misión de lo que Dios va a hacer en tu vida.

Jesús nunca demandó nada desde el cielo.  Jesús siempre agradeció al cielo, pero solo demandó al espíritu que habitaba en él.  Los milagros de Jesús ocurrieron desde el día que él se convirtió en Cristo.  ¿Qué es Cristo?  Aquel que está lleno de la unción y del poder de Dios.  Cristo no es el apellido de Jesús.  Es un título que significa el ungido y su unción.  Y ese es el poder que habita dentro de ti.

El poder que habita dentro de ti no es el poder de Jesús, sino el poder del Cristo resucitado.  Por eso, tú tienes más posibilidades que cualquier otra persona porque cualquiera del mundo que quiera triunfar, puede tan solo demandar de su cuerpo, de su mente.  Pero tú tienes de dónde demandar, y es de las fuerzas que hay en el interior, que provienen del Espíritu Santo, y es lo que te debe dar la seguridad para caminar en esta vida.

Si tú quieres alcanzar nuevas fronteras en tu vida, deja de estar demandando afuera, y comienza a demandar adentro.  Comienza a demandar de ti, y comienza a demandar del Espíritu Santo que está en tu vida, para que la unción y el poder de Dios que están dentro de ti se manifiesten en cada momento.

Deja de estar pensando de la misma manera que piensa el mundo.

Fuente:
pastor Otoniel Font | Puerto Rico

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