
“Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas.”
1 Crónicas 29–11
A Ti, oh Dios, soberano y eterno, que gobierna los cielos y la tierra, te ofrezco mis palabras y todo mi ser. Eres el principio y el fin, la razón de cada latido y el motivo de cada suspiro. A Ti, que con un soplo formaste las estrellas y con un toque moldeaste los corazones, a Ti sea la gloria por siempre.
En los momentos de gozo, tus bendiciones resplandecen como el sol de la mañana; y en los momentos de prueba, tu gracia es la llama que no se apaga, guiándote paso a paso. No hay poder ni majestad que se compare contigo, pues sólo Tú eres digno de toda alabanza.
Canta mi alma y se humilla mi corazón ante tu grandeza. Que cada acto de mi vida, cada pensamiento y cada anhelo, sea un reflejo de tu amor y verdad. Porque solo en Ti encuentro refugio y en Tu presencia descanso, sabiendo que todo lo que soy y lo que espero ser, está en tus manos. Gracias, Jesús.
A Ti, que no te olvidas de tus hijos ni por un instante, que extiendes misericordia aun cuando no la merecemos, te exalto y proclamó: ¡A Ti, oh Dios, sea toda la gloria!
Aplicación espiritual.
Este devocional nos invita a volver el corazón al lugar correcto: la adoración sincera. En medio del ruido del mundo y de las preocupaciones diarias, el alma encuentra reposo cuando se enfoca en la grandeza de Dios.
Recordemos hoy que toda la gloria le pertenece a Él, porque sin Su gracia nada somos y en Su amor lo tenemos todo.
Señor, que mi vida sea un himno continuo de gratitud y honra a Ti. Que cada palabra, cada decisión y cada respiro sean una ofrenda viva que exalte tu nombre.