
A veces nuestras propias lágrimas se convierten en el preludio de un nuevo canto. Dios no solo restaura —Él enaltece, consuela y transforma el quebranto en melodía. Y cuando su paz nos envuelve, la respuesta natural es rendirle adoraciónA veces nuestras propias lágrimas se convierten en el preludio de un nuevo canto. Dios no solo restaura —Él enaltece, consuela y transforma el quebranto en melodía. Y cuando su paz nos envuelve, la respuesta natural es rendirle adoraciónA veces nuestras propias lágrimas se convierten en el preludio de un nuevo canto. Dios no solo restaura —Él enaltece, consuela y transforma el quebranto en melodía. Y cuando su paz nos envuelve, la respuesta natural es rendirle adoraciónA veces nuestras propias lágrimas se convierten en el preludio de un nuevo canto. Dios no solo restaura —Él enaltece, consuela y transforma el quebranto en melodía. Y cuando su paz nos envuelve, la respuesta natural es rendirle adoración