“5 Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. 6 Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. 7 Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.” Lucas 19:5-7
Jesús le dice a Zaqueo que descienda, y después le dice: Me es necesario posar en tu casa. Ahora era una necesidad de Jesús ir a su casa. Zaqueo no tan solo era publicano, sino el jefe de los publicanos, visto por todos como el más malo; y Jesús le dice: Desciende, estoy contigo y voy para tu casa.
“8 Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.” Lucas 19:8
Hubo una revelación en la vida de Zaqueo, una revelación que surgió en su casa, sentado en la mesa, con Jesús. Y todos veían lo que habría de suceder.
Hoy Jesús se ha sentado en tu mesa. Y hay un montón de gente pendiente a lo que va a suceder.
Sabemos que Zaqueo estaba sentado porque dice la Biblia que poniéndose en pie, tuvo aquella gran revelación de devolver cuadruplicado todo lo que había quitado; la mitad de sus bienes la iba a repartir. Los procesos de todo el mundo comienzan en el banco de los publicanos, en las alturas de un árbol, pero se perfeccionan y se hacen completos en la mesa, y en la mesa con Jesús.
La mesa representaba un tiempo de celebración, pero no cualquier celebración, sino la de una persona importante que se sentaba en esa mesa, era la celebración de una persona escogida. En aquel momento, lo que Zaqueo buscaba era que Jesús fuera celebrado. En el instante en que Jesús fue a casa de Mateo, Mateo lo que tenía que procurar era que Aquel que era más grande que él, fuera celebrado. En aquel instante en la mesa estaba este hombre, sin saber que espiritualmente estaba sucediendo algo más. Espiritualmente, lo que implica estar sentado a la mesa, es que hay un tiempo de intimidad.
Cuando vas a compartir con amistades o tienes alguna reunión, ¿a dónde vas? A la mesa. No hay aniversario, cumpleaños o boda en que no hayan mesas. No hay un tiempo de celebración, que no haya una mesa. Donde se celebran cosas de la intimidad es el lugar de completar los procesos.
Lo que pasa es que, cuando llega Jesús a nuestras vidas, pensamos que es él quien se sienta a nuestra mesa. Somos muy ávidos en celebrarlo, en reconocerlo, en decir: Qué bueno que estás en mi mesa; todo esto es para ti. Pero lo que sucede es que, cuando Jesús llega a la mesa, es todo lo contrario: Ahora la mesa no es tu mesa, es la mesa de Jesús. Y ahora es Jesús el que se sienta a tu mesa, haciéndola su mesa. Esto fue lo que entendió el salmista cuando dijo: Aderezas mesa delante de mí, en presencia de mis angustiadores.
Tú piensas que eres tú quien prepara la mesa, pero es Dios el que prepara una mesa para ti, porque cuando Jesús se sienta en tu mesa, él la hace su mesa y comienza a celebrarte: Qué bien hiciste, Zaqueo, al treparte en un árbol para alcanzar a verme; qué bien hiciste, Mateo, que dejaste todo para seguirme. Comienzas a tener un tiempo de intimidad donde hay celebración, reconocimiento, un tiempo donde ahora tú te haces escogido, importante. ¿Por qué? Porque ahora sabes que no es tu mesa, sino la mesa de Jesús; ahora sabes que Jesús, un amigo de pecador, va contigo hasta el final, hasta sentarte en la mesa, hasta que se cumpla el propósito, hasta que tú te pongas de pie y digas: Voy a dejar lo que estoy haciendo, y voy a hacer esto porque esto es lo que Jesús quiere que yo haga. Y eso es lo que te trae gloria, lo que hace que haya celebración de parte de Dios para tu vida.
No es tu mesa, no es tu vida, no es tu casa; ahora es la casa de Jesús. No es tu matrimonio, es el matrimonio de Jesús. Y dirás: Pero es que es muy fuerte lo que estoy pasando. Y yo te digo: Siéntate a la mesa, y deja que Jesús te celebre. Deja que te celebre tus pequeños pasos, que celebre que te subiste al árbol, que bajaste gozoso, que le dejaste entrar a tu casa. Las cosas no van a ser igual; no pueden serlo.
Un amigo de pecadores está dispuesto a llevar la crítica, las cargas que otros no quieren llevar. Y eso fue lo que hizo Jesús; y lo hizo por una sola razón…
“19 El Hijo del Hombre,[a] por su parte, festeja y bebe, y ustedes dicen: “¡Es un glotón y un borracho y es amigo de cobradores de impuestos y de otros pecadores!”. Pero la sabiduría demuestra estar en lo cierto por medio de sus resultados».” Mateo 11:19 (NTV)
Jesús se mostraba amigo de pecadores por los resultados.
Todo lo que tú haces por ti y por otro es por todos los resultados que puede traer. Tú no te muestras amigo de pecador porque sí; no haces que la gente descienda del árbol para caminar con ellos, meramente por caminar. Tú lo haces por los resultados. Tú le sirves a Dios por los resultados. Y no se trata que dependas de los resultados, pero va a haber resultados. Congregarte trae resultados, diezmar y ofrendar trae resultados, ayudar a otros trae resultados, decidir que Jesús se siente a tu mesa, haciéndola suya, trae resultados.
Oro por que tú puedas ver los resultados del cielo en tu vida, al mostrarte amigo de pecadores; y cada día permitas que, aún en tus fallas, otro te ayude. Tú ayudas, y te ayudan; tú estás con alguien, y alguien está contigo. Eso es lo que creemos como iglesia, y lo que declaramos sobre tu vida.