Quizá pienses que la Biblia es aburrida. Te has enredado en una genealogía, te has quedado atascado en los materiales del tabernáculo y los codos, y te han confundido ciertas ceremonias y sacrificios. Has intentado pronunciar nombres difíciles, has hecho un gesto de desconcierto ante algunas referencias geográficas y te has sentido intimidado por el tamaño y el alcance del Antiguo y el Nuevo Testamento.
Pero retrocedamos un poco. ¿Qué tipo de libro es la Biblia? Piensa en lo que los cristianos afirman sobre este libro. Piensa en la seriedad de su tema y en la influencia que ha tenido —y sigue teniendo— en todo el mundo.
La Biblia es la obra maestra de todas las épocas, la historia de todas las historias. En este libro leemos los actos de creación y redención del Dios vivo
La Biblia es la obra maestra de todas las épocas, la historia de todas las historias. En este libro leemos los actos de creación y redención del Dios vivo. Vemos la historia verdadera del mundo. Rivaliza con todas las demás epopeyas y trasciende los mitos antiguos. La Biblia no es como cualquier otro libro.
Si la Biblia te aburre, ¿te has preguntado por qué? Existen diversas explicaciones, y cualquiera (o varias) de ellas podría identificar el problema. Consideremos cuatro posibilidades.
1. Estás ignorando la forma cristológica de la Escritura.
La Biblia es un libro sobre Jesús. El Antiguo Testamento predice Su venida y el Nuevo Testamento anuncia Su llegada. Para entender correctamente las partes de la Escritura, debemos verlas a la luz del todo. El panorama general es una historia redentora, que conduce a una cruz y a través de una tumba vacía.
Debemos preguntarnos cómo encajan en la historia global los distintos pueblos y pactos, los numerosos acontecimientos y leyes, los patrones y las instituciones. Conocer la historia es como tener la parte superior de una caja de rompecabezas con la imagen clara y a tu lado. Tal vez hayas estado leyendo la Biblia sin tener la caja del rompecabezas cerca, por lo que aún no ves cómo encajan las muchas piezas y qué imagen están formando.
Cuando discernimos la forma cristológica de la Escritura, vemos cómo es una biblioteca de libros en la que todos están al servicio de la buena nueva de que Dios sale en busca de los pecadores. Pero si no tenemos en cuenta el panorama general, las distintas partes pueden parecer desconectadas y poco interesantes.
2. Desconoces algunos aspectos históricos.
Sin importar qué capítulo o libro abras en las Escrituras, estás a miles de años de distancia de la composición y el contenido de lo que lees. Cuanto más comprendas sobre ciertos lugares históricos, costumbres, leyes o genealogías, menos probable será que los pasajes difíciles te desanimen a seguir leyendo.
¡Ten una curiosidad incesante! Aprender sobre el trasfondo bíblico requiere trabajo y recursos. Hay atlas, comentarios y biblias de estudio que pueden aclarar lo que a primera vista parece desconcertante. Sé un lector curioso. Pregúntate: ¿por qué está esto aquí? ¿Qué papel desempeña este pasaje o capítulo en el conjunto de las Escrituras? ¿Qué detalles desconozco y necesito investigar más?
Al acercarte a las Escrituras, asume que hay cosas que aún no sabes, pero que necesitas saber y que llegarás a saber. Esta postura dará el beneficio de la duda —y con razón— a los autores bíblicos. Te recordará con humildad que, aunque seas el lector actual del texto sagrado, no eres su primer destinatario.
3. Estás leyendo de forma inconsistente.
Una vaga familiaridad con las Escrituras no produce amor por ellas. A veces, llegamos a amar algo porque hemos invertido en ello. Las relaciones suelen funcionar así, cuando disfrutamos de alguien a medida que conocemos mejor a esa persona. Lo mismo ocurre con las habilidades, que se cultivan con constancia y perseverancia. Lo que antes parecía una carga puede convertirse en un deleite.
Piensa en las Escrituras como algo que no amarás si solo las lees de vez en cuando o aleatoriamente. Piensa a largo plazo. ¿No quieres convertirte en un mejor lector de la Biblia? ¿No quieres entender más las Escrituras, amarlas más y recordarlas más? Necesitas leer con constancia. Esto te sumergirá en las enseñanzas y la cosmovisión de los autores bíblicos.
Tu hábito de lectura de la Biblia (o la falta del mismo) no aumentará ni disminuirá el amor de Dios por ti. Pero tu disciplina espiritual afectará el calor de tu corazón hacia la verdad. Tu devoción a las Escrituras cultivará tu deleite en las glorias de Cristo y el evangelio.
4. Estás leyendo sin oración.
Esta posibilidad viene en último lugar, pero no porque sea la menos importante. Puede ser la más importante. No deberías intentar formar un plan de lectura consistente y de meditación que carezca de oración. La idoneidad de la oración con la lectura de la Biblia ha sido señalada por muchas personas (incluido Donald Whitney en su libro Orando la Biblia).
Debes orar cuando leas las Escrituras porque el Espíritu Santo es real y activo. ¿Lo crees? ¿Oras como si lo creyeras? El Espíritu concede entendimiento e ilumina tu mente. El Espíritu te impulsa con convicción o gozo o paz. Tu crecimiento y madurez no ocurren aparte de la obra del Espíritu, sino que son el resultado de la obra del Espíritu.
Cuando abras tu Biblia, ora por concentración y deleite. Ora por comprensión. Ora por el fruto del Espíritu. No leas la Biblia sin orar. Dios se mostrará fiel y misericordioso mientras alimenta tu alma a través de Su Palabra.
Estas cuatro razones no agotan las explicaciones de por qué un lector puede encontrar las Escrituras poco interesantes. Pero como la Escritura es de inspiración divina y da testimonio de la obra redentora de Dios en Cristo, nuestros corazones y mentes necesitan saber lo que Dios ha dicho. Sus Palabras son Palabras de verdad, bondad y sabiduría. La Biblia no es aburrida. El salmista tiene razón: «Lámpara es a mis pies Tu palabra, / Y luz para mi camino» (Sal 119:105).