Hace 174 años, un grupo de patriotas, sin más fortaleza que sus convicciones sube a la Puerta del Conde, y un tiro de trabuco inicia una lucha que todavía hoy se mantiene, que es la de nuestra soberanía plena y absoluta.
Todo había iniciado 6 años antes, cuando se crean las sociedades La Trinitaria, La Filantrópica y La Dramática, que lentamente fueron calando en el afecto de las personas por el mensaje redentor que traían: Podemos ser libres e independientes de toda dominación extranjera. Muchos lo dudaban. Y como no dudarlo. Un país destruido, deshabitado, donde sólo abundaba la pobreza, y la desesperanza marcaba el devenir de esa colonia, donde todo seguía igual desde hace muchos años.
Ese grupo de jóvenes perseveró a pesar de todo. A pesar de persecuciones, de prisiones, de dolor, siguieron contagiando su fe en la independencia. En cada casa, en cada calle, bajo cada enramada, en cada campo, todos eran un solo corazón y una sola voz que bramaba pidiendo libertad.
Duarte nunca fue racista. Por ello, siempre que pudo, mostró admiración por Haití, pero les enrostraba que no permitiesen a otro ser libres cuando ellos lucharon por su independencia.
Por ello, el 27 de febrero, todos los sectores sociales confluyeron en ese gesto que concluyó en la capitulación y salida de las tropas haitianas en la ciudad de Santo Domingo y el inicio de 12 años de guerras constantes contra el Estado Haitiano.
En cada una de esas batallas, donde hubo mucho fuego y muertos, reivindicamos nuestra soberanía y la validamos ante el mundo. Por ello, hoy tenemos ese gentilicio que es nuestro orgullo: dominicano, y debemos hacer todo lo posible por legar ese don a las postreras generaciones. A enseñarlos a valorar los simbolos patrios, a cantar emocionados el himno nacional, a sentir y amar lo que es la dominicanidad: en fin, seguir construyendo patria cada día.