Politica

Una Semblanza

En un acto de justicia. Se otorgó la Orden de Cristóbal Colón, a  historiadores talentosos como son: José Chez Checo, Marcio Veloz Magiolo, Mu KienSang Ben, Emilio Cordero Michel, Francisco Antonio Avelino, Bernardo Vega, Juan Daniel Balcácer, Euclides Gutiérrez Félix y Adriano Miguel Tejada en el grado de Caballero.

Particularmente deseo concentrarme en uno de ellos, lo que puede parecer una injusticia,  pero siento que al escribir sobre dicha persona, en mayor o menor medida, escribo también sobre sus meritísimos pares.

Juan Daniel Balcácer es un ejemplo de superación, ganas y amor a la patria. Desde su infancia, fue inquisitivo y estudioso, tratando de crecer integralmente. A los 25 años, en 1974, escribe su primera obra “Pedro Santana: historia política de un déspota”, trabajando la figura de Duarte y el liberalismo dominicano en contra de un revisionismo histórico que amenaza con olvido esas figuras. En los últimos años se ha concentrado en la Era de Trujillo y  en el período entre el ajusticiamiento y el gobierno del profesor Bosch.

Catedrático y conferencista excelso, escritor con una pluma depurada, con un lenguaje conciso y preciso, persigue en cada una de sus obras enamorarnos de la historia dominicana, y que comprendamos que no son hechos lejanos y  distantes a nuestra realidad. Es un miembro activo de diversas academias, como son la Academia de Ciencias de la República Dominicana, miembro del Instituto Duartiano y también es miembro correspondiente del Instituto Dominicano de Genealogía.

Pero Juan Daniel Balcácer es mucho más. Un excelente funcionario público que desde la Comisión Permanente de Efemérides Patrias se encargó de incentivar toda actividad patriótica, toda defensa de los símbolos y tratar de preservar la memoria histórica de la nación. Es un excelente esposo, con un sólido matrimonio con Kenia Kury, que produjo dos de las debilidades de nuestro personaje: sus hijos, Igor y Saghie, y un abuelo entregado.

He tenido el placer de compartir con él en diversas ocasiones y agradezco a la vida por ello, ya que cada consejo, siempre atinado, han devenido en enseñanzas valiosas. No deseo hacer una hagiografía. Eso es indigno del señor Balcácer. Lo que deseo es que esta nota quede como testimonio que ese niño, hijo de Luisa Jiménez, que soñaba con estudiar el pasado y con hacerse de un nombre logró por medio de tesón, de perseverancia, de constancia y de amor propio, convertirse en un referente social, intelectual y humano.

De corazón felicito al Licenciado Balcácer, e incentivo a todos los jóvenes y no tan jóvenes a perseguir sus sueños. A luchar, a persistir, que el mundo, finalmente, que es la enseñanza de esta historia, es del valiente, del trabajador tesonero y del noble de espíritu.

Por Néstor Saviñón

 

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