Deporte

Sobre Víctor Estrella

Un hombre de 37 años llora en medio de una cancha azul. Está luchando contra sus rivales deportivos, contra las lesiones, contra la edad, el clima, y sólo posee una fe inquebrantable en sí mismo y un amor por su patria que lo hace especial.

Ese hombre llora, pero no por haber sido meramente vencido en una cancha de tenis delante de su público, que lo ovacionaba, sino por él haberse entregado con pasión a empresas quijotescas donde toda razón señalaba derrota y triunfaba, pero, lamentablemente, no le dieron las piernas en el último encuentro contra la historia.

La República Dominicana perdió la serie de clasificación a la Copa Davis contra una potente Alemania, que ha sido parte del grupo mundialista muchas veces, es cierto, pero hemos progresado rápidamente, obteniendo triunfos épicos contra países con mayor tradición tenística. Y ello se debe en gran medida a ese bolerito del Centro Español de Santiago que se enamoró de una raqueta y le impregnó a cada golpe pasión, vergüenza y compromiso.

Cuando la mayor parte de los jugadores se ha retirado o empieza a prepararlo, este viejo para los estándares del Tenis, que es un deporte muy demandante y que muele físicamente a los jugadores, sigue batallando por algo que tiene y que no se aprende en ninguna academia de tenis: ese corazón inmenso que lo llevó a proezas en un US Open donde sólo, desconocido, llegó solo y se fue con el reconocimiento de millones de personas.

Su último rival, el teutón Phillip Kolhschreiber, número 32 del mundo, reguló los tiempos del juego en medio de una olla de presión donde el calor atmosférico no era nada ante el de la hinchada que fue a ver a su Vitico.

Ambos sacaron a relucir lo mejor de su arsenal. No se guardaron nada, y por un tiempo, los asistentes al juego pensaron que era posible el milagro, pero tras una caída aparatosa sufrida en el primer set, su juego comenzó a decaer, quizá acusando también el cansancio de haber jugado los tres días (dos sencillos y un doble, incluyendo ese partido). Su servicio no era tan cortante, su bolea no tenía tanto efecto, pero luchó cada punto y cada bola.

Se dio lo que señalaban los pronósticos. Víctor perdió. Pero, en cierta forma, esta derrota es la zapata de futuros triunfos de la selección de mayores, y personalmente no creo que Víctor Estrella Burgos perdiera. Todos y cada uno de los que vimos ese juego no vimos un jugador derrotado, que lloraba decepcionado. Vimos un símbolo deportivo de la identidad nacional, vimos a la patria y un poco de todos nosotros, y los alemanes vieron un guerrero que conoce de términos tan grandes como alma, corazón y patria, y lo reconocieron.

Por ende, hay derrotas que saben a victorias. Y esas lágrimas de ese gladiador de mil batallas, será el abono para que las próximas generaciones lleguen a esas dos metas que él tiene: Grupo Mundial de la Davis Cup y ganar un Series 1000. Gracias Víctor, por demostrarnos que esto ahora es que recién comienza.

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